RESPETAR LA IDENTIDAD.
En la firma del pacto por la educación, el 5 de Marzo pasado, la Presidenta de la Comunidad Balear, Francina Armengol, reclamó "una educación respetuosa con nuestra identidad".
Identidad, según el diccionario de la RAE: ‘Conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás’.
¿Y cuáles son los rasgos propios que caracterizan a los baleares? En un libro de Amartya Sen (Premio Nobel de Economía en 1998 y profesor en Harvard), ‘Identidad y violencia’, se nos advierte de los peligros de identificar a las personas sobre la base de su religión y su cultura, olvidando otras formas de identificación o de identidad. Por ejemplo, la profesión, el género, la moral, la política, etcétera.
Si pasamos de esta formulación general a
situaciones concretas que vivimos, no puedo evitar pensar en los separatismos.
Albert Boadella nos sirve para
ejemplificar estas ideas de Sen. Resulta que este destacado autor teatral ha
sufrido ataques por todos lados. Sufrió la censura y la persecución del régimen
franquista.
La llegada de la democracia auguraba la desaparición de tales vergonzosas
conductas. Pero no. A partir de los años ochenta, el nacionalismo catalanista
excluyente se encargó de recoger el testigo y procedió, con la tranquilidad de
conciencia que da el ser oficialmente demócratas, a descalificar e insultar a
Boadella por ser mordaz con Pujol y cía.
La propaganda nacional-catalanista-radio,prensa,televisión
y sistema de enseñanza- había calado en amplios sectores de la ciudadanía. El
día del estreno, en 2006, de ‘En un lugar de Manhattan’, el Teatre Lliure
estaba medio vacío. ¿Qué pasó?
Que décadas de propaganda nacional-catalanista había sido interiorizada
por buena parte de los catalanes. Ya no era necesario decir: ‘¡No se puede ir a
los estrenos de Boadella! El miedo y la mediocridad ya estaban metidos en las
conciencias. Muchos sabían cuál era el comportamiento propio de un ‘buen
catalán’. ¡No sea cosa que me confundan con un españolista!
Los pasos, mezquinos, siempre son los mismos. Aislar al ‘enfermo’ para
que no ‘contagie’ a los buenos nativos de pata negra. Y si el proceso es el
mismo, el resultado también lo es. Discriminación y mentira. Discriminación,
porque se aísla o se expulsa a los que no comulgan con las ruedas de molino
nacionalistas. Véase lo que ha pasado, repetidamente, en la feria del Libro de
Frankfurt, excluyendo a los autores catalanes que escriben en castellano, entre
muchos ejemplos de vergonzosa discriminación. Y luego la mentira. Hay que negar
la evidencia. Y el que diga que ‘el Rey está desnudo’ será tratado como un
traidor a la patria, como un mal catalán.
Volvamos a
‘lo nostro’. Cualquiera que sea la respuesta a la reclamación de la Presidenta
Armengol, se estará utilizando un concepto determinado de ‘identidad’. Es, por
tanto, clave saber cuál es el concepto que tiene de identidad la Presidenta.
Pues bien, el mero
relato histórico de hechos no representa ninguna justificación para lo que ahora
deberíamos hacer. Porque una cosa es conocer el pasado y otra pensar que esta
explicación histórica nos aliviará la necesidad de decidir lo que, ahora, creemos
que es lo que está justificado hacer. No tenemos obligación ni de seguir el
pasado, ni de apartarnos del mismo.
Dicho esto, parece
evidente que debemos referirnos a la identidad personal. ¿Seria posible una
identidad colectiva sin identidades personales? En el caso de que fuera posible
me parecería monstruoso ya que consistiría en una especie de rebaño
indiferenciado. Por tanto, lo primero es la identidad personal, lo que no
significa que las identidades personales se construyan al margen de la
sociedad.
Una posibilidad es que
la identidad personal sea un conjunto de experiencias que se refieren a
alguien. Este alguien, este ‘yo’ es lo que da permanencia y consistencia a las
diferentes experiencias, relaciones, pensamientos, sentimientos, etc. Una de
las características de la identidad personal es la continuidad del cuerpo y
también la memoria. ¿Cómo sé que soy el mismo que ayer? Porque me reconozco a
mí mismo y porque me reconocen los demás, porque tenemos memoria. Por supuesto,
esto plantea problemas que no podemos tratar aquí, como si alguien que pierde
la memoria es o no es la misma persona. O si un trasplante de cerebro hace que
alguien se convierta en otra persona.
Si la identidad personal es, especialmente,
una continuidad corporal y psicológica a lo largo del tiempo, la identidad
personal seria una cuestión de ‘grado’. No habría una identidad fija a lo largo
de toda la vida sino diversas identidades personales, hasta el punto de que se
dice a veces: ‘ha cambiado tanto que no le reconozco’. Desde esta visión de la
identidad personal se supone que cada persona puede (si hay democracia, por
ejemplo) expresar sus opiniones, sus intereses, tomar ciertas decisiones que
van configurando su vida, etc. Todo esto va moldeando una determinada identidad
colectiva o nacional.
El problema central, en
mi opinión, es si las entidades colectivas (como la identidad nacional) prevalecen
sobre los intereses de los ciudadanos. Esto plantea un serio problema, el de la
identificación de los titulares de los intereses y preferencias: o bien son las
personas, o bien son los entes colectivos, como la nación. También plantea el
problema de la unidad moral básica, el individuo o la nación. Porque es falso
suponer que nunca habrá contradicción entre los intereses de las personas y el supuesto
interés de este ente colectivo. Cuándo hay contradicción, ¿quién prevalece?
Los nacionalistas
tienden a responder que prevalece la nación (que se expresa por medio de sus
portavoces oficiales) sobre los individuos, y los no nacionalistas tienden a
decir que debe prevalecer la persona. En mi opinión, respetar nuestra identidad
sería conocer nuestro pasado, sin mixtificaciones, y educar en libertad para
que los baleares de hoy puedan construir, informadamente y sin manipulaciones,
su futuro.
Por tanto, la identidad
no es sólo reconocimiento del pasado, sino construcción. Y la educación debe
respetar ambas cosas.
Sebastián Urbina.
(Publicado en ElMundo/Baleares/11/Marzo/2016.)
1 comentario:
La identidad es lo que los mediocres, que cobran salarios que ni un crack de Microsoft, dictan a golpe de impuesto - subvención. Que se vayan estos caraduras que merecen estar en da Pobla recogiendo patatas de sol a sol sin cobrar, en pago por el robo a la renta de la gente.
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