(Una imagen de Cataluña. A esta bazofia hay que añadir el comportamiento cobarde, mezquino e irresponsable del PP y del PSOE. Han permitido, durante más de treinta años, que la bola de M. creciera y creciera.)
TODOS LO SABEMOS.
Todos sabían lo de Pujol y su familia. Lo sabían los columnistas orgánicos que ahora dicen sentirse engañados y reclaman transparencia y regeneración democrática, cuando ellos son el ejemplo más palmario de corrupción en tanto que nadie en sus cabales les pagaría por su mediocridad sectaria, y sólo siendo cuota se han procurado su sustento. Lo sabían los cuadros del partido, los que cuando el patriarca confesó salieron a desmarcarse de él del modo más vergonzoso y vergonzante. Lo sabían los directores de todos los periódicos catalanes, y ha tenido que ser un periódico de Madrid quien lo investigara. Lo sabía Artur Mas y su problema no fue saberlo, sino no poder continuar ocultándolo. Y, sobre todo, lo sabían todos y cada uno de los votantes de Pujol, y le continuaron votando.
Todos sabemos, también, que no va a haber consulta. Lo sabe Mas, porque lo ha pactado con Rajoy, lo sabe Junqueras, porque no es imbécil.
Cataluña tiene un problema de relación con la realidad
«Todo está preparado y hemos hecho todos los deberes», dijo ayer Mas con la misma cara dura con que acusó a EL MUNDO de inmiscuirse en su intimidad por denunciar que mientras fue consejero de Economía de la Generalitat tuvo firma en una cuenta de Liechtenstein de su padre.
El problema no es que Pujol tuviera cuentas en Andorra y en Suiza, ni siquiera la procedencia del dinero. El problema es que todos en Cataluña lo sabían y callaban. Unos porque tenían mucho que callar, y la omertá ha sido lo que durante décadas hemos llamado «el oasis». Otros porque creían que su deber patriótico era callar.
Cuando tienes a medio país en el ajo y a la otra mitad dispuesta a adorarte sin el menor espíritu crítico; cuando tienes a los medios de comunicación comprados, y partícipes en no pocas ocasiones del tinglado; cuando sucesivos gobiernos españoles, igual de acomplejados ante el delito que los catalanistas de buena fe, han dejado hacer a cambio de que el más obvio de los corruptos y el más cínico de los corruptores defendiera como un caudillo lo que ellos no saben defender como Estado de Derecho; cuando la policía y el delincuente son socios y los súbditos, sus más fervientes cómplices, el problema no es una consulta ilegal o una cuenta opaca, sino la rendición previa, la abdicación de cualquier ciudadanía, los resortes atrofiados de la libertad y que demasiadas sombras han acabado por desdibujar la claridad de lo que está bien y lo que está mal.
Cataluña tiene un problema de relación con la realidad. La corrupción y el pensamiento ilusorio nos han dejado flotando como si estuviéramos colocados. El voluntarismo sustituye a la inteligencia, el posibilismo es sistemáticamente acribillado por patriotas que se dan la razón entre ellos y ya hemos ganado el partido antes de jugarlo. Y luego esa curiosa superioridad moral con que despreciamos a España cuando lleva -según la contabilidad soberanista- 300 años ganándonos.
Todos sabemos que Mas miente, que la prensa está comprada y que el 9-N no votaremos nada. Y ahí está el pueblo catalán creyéndose cada mentira de Mas; ahí está el pueblo catalán, alienado y colgado, saturado de dioses falsos y que no quiere que le despierten, para continuar soñando.
(Salvador Sostres/El Mundo)
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