(Entérese de un P. vez. Esta política de 'avestruz' de los políticos tradicionales 'buenistas', está facilitando el crecimiento de partidos radicales. Según sondeos, si se celebraran elecciones en Alemania, la derecha más radical estaría en segundo lugar. Y esto es sólo el principio.)
MAFIAS, INMIGRANTES Y OPORTUNISTAS.
Si solo se trata de un "acto
simbólico", como ha aclarado el ministro de Exteriores de España, Josep Borrell, bien hará el Gobierno español en poner
todo el énfasis en esa circunstancia para que nadie se llame a engaño: España ha decidido acoger a los 629 inmigrantes del buque Aquarius, propiedad de la ONG Médicos sin Fronteras, como una
excepción, un 'golpe de efecto' para llamar la atención
en toda Europa y suscitar de nuevo un debate que, desde hace años,
nunca llega a ninguna parte.
Pero
solo es eso, algo simbólico y, por lo tanto, ni duradero ni definitivo. Que lo
aclare con la máxima difusión y contundencia porque, si no es eso lo que se
pretende, es probable que el Gobierno español y los alcaldes que se han
apresurado a ofrecer sus ciudades para acoger a los inmigrantes, se hayan
metido en un considerable enredo del que solo pueden acabar mal.
Con la inmigración no se juega, con la inmigración no caben los cálculos electorales ni la demagogia
política, porque esa es una bomba que te estalla en la cara. Y menos aún
España, frontera del hambre subsahariana.
De todo lo que se pudo oír ayer en
España, lo que resulta más irritante es la utilización del término
"razones humanitarias", como señalaba el comunicado que
hizo público Moncloa, porque resulta que cada semana aquí se
rechazan a cientos y cientos de inmigrantes que, como seres humanos que son,
también merecen la misma consideración.
De hecho, no hace ni una semana, el
pasado día 6 de junio, con Pedro Sánchez ejerciendo
ya de presidente del Gobierno, España impidió, en
una acción conjunta con Marruecos, la entrada por la
frontera de Ceuta de unos 400 inmigrantes. La avalancha, como
tantas otras, se produjo a primera hora de la mañana; de repente un centenar de
inmigrantes se encaramaron a la valla y dos de ellos llegaron hasta las
cuchillas y acabaron con cortes tan profundos que tuvieron que ser ingresados
en centros hospitalarios.
También esos eran inmigrantes
hambrientos, desesperados, desahuciados de eso que llamamos vida aquellos que
vivimos en países ricos como España.
España acogerá a los 629 inmigrantes del buque Aquarius rechazados por
Italia y Malta.
Si el Gobierno de Pedro Sánchez no se da
prisa en aclarar que la acogida del Aquarius es solo un "gesto
simbólico", ocasional y extraordinario, va a tener muy difícil explicar en
Europa por qué mantiene esas vallas en las fronteras con
Marruecos. Solo el año pasado,
según los datos que ofreció en enero la agencia de control de fronteras de la
Unión Europea, el Frontex, en España la presión migratoria aumentó en un 124%: casi 23.000 personas intentaron entrar de forma irregular.
En Italia y en Grecia la inmigración
decreció, de forma paralela en el mismo año, pero aun así sigue soportando más
del doble de presión migratoria que España. ¿Ha
pensado Pedro Sánchez qué puede ocurrir si su 'gesto simbólico' se interpreta
como un cambio de política en España desde que él es presidente del Gobierno?
El debate que se ha planteado con la situación del Aquarius, una vez que el nuevo
ministro del Interior italiano le denegó la posibilidad de atracar en sus
puertos, también debe abrir un debate en las ONG que, desde hace años, se
esfuerzan en el rescate en alta mar de los inmigrantes, cuando naufragan o
cuando están a punto de naufragar, como este último episodio. Nadie puede discutir el valor de esas
organizaciones, pero tampoco se pueden ignorar las consecuencias, los 'efectos colaterales' que está provocando en la actuación de
las mafias el incremento de la ayuda humanitaria que ofrecen.
Sin que ninguno de ellos lo pretendan,
lo que demuestra la realidad es que los barcos de las ONG que rescatan
inmigrantes en el Mediterráneo han modificado los comportamientos de las mafias
que trafican con personas. Incluso, no
sería descabellado afirmar que los barcos de rescate forman parte de los planes
de esas mafias.
Desde que esos indeseables salvajes que trafican con personas tienen la
certeza de que siempre habrá un
barco que rescate a inmigrantes en el Mediterráneo, lo que ha ocurrido
es que han abaratado hasta las pateras que utilizan. Ahora, la mayoría
son botes neumáticos, fabricados en China, mucho más baratos para esas mafias
que los barcos de pesca que se utilizaban anteriormente.
