Pilar Llop, Delegada para la violencia de género.
'Tenemos un sistema que funciona y detecta las denuncias falsas, que no llegan al 0'017%'.
(YoDona/nº 717/26/Enero/2019.)
EL MITO DE
LAS DENUNCIAS FALSAS, OTRA VEZ.
Con motivo
de la detención por denuncia falsa de una mujer que había
acusado a su ex de haberla
secuestrado y echado pegamento en la vagina, han vuelto a surgir las voces de
siempre denunciando el supuesto "mito de las denuncias falsas"
y explicándonos que en realidad éstas son un porcentaje ridículo del total, que
varía entre el 0,014 de Público y el 0,4 de El País. Pero mienten.
La notable
discrepancia entre esas cifras es debida a que se basan en informes distintos,
pero en ambos casos se equipara el concepto denuncia falsa con una
realidad bien distinta: las causas abiertas por denuncia falsa. Lo que hacen
quienes repiten estas cifras como papagayos es algo que consideraríamos
estúpido si estuviéramos hablando de cualquier otra cosa: considerar que si la
Fiscalía no investiga a un delincuente es que no ha existido delito.
Debería
resultar significativo que tantos españoles continuemos erre que erre pensando
que hay denuncias falsas si las cifras que nos sacan año tras año fueran
ciertas. Con datos así, ni siquiera el consabido "menganito me dijo que a
su amigo le pasó" tendría mucho recorrido. Pero es que ese runrún no se
refiere a condenas por denuncias falsas, sino a denuncias sobre las que el
sentido común nos dice que podrían ser falsas pero que jamás se investigaron.
Porque, verán, pese a lo que veamos en las pelis de juicios americanas, en
España no funciona eso de que eres inocente porque es tu palabra contra la
suya. En España se condena, y mucho, sólo con el testimonio de quien
denuncia, si el juez lo considera creíble. Pero lo contrario no sucede. Si
el testimonio de quien denuncia no se considera creíble, no se abre
automáticamente una investigación por denuncia falsa.
Tomemos el
informe del CGPJ. Resulta especialmente interesante porque emplea una cata de
500 sentencias, salidas de las Audiencias Provinciales, entre las que se
encuentran numerosos casos reales en que la denuncia no prosperó por falta de
credibilidad de la denunciante. Así, una se inventó un viaje a Marruecos como parte de
su caso presentando como prueba fotografías con el acusado pegado con
Photoshop. Una aspirante a asesina aprovechó las leves lesiones que le causó su
pareja al defenderse de sus
puñaladas como prueba
de maltrato. Una presunta violada declaró cosas completamente contradictorias
en la investigación y en el juicio, entre ellas que era virgen y luego
que no lo era, y sin
lesiones que corroboraran su historia.
En un juicio por violación, secuestro y
maltrato, la denunciante afirma que se inventó su denuncia
inicial porque quería
volver con él. En un caso de secuestro, una testigo, familiar de la
denunciante, asegura haber oído por teléfono los insultos de él sin que exista
registro de tal llamada, y el móvil de la supuesta
víctima siguió
funcionando durante el supuesto secuestro, pese a que se declaró lo contrario.
Y así muchos más: pueden consultar la excelente revisión de
David Prieto sobre los
casos de los que habla el informe.
En ninguno
de ellos se abrió una investigación por denuncia falsa. Es cierto que no cabe
concluir sin más que lo son pese a los indicios. Pero sí que esos indicios
existen; de ahí que no se condenara a los acusados. En alguno de los juicios
incluso se advirtió a la denunciante de que podría estar inculpándose de un
delito de denuncia falsa. Pero nada se hizo. No se investigó nada, y
nada se reflejó en los porcentajes que esgrimen los medios defensores de la ley
contra la violencia de género. Esos porcentajes son así de bajos porque los
jueces no deducen testimonio, por regla general, cuando hay sospechas de que
una denuncia de este tipo es falsa.
Eso no quita para que, por supuesto, sí se
haga en casos mediáticos como el de la falsa violación en
grupo de Málaga o el de la
mentirosa del pegamento. Pero no intenten convencernos de que las denuncias
falsas casi no existen, por favor. Ofenden a la inteligencia y, por supuesto, a
su credibilidad
(Daniel Rodriguez Herrera/LD/ 10/31/2016.)
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