(La izquierda- con las excepciones de rigor- no necesitaba ponerse en plan doberman con el cobarde Rajoy. Incapaz de hacer frente a las leyes ideológicas de la izquierda.
Pero si aparece una derecha no acomplejada, que defiende sus ideas- constitucionales- sin pedir permiso a la izquierda y, encima, criticándola, ya no se puede aguantar. Violencia. Y más si pudieran. Lo han hecho siempre.
Por algo son moralmente superiores.)
VIOLENCIA CONTRA VOX:
RESPONSABILIDADES.
Las
agresiones contra dirigentes, militantes y simpatizantes de VOX no han hecho sino multiplicarse y agravarse
desde que aquellos de sus rivales políticos que no los consideran tales sino
enemigos les pusieran en la diana.
Este clima
de violencia, inaceptable en una democracia, tomó un cariz muy preocupante ya
en el mes de noviembre, cuando un grupo de ultras de izquierda boicoteó un acto de VOX en Murcia
concentrándose de manera ilegal ante el hotel en el que se iba a celebrar,
desde donde profirieron auténticas barbaridades contra José Antonio Ortega Lara
y ensalzaron las peores matanzas del Frente Popular en la Guerra Civil.
Pero ha sido
tras el espléndido resultado del partido de Abascal en las autonómicas
andaluzas cuando la violencia contra VOX se ha desbordado, y rara es la semana en la que no
se produce un ataque contra miembros de una
formación de trayectoria impecable y que, desde luego, no tiene dirigentes que
hayan comandado escraches, ensalzado regímenes criminales como el que está
devastando Venezuela y elogiado la visión de los terroristas de ETA en
los tremendos años de plomo de la Transición.
Estos son
los frutos de la "alerta antifascista"
decretada por el comunista biempagado por la República Islámica de Irán Pablo
Iglesias Turrión en la misma noche electoral andaluza, signada por el fracaso de Podemos y
el éxito resonante de VOX. El indeseable Iglesias no es ni mucho menos la
excepción sino la norma en la izquierda siniestra de esta hora, que se
afana tanto en criminalizar al partido de Santiago Abascal y José Antonio
Ortega Lara como en blanquear al de los que les quisieron asesinar.
La izquierda
está traspasando todas las líneas de la incitación al crimen político con su furioso discurso de odio a VOX. Y la extrema izquierda está actuando en la calle en
consecuencia, mientras los medios que ejercen de caja de resonancia de una y
otra miran para otro lado o, aún más repugnantemente, hasta se afanan en
aportar contextualizaciones que más parecen coartadas, cuando no se
dedican a hacer ominosos reportajes de investigación sobre los votantes del
partido verde en bastiones comunistas.
Este estado
de cosas debe hacer reflexionar a Ciudadanos, partido que
ha sido objeto del odio liberticida de los mismos que ahora andan a la caza del
voxero pero que aun así se suma a la campaña infame de denigración
contra la formación de Abascal y Ortega Lara, con la que no quiere tener el
menor trato, como si estuviera compuesta por auténticos apestados. Se acabó.
Ciudadanos debe rectificar y no
hacer el juego a los auténticos enemigos de España, que no son precisamente los
dirigentes, votantes y simpatizantes del partido que va a hacer posible el
cambio en Andalucía sino quienes les han puesto en la diana.
(Edit.LD/14/1/2019.)
¿QUÉ DICEN RIVERA Y MACRON?
La expolítica del PSOE y de UPyD, Rosa Díez, compartió en Twitter una
publicación en la que lanzaba una
pregunta a Sánchez. Le recuerda que el presidente pactó con
independistas.
“Vox no ha formado parte ni es testaferro de ninguna organización terrorista que ha
asesinado a centenares de españoles. Los socios parlamentarios de Sánchez, sí.
¿Dirá algo al respecto Macron?"
(COPE/13/1/2019.)
(Y
las cadenas de progreso hablando del peligro de VOX.
Tertulianos
de progreso: ¡Socorro! ¡Viene la ultraderecha!)
Cargos públicos de Podemos
apoyan abiertamente el golpe de Maduro.