No debe pasar inadvertido el hecho de que
muchos de los rescates se producen a pocas millas de la costa de Libia, que es lo que
soportan esas escuálidas embarcaciones en las que se agolpan decenas y decenas
de personas. Las ONG, por cierto, las rescatan
de alta mar y nunca las devuelven a la costa africana, que también
cumpliría el objetivo de ayuda humanitaria por salvarlos de morir ahogados, sino que los conducen a un puerto europeo,
que es lo que le habían prometido las mafias al comprar, a precio de oro,
su miserable hueco en una patera masificada.
El resultado, como puede verse, es un
círculo vicioso, un laberinto infernal, del que no se puede salir: cuanto más
eficientes sean las ONG que rescatan inmigrantes, más crueles serán las
'ofertas' de las mafias de inmigrantes para los centenares de miles de
personas, hombres, mujeres y niños, que esperan uno de esos 'pasajes' para
llegar a Europa. Cada vez que alguien de una ONG plantea, ante este debate, el
dilema al que se enfrentan, o rescatar a los inmigrantes o
dejarlos morir ahogados, está claro que no existe más que una
respuesta: rescate siempre.
Pero todos tenemos que ser conscientes de que esa no puede ser nunca una
solución definitiva, porque lo único que conseguirá a largo plazo es aumentar exponencialmente el problema de la inmigración, cada vez con más réditos para las mafias y más riesgo para los
inmigrantes. Nadie puede ser tan osado como para pensar que conoce cuál es
la solución del problema de la inmigración en este siglo XXI de la
globalización de todo, de los avances científicos y de las miserias humanas.
Quizá, por el momento, a lo que sí podemos aspirar es, por lo menos, a no
empeorarlo.
(Matacán/Javier Carballo/El Confidencial/12/6/2018.)
ESPAÑA NO DEBE SER OTRA
‘LAMPEDUSA’.
Los servicios
de atención y cogida de inmigrantes en Cádiz y otros
lugares de Andalucía están desbordados. El fuerte repunte de la llegada de pateras a
nuestras costas está provocando un auténtico caos que
presumiblemente se va a complicar mucho más en las próximas semanas. De hecho,
el Gobierno, paralizado por la situación, ha admitido que se ha agotado ya el
presupuesto previsto para todo el año para la primera atención -la que se
realiza a pie de playa-, y aún estamos a comienzos del verano.
Mientras se ultiman partidas extras como parche, vuelve a
evidenciarse que la crisis migratoria que afronta Europa afecta de un modo
muy especial a España, convertida en una nueva
Lampedusa occidental, con el agravante de que no despertamos gran
interés ni en Bruselas ni en nuestros socios comunitarios, instalados en una política del avestruz ante
las llegadas a la frontera sur y en un
sálvese quien pueda, como se comprobó en el último y fallido
Consejo Europeo.
Los datos son tozudos y no admiten buenismo simplista. En los
primeros siete meses del año, más de 22.500 personas han logrado poner el pie
en nuestro país tras cruzar el Mediterráneo, lo que representa ya el 35% del
total de llegadas al Viejo Continente a través de esta vía. Y
mientras éstas se han reducido notablemente en países como Italia -en lo que va
de 2018 ha acogido un 85% menos que en el mismo periodo del año anterior-, las
llegadas se están duplicando a las costas españolas. Varios son los motivos.
Entre ellos, el cierre
de las rutas del llamado Mediterráneo central por parte de
los traficantes de seres humanos sin
escrúpulos para sortear la inestabilidad en estados fallidos como Libia y las
zonas de influencia de las filiales del Estado Islámico. O el oportunismo de
las autoridades marroquíes, que periódicamente usan la presión
migratoria como arma negociadora y para aliviar tensiones internas.
Por todo ello, resultan especialmente irresponsables los gestos propagandísticos
y buenistas con los que el Gobierno de Sánchez inició su andadura. La
acogida del Aquarius no
fue acompañada de un alzamiento de la voz para demandar ayuda a los Veintiocho
ante las dificultades que tenemos para gestionar las llegadas de pateras
diarias -por no abundar en el pernicioso efecto
llamada-. Al contrario, Sánchez aún se animó a echar una mano
a Merkel prometiéndole
que nos haríamos cargo de una cuota de sus refugiados.
Pero a España no la ayuda nadie. Incluso dentro de nuestro país,
la presidenta andaluza criticó ayer que no se distribuyan los esfuerzos entre
las 17 comunidades autónomas. En Cádiz, por ejemplo, estamos viendo comisarías saturadas y cientos de
inmigrantes hacinados en módulos prefabricados con condiciones dramáticas.
Esta grave crisis no ha hecho más que comenzar y exige medidas urgentes, realistas y
coordinadas entre Administraciones.
(Edit. El Mundo/26/7/2018.)
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