AMANCIO ORTEGA, Y EL CÁNCER DE LA
ENVIDIA.
Sólo desde
la envidia, el resentimiento y un profundo odio a la sociedad civil y a la
creación de riqueza propia del capitalismo puede entenderse la infame acogida
que un sector de la izquierda ha dispensado a la generosísima donación de 320 millones de euros que la Fundación Amancio Ortega
ha destinado a la renovación de los equipos de diagnóstico y tratamiento del cáncer
en la sanidad pública.
Incapaz de
apreciar el enorme beneficio que obtendrán de ello los enfermos de cáncer, la
muy progresista Asociación para la
Defensa de la Sanidad Pública de Aragón ha arremetido contra una donación de 10
millones de euros para los hospitales públicos de esa comunidad proclamando que
no hay nada que "recurrir, aceptar ni agradecer" a "ninguna
persona o entidad", y que, por el contrario, debe aspirarse a "una
adecuada financiación de las necesidades mediante una fiscalidad
progresiva".
Más lejos
todavía han ido los integrantes de esa asociación en Canarias, donde no sólo
han despreciado los 17 millones destinados a esta comunidad para la compra de
equipos, sino que han puesto en la mira directamente a Amancio Ortega: "Siendo el mayor accionista
de una de las mayores empresas y fortunas personales del Estado [sic], tendría
que demostrar no su filantropía sino su obligación de contribuir al erario
público de forma proporcional a sus beneficios y en la misma proporción que el
resto de los contribuyentes", han sentenciado.
Parece ser
que estos personajillos descalificables ignoran o fingen ignorar que los
contribuyentes españoles ya están sometidos a uno de los regímenes fiscales más
progresivos de la OCDE, por lo que Amancio
Ortega ya contribuye al Erario mucho más de lo que le correspondería si
tuviera que pagar impuestos sólo en función de sus rentas o beneficios.
Aspirar, en cualquier caso, a un
régimen fiscal todavía más voraz no es otra cosa que apelar de forma velada y
demagógica a unos impuestos confiscatorios que destruirían la prosperidad nacional y, con ello, la posibilidad de financiar los servicios sociales,
incluidos los sanitarios.
También se
ha querido subir al carro de la villanía el líder de Podemos en
Baleares, Alberto
Jarabo, que tras
denigrar como "limosna de millonario" la donación de Ortega de 5
millones de euros a los hospitales públicos de su comunidad ha puesto en duda
la "procedencia" de esos fondos y perpetrado absurdas disquisiciones
sobre la "explotación laboral" y la "competencia desleal".
Pablo Iglesias estará muy orgulloso de
los desafueros de su conmilitón, pues en 2012 evacuó un tuit en el que, tras señalar que Ortega
era la tercera persona más rica del mundo y que en España había un 25% de paro, se preguntaba dónde estaba la democracia
y quién era el terrorista.
El
envidioso, tal y como afirmaba el poeta y dramaturgo francés Pierre Corneille,
jamás perdona el mérito; y la envidia, según advertía John
Stuart Mill, es la más antisocial de todas las pasiones.
Afortunadamente, una inmensa mayoría
de los contribuyentes, los profesionales de la sanidad y, sobre todo, los enfermos de cáncer están
profundamente agradecidos a este benefactor social y empresario ejemplar y
sienten una viva repulsión por quienes ni predican con el ejemplo (Pablo Iglesias, cuando se pone
a donar, dona a su partido, no a la sanidad pública) ni están para dar
lecciones de nada.
(Edit.ld/)
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