jueves, 26 de julio de 2018

ENTÉRESE DE UNA P. VEZ



 (Entérese de un P. vez. Esta política de 'avestruz' de los políticos tradicionales 'buenistas', está facilitando el crecimiento de partidos radicales. Según sondeos, si se celebraran elecciones en Alemania, la derecha más radical estaría en segundo lugar. Y esto es sólo el principio.)





MAFIAS, INMIGRANTES Y OPORTUNISTAS.


Si solo se trata de un "acto simbólico", como ha aclarado el ministro de Exteriores de España, Josep Borrell, bien hará el Gobierno español en poner todo el énfasis en esa circunstancia para que nadie se llame a engañoEspaña ha decidido acoger a los 629 inmigrantes del buque Aquarius, propiedad de la ONG Médicos sin Fronteras, como una excepción, un 'golpe de efecto' para llamar la atención en toda Europa y suscitar de nuevo un debate que, desde hace años, nunca llega a ninguna parte.

 Pero solo es eso, algo simbólico y, por lo tanto, ni duradero ni definitivo. Que lo aclare con la máxima difusión y contundencia porque, si no es eso lo que se pretende, es probable que el Gobierno español y los alcaldes que se han apresurado a ofrecer sus ciudades para acoger a los inmigrantes, se hayan metido en un considerable enredo del que solo pueden acabar mal. 

Con la inmigración no se juega, con la inmigración no caben los cálculos electorales ni la demagogia política, porque esa es una bomba que te estalla en la cara. Y menos aún España, frontera del hambre subsahariana.

De todo lo que se pudo oír ayer en España, lo que resulta más irritante es la utilización del término "razones humanitarias", como señalaba el comunicado que hizo público Moncloa, porque resulta que cada semana aquí se rechazan a cientos y cientos de inmigrantes que, como seres humanos que son, también merecen la misma consideración.

De hecho, no hace ni una semana, el pasado día 6 de junio, con Pedro Sánchez ejerciendo ya de presidente del Gobierno, España impidió, en una acción conjunta con Marruecos, la entrada por la frontera de Ceuta de unos 400 inmigrantes. La avalancha, como tantas otras, se produjo a primera hora de la mañana; de repente un centenar de inmigrantes se encaramaron a la valla y dos de ellos llegaron hasta las cuchillas y acabaron con cortes tan profundos que tuvieron que ser ingresados en centros hospitalarios.

También esos eran inmigrantes hambrientos, desesperados, desahuciados de eso que llamamos vida aquellos que vivimos en países ricos como España.

España acogerá a los 629 inmigrantes del buque Aquarius rechazados por Italia y Malta.

Si el Gobierno de Pedro Sánchez no se da prisa en aclarar que la acogida del Aquarius es solo un "gesto simbólico", ocasional y extraordinario, va a tener muy difícil explicar en Europa por qué mantiene esas vallas en las fronteras con Marruecos. Solo el año pasado, según los datos que ofreció en enero la agencia de control de fronteras de la Unión Europea, el Frontex, en España la presión migratoria aumentó en un 124%: casi 23.000 personas intentaron entrar de forma irregular.

En Italia y en Grecia la inmigración decreció, de forma paralela en el mismo año, pero aun así sigue soportando más del doble de presión migratoria que España. ¿Ha pensado Pedro Sánchez qué puede ocurrir si su 'gesto simbólico' se interpreta como un cambio de política en España desde que él es presidente del Gobierno?

El debate que se ha planteado con la situación del Aquarius, una vez que el nuevo ministro del Interior italiano le denegó la posibilidad de atracar en sus puertos, también debe abrir un debate en las ONG que, desde hace años, se esfuerzan en el rescate en alta mar de los inmigrantes, cuando naufragan o cuando están a punto de naufragar, como este último episodio. Nadie puede discutir el valor de esas organizacionespero tampoco se pueden ignorar las consecuencias, los 'efectos colaterales' que está provocando en la actuación de las mafias el incremento de la ayuda humanitaria que ofrecen.

Sin que ninguno de ellos lo pretendan, lo que demuestra la realidad es que los barcos de las ONG que rescatan inmigrantes en el Mediterráneo han modificado los comportamientos de las mafias que trafican con personas. Incluso, no sería descabellado afirmar que los barcos de rescate forman parte de los planes de esas mafias.


Desde que esos indeseables salvajes que trafican con personas tienen la certeza de que siempre habrá un barco que rescate a inmigrantes en el Mediterráneo, lo que ha ocurrido es que han abaratado hasta las pateras que utilizan. Ahora, la mayoría son botes neumáticos, fabricados en China, mucho más baratos para esas mafias que los barcos de pesca que se utilizaban anteriormente. 