Alberto Cubero, teniente de alcalde de Zaragoza y la
senadora de En Marea, Vanessa Angustia graban sendos vídeos de apoyo a Maduro.
Libertad
Digital
2017-07-27
LA CALLE ES Y VA A SER DE TODOS.
Tenía pensado escribir sobre la necesidad que tiene Andalucía de un gran arquitecto político-jurídico capaz de, circulando de la ley a la ley como lo hizo Torcuato Fernández Miranda en la meritoria transición del franquismo a la democracia, desmontar la tela de araña tejida a lo largo de cerca de 40 años. Pero, claro, para eso hace falta que los partidos que van a gobernar quieran realmente que una democracia liberalizante suceda a un régimen monopartidista que se erigió, a menudo tramposamente, con la ley en la mano.
Los que nunca hemos tenido partido que nos ladre, y mucho menos que nos mande, dudamos de esa buena voluntad y estamos atentos a los hechos, que siempre son verdad porque son. Pero, además de un gran diseñador, va a ser necesario que quienes queremos vivir sin la hemiplejia orteguiana derecha-izquierda estemos dispuestos a que la calle no sustituya a las urnas –operación ya en ciernes–, y a que nadie se apodere de una calle que es de todos.
Lamentablemente, y también lo anticipó Ortega, como tantas otras cosas, el tipo de hombre (y de mujer, que exigen las del género) que hoy predomina está poseído por la básica creencia de que él lo sabe ya todo –es, por definición, no el hombre de la calle, sino el hombre al cabo de la calle, el hombre que no sabe no saber–, el fanático (y la fanática).
Ocurre de manera desmesurada y congénita en una izquierda decrépita que se atribuye la omnisciencia infusa a partir de su mini biblia dialéctica de hace casi dos siglos. Descabellante ha sido el comentario del gran Rodríguez Braun sobre el tuit de las pipas de Teresa Rodríguez. Pero comienza a ocurrir asimismo en un presunto centro –lo de Rivera, ya más excéntrico que céntrico, es libertinaje político donde nada vale porque todo vale lo mismo– y la nueva derecha creciente, tentada por la simplificación conceptual, por el cultivo de la sinrazón y, empujada por sus enemigos, por la sustitución del debate por la fuerza.
La democracia, como sistema menos malo, exige el respeto al resultado de las urnas si este ha sido legítimo y legal. En las urnas, cada cual, secreta y libremente, según sus intereses y su voluntad, decide un rumbo para una comunidad de vecinos, una institución, región, nación o suprarregión. Pero, con las papeletas aún calientes, otra vez se amenaza con la calle. Hay una izquierda enferma de totalitarismo que sólo respeta las urnas cuando gana y las desprecia y descalifica cuando pierde. Repásese la historia de España, que algunos no repasan, sino que deforman. Al final ese comportamiento, esencialmente violento, acaba arrastrándolo todo, en el aterrador juego de la acción y de la reacción, a la trituradora de la democracia.
Por tanto, los partidos que tienen la responsabilidad de sacar a Andalucía del antiguo ruedo vicioso del atraso y la dependencia –mientras insiste el mequetrefe incesante de la Moncloa prevaricando contra la legalidad constitucional con nuevas regalías para el separatismo y el izquierdismo– deben, no sólo encontrar a su gran constructor de la reposición democrática exigible, sino reanimar y rearmar el debate racional de altura frente el abuso antidemocrático de la calle contra las urnas que ya resopla por muchas esquinas. Den más medios a la comunicación y el debate de ideas. Den voz y altavoz a quienes se ha hecho casi enmudecer durante 40 años. Ya.
La calle es de todos, no sólo de algunos. Si hay quienes quieren apropiarse de ella para menospreciar ideas y urnas, habrá que demostrar que la mayoría de los andaluces, y de los españoles, ya hemos dicho ¡basta! a esa usurpación.
Pedro de Tena/LD/14/1/2019.)
¡ALERTA BORROKA!
Este fin de semana se han producido toda clase de actos de violencia contra Vox, partido cuyo primer punto de acuerdo con el PP en Andalucía, aún no leído por los columnistas finos, es la defensa de la unidad nacional y del orden constitucional que, como en todas las Constituciones que España ha tenido hasta la fecha, se basa en la soberanía nacional.
