DE PABLO IGLESIAS A PEDRO SÁNCHEZ:
ASÍ ES LA IZQUIERDA ADOLESCENTE.
Se dice que
Catón el Viejo fue el autor de la consigna Delenda est Cartago, tantas veces
repetida en su época, y para dar ejemplo el citado senador romano participó en
la última guerra púnica espada en mano; por su parte, Pedro Sánchez no ha
llegado a tanto en su lucha sin cuartel contra Rajoy y el PP, más en cuanto
a empecinamiento anti-cartaginés no ha ido a la zaga de Catón.
Pero, ¿hay algo más que ese odio,
repetido como mantra, en la cabeza política del ganador de las primarias
socialistas?
A juzgar por
sus discursos, uno se llena de dudas: ni una palabra sobre los problemas
fiscales que atenazan a los españoles, y qué decir de los saltos en el vacío en
torno a uno de los problemas que el sectarismo separatista tiene
planteados al resto de los españoles. A este propósito, los seguidores de
Sánchez no han tardado ni cinco minutos tras la «victoria» en meter en danza al próximo
congreso enmendando la ponencia política proponiendo la reforma de la
Constitución para «perfeccionar el reconocimiento del carácter plurinacional
del Estado».
Estamos ante un invento que, de
ponerse en marcha, echaría
por tierra un puñado de artículos de la Constitución española hasta dejarla irreconocible, empezando
por el artículo 1 («La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que
emanan los poderes del Estado»), siguiendo por el artículo 2 («la Constitución
se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e
indivisible de todos los españoles»), el artículo 3 («El castellano es la
lengua oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla
y el derecho de usarla»), el 14, el 27, el 132, el 138, el 139, el 150, el 155…
Semejante
destrozo, que incluye, sin decirlo, el derecho de
autodeterminación de esas
supuestas «naciones», ¿para qué se propone? Simplemente para darles gusto, en
primer lugar, al PSC, luego a Podemos y finalmente a los separatistas catalanes.
Un PSC cuya deriva hacia un
nacionalismo vergonzante no le ha traído sino pérdida de votos, hasta
hacerlo políticamente irrelevante en Cataluña.
Claro que
hay una visión más psicoanalítica y quizá más certera de lo que está pasando en
la política española. Lo ha escrito Fernando Vallespín: «Vivimos un momento de eso que Freud llamó
“el retorno de lo reprimido”, lo soterrado,
lo pasional, que se está cobrando su venganza […] y en un momento
populista no hace falta que triunfe un partido de ese signo, su dinámica ya lo
empapa todo».
Por su parte, Antonio Robles (exdiputado de Ciudadanos en el
Parlamento de Cataluña) ha señalado el
síndrome de la adolescencia como
explicación de las simplezas políticas hoy dominantes, pues, según él, «ya
tenemos un partido más (PSOE) dirigido por un adolescente». Tres de cuatro:
«En la izquierda populista, Pablo Iglesias; en el centro, Albert Rivera (Cs); y
en el centro Izquierda plurinacional, Pedro Sánchez (PSOE)».
Hay una
etapa de la vida en todo ser humano —continúa Robles— que pasa por la
confrontación con sus ascendentes para afirmar su personalidad. La acompañan de aspavientos y
desplantes, como si él fuera el primer ser humano en descubrir la luz.
Un adanismo que suele acarrear inevitables quebrantos y disgustos a sus
mayores, para pasar a reintegrarse más tarde en el regazo familiar. Porque
ya se sabe que no se puede estar eternamente en guerra con el mundo.
Por otra parte, estos adolescentes,
a menudo consentidos, llevan mal el rigor del esfuerzo y la coherencia. Ellos han venido al mundo sólo
a disfrutar y despotricar. Y si hay que girar como una veleta para ponerse
al sol que más calienta, pues se gira. Y a este propósito no deja de ser
significativo que la inmensa mayoría de estos líderes izquierdistas no hayan
dado un solo palo al agua en su vida, fuera, claro está, de las
conspiraciones partidarias. Además, ¿quién se acuerda de la destitución de
Tomás Gómez manu militari?
Por su parte, Podemos es un partido
de adolescentes
empeñados en matar al padre. Así Pablo Iglesias es el adolescente en guerra
con sus mayores, es decir, el Estado Constitucional surgido de la Transición
Política del 78 y encarnado en el poder corrupto del PP. La guerra de los de
abajo contra los de arriba, explicación de parvulario salida de una factoría
adolescente, formato 140 caracteres.
¿Dónde se muestra esa mentalidad
adolescente de la sociedad actual? Alta conciencia a la hora de exigir
derechos, y nula predisposición a hacerse cargo de los deberes que los derechos siempre conllevan;
sensibilidad enfatizada a la hora de exigir justicia social y muy poca
disposición a cooperar con los costes que ello conlleva. Hedonismo extremo y
escasa resistencia a la frustración. Rechazo del esfuerzo, desprecio por los
argumentos empíricos y las soluciones responsables. Estos políticos
adolescentes viven en la inmediatez y el efectismo del éxito mediático.
El iluso de
Platón pretendía que el gobernante perfecto no debía ejercer el poder
hasta los 54 años (en una época en que la esperanza de vida al nacer no
superaba los 25 años), después de haber demostrado una vida de estudio,
sabiduría y prudencia. Hoy, un macho alfa del tres al cuarto pretende
enseñar al mundo que su corta vida, su escaso esfuerzo intelectual y su mínima
experiencia le avalan para echar abajo la Constitución y las leyes y ya tiene
un imitador más: Pedro Sánchez y cada uno de los votos de la militancia que se
le ha entregado gozosa.
(Joaquín Leguina. Fue Presidente de la
Comunidad de Madrid/ABC)
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