No debe pasar inadvertido el hecho de que muchos de los rescates se producen a pocas millas de la costa de Libia, que es lo que soportan esas escuálidas embarcaciones en las que se agolpan decenas y decenas de personas. Las ONG, por cierto, las rescatan de alta mar y nunca las devuelven a la costa africana, que también cumpliría el objetivo de ayuda humanitaria por salvarlos de morir ahogados, sino que los conducen a un puerto europeo, que es lo que le habían prometido las mafias al comprar, a precio de oro, su miserable hueco en una patera masificada.

El resultado, como puede verse, es un círculo vicioso, un laberinto infernal, del que no se puede salir: cuanto más eficientes sean las ONG que rescatan inmigrantes, más crueles serán las 'ofertas' de las mafias de inmigrantes para los centenares de miles de personas, hombres, mujeres y niños, que esperan uno de esos 'pasajes' para llegar a Europa. Cada vez que alguien de una ONG plantea, ante este debate, el dilema al que se enfrentan, o rescatar a los inmigrantes o dejarlos morir ahogados, está claro que no existe más que una respuesta: rescate siempre.

Pero todos tenemos que ser conscientes de que esa no puede ser nunca una solución definitiva, porque lo único que conseguirá a largo plazo es aumentar exponencialmente el problema de la inmigración, cada vez con más réditos para las mafias y más riesgo para los inmigrantes. Nadie puede ser tan osado como para pensar que conoce cuál es la solución del problema de la inmigración en este siglo XXI de la globalización de todo, de los avances científicos y de las miserias humanas.

Quizá, por el momento, a lo que sí podemos aspirar es, por lo menos, a no empeorarlo.

(Matacán/Javier Carballo/El Confidencial/12/6/2018.)



ESPAÑA NO DEBE SER OTRA ‘LAMPEDUSA’.

Los servicios de atención y cogida de inmigrantes en Cádiz y otros lugares de Andalucía están desbordados. El fuerte repunte de la llegada de pateras a nuestras costas está provocando un auténtico caos que presumiblemente se va a complicar mucho más en las próximas semanas. De hecho, el Gobierno, paralizado por la situación, ha admitido que se ha agotado ya el presupuesto previsto para todo el año para la primera atención -la que se realiza a pie de playa-, y aún estamos a comienzos del verano.

Mientras se ultiman partidas extras como parche, vuelve a evidenciarse que la crisis migratoria que afronta Europa afecta de un modo muy especial a España, convertida en una nueva Lampedusa occidental, con el agravante de que no despertamos gran interés ni en Bruselas ni en nuestros socios comunitarios, instalados en una política del avestruz ante las llegadas a la frontera sur y en un sálvese quien pueda, como se comprobó en el último y fallido Consejo Europeo.

Los datos son tozudos y no admiten buenismo simplista. En los primeros siete meses del año, más de 22.500 personas han logrado poner el pie en nuestro país tras cruzar el Mediterráneo, lo que representa ya el 35% del total de llegadas al Viejo Continente a través de esta vía. Y mientras éstas se han reducido notablemente en países como Italia -en lo que va de 2018 ha acogido un 85% menos que en el mismo periodo del año anterior-, las llegadas se están duplicando a las costas españolas. Varios son los motivos.

Entre ellos, el cierre de las rutas del llamado Mediterráneo central por parte de los traficantes de seres humanos sin escrúpulos para sortear la inestabilidad en estados fallidos como Libia y las zonas de influencia de las filiales del Estado Islámico. O el oportunismo de las autoridades marroquíes, que periódicamente usan la presión migratoria como arma negociadora y para aliviar tensiones internas.

Por todo ello, resultan especialmente irresponsables los gestos propagandísticos y buenistas con los que el Gobierno de Sánchez inició su andadura. La acogida del Aquarius no fue acompañada de un alzamiento de la voz para demandar ayuda a los Veintiocho ante las dificultades que tenemos para gestionar las llegadas de pateras diarias -por no abundar en el pernicioso efecto llamada-. Al contrario, Sánchez aún se animó a echar una mano a Merkel prometiéndole que nos haríamos cargo de una cuota de sus refugiados.

Pero a España no la ayuda nadie. Incluso dentro de nuestro país, la presidenta andaluza criticó ayer que no se distribuyan los esfuerzos entre las 17 comunidades autónomas. En Cádiz, por ejemplo, estamos viendo comisarías saturadas y cientos de inmigrantes hacinados en módulos prefabricados con condiciones dramáticas. Esta grave crisis no ha hecho más que comenzar y exige medidas urgentes, realistas y coordinadas entre Administraciones.

(Edit. El Mundo/26/7/2018.)

 



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