No en la propia Constitución, tautología que pretende imponer la neocátedra mediática de patriotismo constitucional, no sé si por la exaltación moral que provoca en todo ciudadano tal o cual disposición transitoria, porque pretenden diseñar una patria sin patriotas, una nación por lo contencioso-administrativo que sancione como delito de género el sentir nacional y que, como ya satirizó inútilmente Larra, a España se le llame, con una mueca de hastío, Estepaís.
La mayor parte de las agresiones a Vox, en el terreno físico, han sido en Cataluña, pero en Zaragoza, donde ya un izquierdista asesinó a un señor por llevar unos tirantes con la bandera nacional, a un dirigente de Vox le han roto la nariz con un extintor. Susana Díaz e Izquierda Unida llaman a la "alerta antifascista" que proclamó Pablo Iglesias tras su fracaso electoral. Y como en 2002, cuando la izquierda temió perder por muchos años el poder y se echó a la calle hasta con la ETA, el PSOE se alinea con la extrema izquierda, incluidas todas las variantes de matonismo etarroide, con los CDR, las SA del catanazi Torra, a la cabeza. Los que pusieron a Falconetti.
Pero igual que la violencia etarra venía precedida por una campaña de señalamiento y criminalización política, y que el Pacto del Tinell fue alimentado en todos los medios nacionalistas y de izquierdas, la campaña contra Vox ha alcanzado un nivel de brutalidad mediática asombrosa.
Una asociación feminista de periodistas de Castilla y León ha pedido a la Junta, mientras le rompían las narices con el extintor al de Zaragoza, que no ceda locales a Vox para actos políticos. Estas periodistas contra la noticia recuerdan al Gramma que insulta a los disidentes que, a continuación, los CDR cubanos apalean en sus actos de repudio. En su día, la demagogia sexista del caso de La Manada, inseparable del de Juana Rivas, llevó a una de sus asociaciones a llamarse Manada Antifascista. Ahora declaran la alerta borroka. Ni que fueran columnistas
LA CALLE ES Y VA A SER DE TODOS.
Tenía pensado escribir sobre la necesidad que tiene Andalucía de un gran arquitecto político-jurídico capaz de, circulando de la ley a la ley como lo hizo Torcuato Fernández Miranda en la meritoria transición del franquismo a la democracia, desmontar la tela de araña tejida a lo largo de cerca de 40 años. Pero, claro, para eso hace falta que los partidos que van a gobernar quieran realmente que una democracia liberalizante suceda a un régimen monopartidista que se erigió, a menudo tramposamente, con la ley en la mano.
Los que nunca hemos tenido partido que nos ladre, y mucho menos que nos mande, dudamos de esa buena voluntad y estamos atentos a los hechos, que siempre son verdad porque son. Pero, además de un gran diseñador, va a ser necesario que quienes queremos vivir sin la hemiplejia orteguiana derecha-izquierda estemos dispuestos a que la calle no sustituya a las urnas –operación ya en ciernes–, y a que nadie se apodere de una calle que es de todos.
Lamentablemente, y también lo anticipó Ortega, como tantas otras cosas, el tipo de hombre (y de mujer, que exigen las del género) que hoy predomina está poseído por la básica creencia de que él lo sabe ya todo –es, por definición, no el hombre de la calle, sino el hombre al cabo de la calle, el hombre que no sabe no saber–, el fanático (y la fanática).
Ocurre de manera desmesurada y congénita en una izquierda decrépita que se atribuye la omnisciencia infusa a partir de su mini biblia dialéctica de hace casi dos siglos. Descabellante ha sido el comentario del gran Rodríguez Braun sobre el tuit de las pipas de Teresa Rodríguez. Pero comienza a ocurrir asimismo en un presunto centro –lo de Rivera, ya más excéntrico que céntrico, es libertinaje político donde nada vale porque todo vale lo mismo– y la nueva derecha creciente, tentada por la simplificación conceptual, por el cultivo de la sinrazón y, empujada por sus enemigos, por la sustitución del debate por la fuerza.
