LAS APARIENCIAS ENGAÑAN.
LAS APARIENCIAS ENGAÑAN.
Una testigo de
cargo nada ejemplar.
ESTA SEMANA ha
ingresado en la prisión de
Segovia el ex
presidente Jaume Matas, condenado
a ocho meses
por un delito de tráfico
de influencias.
Contrariamente a lo que algunos
periodistas
afirman una y otra vez, siguiendo
la máxima de Goebbels
de que una
mentira
repetida mil veces llega a convertirse
en verdad,
Matas no ha sido condenado por
los famosísimos
discursos de Antonio Alemany
ni por haberse
llevado ningún euro al bolsillo.
En absoluto,
tanto uno como otro quedaron
absueltos por
el Supremo de cualquier
delito relativo
al tema de los discursos. Matas
fue condenado
por inducir al director general
de Comunicación
de entonces, Joan Martorell,
a dar
instrucciones a dos funcionarias
con el fin de
que dieran la «máxima puntuación
» al proyecto
de ABN (Agencia Balear de
Noticias), en
una línea de subvenciones en la
que
participaron otros medios. Lean, si no, la
sentencia. Éste
fue el horrendo pecado de
Matas (¡ya
ven!) que le ha llevado finalmente
a la cárcel.
Eso y naturalmente el afán vengativo
de la Audiencia
Provincial como desquite
al terrible
varapalo que sufrió por parte del
Supremo al
rebajarle la pena de seis años a
ochos meses y
absolver a Matas de todos los
delitos menos
uno.
Así lo
reconocía este martes el presidente
de la Audiencia
Provincial de Palma, Carlos
Gómez, al admitir
que «cuando la pena
es inferior a
dos años, lo más frecuente es
que se le dé a
la persona condenada lo que
denominamos la
remisión condicional de la
pena». Algo que
se ha denegado a Matas,
«por unas
consideraciones de ejemplaridad
», o sea,
porque la Audiencia cree que
los políticos
deben mostrar una actitud
ejemplar en el
desempeño de sus cargos.
Y remataba Gómez,
«por tanto, casi diríamos
que es a la
inversa de lo que a veces se dice»
con respecto a
los supuestos beneficios que
recibirían de
la Justicia las «personas poderosas
». Así, en el
caso concreto de Matas,
«se le ha
tratado con una justicia más estricta
que a un
ciudadano normal». En Baleares,
por lo visto,
la Justicia no es justa sino
«ejemplarizante».
Tremendo. El «plus de reprochabilidad
» al que se
aferró en primera
instancia la
Audiencia para condenarle a
seis años y que
luego el Supremo trituró sin
misericordia,
se nos ha colado esta vez por
otra vía: la
ejecución de la sentencia.
A todo esto y
como informaba este diario el
pasado jueves,
el Supremo acaba de confirmar
una sentencia
contencioso-administrativa
del TSJB de
2012 (y que Bauzá recurrió en
casación) que
obliga al Govern a restituir una
subvención a
ABN, una ayuda que el Pacte de
Progrés le
denegó dos meses después de acceder
al poder en
2007. Valoremos los hechos.
En primer
lugar, esta sentencia significa
que esta
segunda subvención otorgada a
ABN por Jaume
Matas en junio de 2007 era
una subvención
impecable, merecida y ajustada
a derecho. En
segundo lugar, el Pacto de
Progreso, es
decir, Antich, Gina Garcías, Albert
Moragues y la
funcionaria Margalida de
la Portilla, intentan
derrocar esta subvención
mediante una
«relectura» de las bases del
concurso,
alterando la puntuación otorgada,
rebajándola (de
22 a 4,5 puntos), para impedir
que acceda a la
subvención. De la Portilla
cambia la
puntuación otorgada por ella misma
dos meses antes
mientras Gina Garcías,
directora
entonces de Comunicación, y Albert
Moragues
justifican su decisión por el hecho
de que el
proyecto de ABN «no está escrito en
catalán».
En la
sentencia condenatoria del
TSJB de 2012 se
advierte que ni Garcías, ni
Moragues ni De
la Portilla pueden alterar las
bases del
concurso, que no hablan para nada
de escribir en
catalán. Y en tercer lugar, el Govern
de Bauzá, en
lugar de dar carpetazo tras
la razonada e
impecable sentencia del TSJB
de 2012, se
subroga en los criterios del Pacto
y acude en
casación ante el Supremo. Es decir,
Bauzá, Gómez y
la letrada Perelló asumen
y aceptan los
injustos y absurdos criterios
del Pacto, los
hacen suyos e intentan que
el Supremo
revoque la sentencia condenatoria
del TSJB.
Este
incomprensible comportamiento de
Bauzá ha
causado, además de una injusticia
palmaria, unos
serios perjuicios económicos
al dilatar
innecesariamente el proceso,
lo cual provoca
unos altos costes por intereses
de demora y una
dilación indebida
que, de hecho,
duplica la cuantía de la subvención
otorgada.
Pero hay un
dato más inquietante todavía.
La funcionaria
que incurre en «desviación de
poder» y en
«arbitrariedad» según el TSJB y
el Supremo,
Margalida de la Portilla, es la
misma
funcionaria que años después, durante
el primer
juicio contra Matas por los discursos,
se convertirá
en la principal testigo
de cargo contra
Matas y Alemany en relación
a la primera
subvención de ABN. De hecho,
de los tres
testigos de cargo que testificaron
contra Matas
acusándole de haber presionado
a sus
subordinados para que dieran la
«máxima
puntuación» al proyecto de ABN,
dos de ellos
fueron Joan Martorell y Margalida
de la Portilla.
O sea, un
delincuente
(Martorell fue condenado siete meses por
malversación y prevaricación
administrativa)
y una funcionaria que venía
comportándose
con evidente mala
fe contra ABN y con una arbitrariedad
rayana en la
prevaricación.
Pero hay más. Toda vez que el principal cargo
que va a llevar
a Alemany a la
cárcel consiste en no haberse
podido
demostrar que hizo un reportaje deportivo
por el que
cobró 12.000 euros, ¿qué
credibilidad
pueden tener Martorell y Gina
Garcías –la
misma que no tuvo ningún escrúpulo
en hundir el
proyecto de ABN– cuando
aseguran que
Alemany no les entregó ningún
reportaje tras
haber dado fe pública de que sí
lo habían recibido? Juzguen ustedes mismos.
(Joan Font/ElMundo/Baleares.)
(Joan Font/ElMundo/Baleares.)
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