viernes, 27 de julio de 2018

SEXO, HISTERIA Y LIBERTAD.









SEXO, HISTERIA Y LIBERTAD.


El destacado filósofo, crítico cultural, profesor y director internacional de la Birbeck Institute for the Humanities, Slavoj Zizek, en un artículo publicado en El Mundo- abril 2018- ‘Sexo, poder y contratos’, dice:

‘Cuando las mujeres se visten de manera provocativa para atraer la mirada masculina… manipulando al hombre jugando a juegos ambiguos que incluyen el pleno derecho a abandonarlos en cualquier momento… este papel activo de la mujer es su libertad, la que tanto molesta a los fundamentalistas…’

Parece correcto. Las mujeres tratan de provocar, atrayendo la mirada masculina y manipulan al hombre con juegos ambiguos, pero también tienen libertad para no seguir adelante. Y me parece correcto porque las mujeres no son ángeles, ni demonios. Aunque pueden decidir ser ambas cosas, casi a la vez. Como los hombres. Con los ‘hechos diferenciales’ correspondientes. Aunque aborrezco esta expresión.

Dicho esto, las mujeres tienen que saber- y los hombres también- que la libertad implica responsabilidad. La libertad sin responsabilidad- moral y jurídica- es una libertad mal entendida y de peligrosas consecuencias.

Zizek plantea los posibles conflictos freudianos entre el Ello, el Yo y el Superyó, aunque en su artículo utiliza Id, Ego y Superego. Me centraré únicamente en un tipo de conflicto. Supongamos que se acepta la invitación o sugerencia sexual (rindiéndose a los deseos inconscientes del Ello), pero el Superego manifiesta un sentimiento de culpa, lo que hace parar la aventura sexual cuando se está a medio camino. ¿Qué pasa?

Supongamos, dice Zizek, que los dos amantes ya están en la cama y la mujer, por ejemplo, suelta un eructo. El encanto sexual se desvanece y el hombre se echa atrás, por decirlo finamente. El autor pregunta, ¿no sería esto una humillación extrema para la mujer?

Pienso que Zizek plantea mal la cuestión. La mujer suelta un eructo y el hombre se desencanta. Humillación extrema para la mujer. Ahora supongamos que el hombre suelta un eructo y es la mujer la que se desencanta y se echa atrás, negándose a terminar la aventura amorosa. ¿También humillación extrema para la mujer? Por supuesto. Si eres progre, así es.

O sea, tanto si la mujer suelta un eructo en la cama, como si lo suelta el hombre, es una humillación extrema para la mujer. Por tanto, la mujer siempre es humillada. Lo que está en la línea de la estupidez políticamente correcta dominante. Empezando por los legisladores. Una cuadrilla de supuestos demócratas capaces de eliminar la presunción de inocencia solamente para los hombres, en la Ley de violencia de género. ¿Democracia? Luego sigue la escuela, con sus profesores de progreso.


 Aunque Zizek no lo menciona, yo sí quiero destacar la igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades. La mujer mayor de edad, no debe ser tratada como si fuera menor de edad, o como una flor de invernadero. Esto sí que es una humillación para la mujer. Las mujeres no deben estar, ni en situación de superioridad, ni de inferioridad, con los hombres. De ahí que no puedan ser, por definición, las perpetuas víctimas angelicales e inocentes, ni demonios.

Sigamos con la locura sexual progresista. Dice el autor: ‘¿A qué tipos de acto sexual es el sí declarado? … sí a penetración vaginal pero no anal, sí a felación, pero no tragarse el esperma, etcétera’.

Completemos su propuesta. ‘El sujeto se vive como algo vulnerable, algo que se ha de proteger con un complejo conjunto de reglas’. Aquí tenemos un tema importante. Opino que mal planteado por Zizek. No debería ser un problema de ‘sí o no’. La cuestión principal está en los límites. No si el sujeto ha de ser protegido por normas. La histeria del sujeto vulnerable es mala consejera. Un ejemplo.

 Vinculado al prestigio del código civil napoleónico de 1804, se puso de moda que los jueces debían ser la boca que pronuncia las palabras de la ley. Por el contrario, el uso alternativo del Derecho, que nació en Italia en 1972, defiende una interpretación jurídica sistemática en beneficio de las clases desfavorecidas. Aquí aparece el juez ‘Robin Hood’.

La primera postura es absurda porque no es factible-prácticamente- la interpretación mecánica de las leyes. La segunda es un grave peligro para la democracia y la separación de poderes. Los jueces, en vez de aplicar la ley vigente- sería muy extenso y complejo explicar en qué consiste- deciden interpretar las leyes a su aire (progresista), aplicando la concepción de la justicia que prefieren.

De modo que la manera menos mala de abordar estas complejas cuestiones que plantea Zizek, es con mesura y prudencia, sabiendo que tratamos con la libertad de las personas y equilibrios inestables, cuya resolución- siempre provisional- puede tener graves consecuencias. Evitemos los peligrosos extremos.

Uno de los temas del artículo de Zizek, es la caracterización del individuo, como un ser vulnerable. Especialmente de la mujer, según el autor, que tendría una libertad absoluta. Por ejemplo, la mujer puede decir ‘sí’ en la cama, y un minuto después, puede decir ‘no’. Y al segundo minuto, puede añadir, ‘tal vez’. Y al tercero, otra vez ‘sí’, o ‘no’.  Y así sucesivamente. ¿Qué relaciones humanas pueden sobrevivir ante tanta inmadurez histérica? ¿Qué sociedad podrá convivir pacíficamente si se generaliza esta caprichosa vulnerabilidad? Que no se limitaría a las relaciones sexuales.

Lo más posmoderno es: ‘No aguantes nada, hijo mío’. Así crecen, hasta convertirse en déspotas, ególatras e inestables. Nadie aguanta nada. Creen que la ‘verdadera’ libertad es hacer lo que les da la gana, sin tener en cuenta a los demás. Que, a su vez, serían sujetos igual de vulnerables, ególatras e histéricos.
  
La solución progresista, ante estas relaciones caóticas, es dividir en dos partes. Los verdugos (hombres) y las víctimas (mujeres). Y suprimir la presunción de inocencia para los hombres. ¡Y lo llaman ‘democracia’! ¡Qué caraduras!

Finalmente, frente a Zizek, que permite que se pueda tratar a otro como un esclavo sexual, o torturarle- si hay acuerdo voluntario- yo defiendo una libertad con límites. La dignidad, por ejemplo.

Sebastián Urbina.

(Publicado en El Mundo/Baleares, 27/7/2018.)

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