(Si no dices la verdad políticamente correcta, eres un facha. Mucha gente tiene miedo a decir lo que piensa.
Pero no significa que sea cierto. Solamente lo dicen para hacer callar a los discrepantes. No se acojone. Diga lo que piensa.)
UN
MEMORÁNDUM DESDE HUNGRÍA.
El embajador francés en Hungría, Eric Fournier, ha
sido relevado de su cargo. Por decir la verdad. No es la primera vez, por
supuesto, que un embajador es destituido por decir verdades inconvenientes. Es
frecuente en la historia de la diplomacia. Pero este caso refleja bien el
estado actual de las cosas en Europa, definido por la obsesión de algunos por
ignorar verdades inconvenientes y taparlas con mucha ideología, con mucha
corrección política y la descalificación absoluta de las opiniones
discrepantes.
Resulta que el embajador francés decidió que no era
honrado seguir callado ante tantas mentiras como las que oía, veía y leía en
los medios franceses sobre Hungría. Y Fournier decidió escribir un memorándum a
Emmanuel Macron, en el que recomendaba al presidente de la República que no se
creyera nada de lo que le cuentan sobre Hungría.
Le informaba que no es cierto que Viktor Orban sea un
ultraderechista ni populista, sino un gobernante democrático de derechas que
respeta las leyes y a sus votantes más que muchos de sus colegas occidentales.
Que la política de defensa de sus fronteras y de la soberanía que practica
Hungría debería ser un ejemplo para todos porque garantiza que la inmigración
que se produzca sea la legal y deseada. Y que las acusaciones de antisemitismo
que hacen los medios de Europa Occidental y EE.UU. para descalificar a Orban
son falsedades para desviar la atención de la escalada del antisemitismo en
Francia y Alemania debido a la política de inmigración practicada allí.
Mentiras desenmascaradas por la seguridad en la que
viven los judíos en Hungría, en contraste con las amenazas que sufren en
Francia o Alemania bajo el antisemitismo de la inmigración musulmana.
El viernes le preguntaron al presidente Macron qué le
parecía el memorándum del embajador. Macron contestó que esas opiniones eran
radicalmente opuestas a la posición oficial de Francia y que de haberlas hechas
en público, el embajador habría sido relevado. Lo cierto es que para entonces
la filtración ya había provocado su relevo. Macron no se lleva bien con Orban y
no solo por diferencias ideológicas. Orban habla de Macron como «ese chico
nuevo que comenzó de forma poco prometedora».
Con frases así no se hace uno amigo de alguien con la
autoestima del presidente francés. Orban insiste en que «es una cuestión de
democracia escuchar la voluntad nacional». Y acusa a gobernantes europeos de
actúar como déspotas ilustrados «que desprecian a unos votantes que quieren que
no vengan más inmigrantes y que se expulse a los que están ilegalmente».
Por todo ello, Orban es el monstruo para el
oficialismo bienpensante. Pero son cada vez más los que quieren como él
soluciones de firmeza para acabar con la inmigración ilegal. Porque el respaldo
que obtiene Orban en Hungría y su creciente popularidad en otros países pone en
dramática evidencia el fracaso de Angela Merkel y sus amigos que ahora se
enfrentan al efecto de sus pasadas decisiones catastróficas. No son los cuatro
de Visegrado quienes han declarado la guerra a la verdad.
Son los grandes países fundadores de la UE y la
Comisión y su aparato. Con desprecio a sentimientos y temores de sus
poblaciones. Cuando estas expresan su opinión sobre la inmigración, el colapso
de los servicios públicos, sobre los crímenes que se ocultan porque los cometen
inmigrantes o sobre tantas otras realidades que se ocultan, les llaman a
fascistas o nazis.
Por eso muchos callan. Pero protestan con el voto. Por
eso, la guerra contra la realidad que revela el memorándum y el cese de
Fournier se ha convertido ya en una amenaza para la propia existente de la
Unión.
(Hermann Tertsch/ABC)
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