La democracia, como sistema menos malo, exige el respeto al resultado de las urnas si este ha sido legítimo y legal. En las urnas, cada cual, secreta y libremente, según sus intereses y su voluntad, decide un rumbo para una comunidad de vecinos, una institución, región, nación o suprarregión. Pero, con las papeletas aún calientes, otra vez se amenaza con la calle. Hay una izquierda enferma de totalitarismo que sólo respeta las urnas cuando gana y las desprecia y descalifica cuando pierde. Repásese la historia de España, que algunos no repasan, sino que deforman. Al final ese comportamiento, esencialmente violento, acaba arrastrándolo todo, en el aterrador juego de la acción y de la reacción, a la trituradora de la democracia.
Por tanto, los partidos que tienen la responsabilidad de sacar a Andalucía del antiguo ruedo vicioso del atraso y la dependencia –mientras insiste el mequetrefe incesante de la Moncloa prevaricando contra la legalidad constitucional con nuevas regalías para el separatismo y el izquierdismo– deben, no sólo encontrar a su gran constructor de la reposición democrática exigible, sino reanimar y rearmar el debate racional de altura frente el abuso antidemocrático de la calle contra las urnas que ya resopla por muchas esquinas. Den más medios a la comunicación y el debate de ideas. Den voz y altavoz a quienes se ha hecho casi enmudecer durante 40 años. Ya.
La calle es de todos, no sólo de algunos. Si hay quienes quieren apropiarse de ella para menospreciar ideas y urnas, habrá que demostrar que la mayoría de los andaluces, y de los españoles, ya hemos dicho ¡basta! a esa usurpación.
Pedro de Tena/LD/14/1/2019.)
¡ALERTA BORROKA!
Este fin de semana se han producido toda clase de actos de violencia contra Vox, partido cuyo primer punto de acuerdo con el PP en Andalucía, aún no leído por los columnistas finos, es la defensa de la unidad nacional y del orden constitucional que, como en todas las Constituciones que España ha tenido hasta la fecha, se basa en la soberanía nacional.
No en la propia Constitución, tautología que pretende imponer la neocátedra mediática de patriotismo constitucional, no sé si por la exaltación moral que provoca en todo ciudadano tal o cual disposición transitoria, porque pretenden diseñar una patria sin patriotas, una nación por lo contencioso-administrativo que sancione como delito de género el sentir nacional y que, como ya satirizó inútilmente Larra, a España se le llame, con una mueca de hastío, Estepaís.
La mayor parte de las agresiones a Vox, en el terreno físico, han sido en Cataluña, pero en Zaragoza, donde ya un izquierdista asesinó a un señor por llevar unos tirantes con la bandera nacional, a un dirigente de Vox le han roto la nariz con un extintor. Susana Díaz e Izquierda Unida llaman a la "alerta antifascista" que proclamó Pablo Iglesias tras su fracaso electoral. Y como en 2002, cuando la izquierda temió perder por muchos años el poder y se echó a la calle hasta con la ETA, el PSOE se alinea con la extrema izquierda, incluidas todas las variantes de matonismo etarroide, con los CDR, las SA del catanazi Torra, a la cabeza. Los que pusieron a Falconetti.
Pero igual que la violencia etarra venía precedida por una campaña de señalamiento y criminalización política, y que el Pacto del Tinell fue alimentado en todos los medios nacionalistas y de izquierdas, la campaña contra Vox ha alcanzado un nivel de brutalidad mediática asombrosa.
Una asociación feminista de periodistas de Castilla y León ha pedido a la Junta, mientras le rompían las narices con el extintor al de Zaragoza, que no ceda locales a Vox para actos políticos. Estas periodistas contra la noticia recuerdan al Gramma que insulta a los disidentes que, a continuación, los CDR cubanos apalean en sus actos de repudio. En su día, la demagogia sexista del caso de La Manada, inseparable del de Juana Rivas, llevó a una de sus asociaciones a llamarse Manada Antifascista. Ahora declaran la alerta borroka. Ni que fueran columnistas
(F. Jiménez Losantos/ElMundo/14/1/2019.)
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