(Taxistas y taxistos, pilotos y pilotas. Bomberos y bomberas. Miembros y miembras. Paracaidistos y paracaidistas. Testigos y testigas. Ediles y edilas. Periodistos y periodistas...
La RAE se reafirma en rechazar
el lenguaje inclusivo.
La Real Academia Española (RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) han presentado este lunes su primer manual de estilo del idioma español. Esta publicación sin precedentes pretende servir de guía práctica para resolver todas aquellas dudas surgidas de la evolución que en los últimos años han experimentado ciertas cuestiones ortográficas, fonéticas o gramaticales y que hoy en día siguen suscitando confusión o polémica acerca de su uso.
Bajo el título Libro de estilo de la lengua española y la coletilla según la norma panhispánica, la obra pone el foco en la ortografía propia de la escritura digital, que "no debe abandonar sino acoger todas las normas lingüísticas ya existentes", ha explicado el director honorario de la RAE, Víctor García de la Concha. En su primer capítulo, esta nueva obra insiste en la opinión de la institución de rechazar el uso del lenguaje inclusivo y considera así innecesarias todas las variables de inclusión del doble género (como "todos y todas", "todxs", "todes" o "tod@s"). Además, deja claro que el género masculino, "por ser el no marcado, puede abarcar el femenino en ciertos contextos".
El debate del lenguaje inclusivo se reabrió el pasado mes de julio cuando la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, encargó a la RAE un informe sobre la modificación del texto de la Constitución de manera que, a su juicio, reflejara una mayor paridad entre hombres y mujeres.
Precisamente, durante el mes de diciembre la Academia debatirá y aprobará, o no, el citado informe. Tal y como Villanueva declaró en julio, desde la institución continúan considerando que "el problema es confundir la gramática con el machismo" y anuncian que "no habrá grandes novedades" de cara a la votación... Es muy posible que la 'patata caliente' le caiga a su sucesor, ya que Villanueva deja el cargo el próximo 13 de diciembre, día en el que los académicos se reunirán para elegir nuevo director.
García de la Concha, el que fuera director de la Academia de 1998 a 2010, ha ejercido de coordinador de este volumen de 504 páginas, que ha calificado de "un servicio importante a los nativos digitales", capaz de "resolver dificultades ordinarias de manera llamativa y concentrada", ofreciendo un "hallazgo rápido" de respuestas a modo de "píldoras".
La idea de este proyecto surgió con este siglo, que introdujo una nueva forma de leer a través de los medios digitales y sus nuevas combinaciones de texto e imagen en dispositivos que, de pronto, emitían luz en lugar de recibirla como hacía el papel. Concretamente, el planteamiento se hizo por primera vez en 2001, en el II Congreso Internacional de la Lengua Española de Salamanca, de la mano del académico Francisco Rico.
El tomo, editado en una primera tirada de 10.000 ejemplares y con un precio de 24,90 euros, incluye una ortotipografía de signos digitales y un glosario de términos como tuit, yutubero o guasap. Todo ello, manteniendo el principio policéntrico que la institución viene aplicando desde hace decenios con el objetivo de "mejorar el uso de nuestro idioma común, una lengua muy extendida y con muchas modalidades que deben ser atendidas", según ha explicado su director Darío Villanueva.
(Andrea Pérez/ElMundo/27/Noviembre/2018.)
El lenguaje incluyente es una
aberración lingüística y una falacia feminista que deberíamos desterrar tanto
de los discursos políticos como del debate académico por muchísimas razones,
pero principalmente por tres argumentos fundamentales:
1. La ilusión de la visibilización
feminista
Ser feminista no es hablar de todos y todas, ni más
faltaba. Alegan algunas feministas que incluir a los dos géneros gramaticales
en los discursos públicos y en los comunicados oficiales permite la
visibilización de la mujer, que está sometida simbólicamente en el uso del
masculino colectivo. Yo, como seguidor del feminismo, creo que hasta en algo
puede tener razón esa teoría pero, como lingüista, me parece una aberración
tautológica:
Supongamos que el movimiento feminista logra que se
haga obligatorio el uso del lenguaje incluyente en todas nuestras
conversaciones: ¿A qué género se debe nombrar primero? ¿Si digo “niños y niñas”
estoy poniendo a las mujeres simbólicamente en segundo lugar? ¿Si las cito de
primeras estoy pasándome con el discurso políticamente correcto? ¿Y qué pasa
con las minorías que no se identifican con ningún género? ¿no debería el
lenguaje nombrarlas también a ellas de alguna manera?
Y si debemos mencionar ambos géneros cuando hagamos
referencia a la población en general, ¿también deberíamos ser incluyentes
cuando hablamos de sustantivos con connotaciones negativas como lo insinuaba
Héctor Abad en un tuit? ¿Deberíamos hablar, entonces, de secuestradores y
secuestradoras, de bandidos y bandidas?
¿Y qué pasa con los adjetivos, que por tradición
machista tienen diferentes significados según el género? Porque no es lo mismo
decir “el viejo zorro” que “la vieja zorra”, o “mi amigo es un perro” que “mi
amiga es una perra”, o “ese tipo es un toro” a “esa vieja es una vaca”… en fin.
2. La lengua es una experiencia
cultural
El español, como todas las lenguas, está cargado de un
sentido ideológico y de una experiencia social que lo transforma con el paso de
los años y de los siglos. Basta señalar el caso de las palabras “cabello” y
“colocar” que en el siglo XIX fueron consideradas versiones cultas de “pelo” y
de “poner” o de expresiones cachaquísimas que buscan diferenciar la clase
social del hablante. Con el género pasa lo mismo: el español es machista pero
no por sí mismo, sino porque es un producto cultural, así que si queremos que
en el discurso haya equidad de género debemos empezar por transformar nuestra
cultura machista. Como lo decía en una
columna sobre las letras del reguetón, la forma en que usamos nuestra lengua pone en
evidencia lo que somos y en lo que creemos, por lo tanto, la discriminación a
la mujer no cesará usando el horroroso lenguaje incluyente, sino cambiando la
mentalidad de la gente”, con educación, con empoderamiento y sobre todo, con
paciencia.
3. La ley del mínimo esfuerzo.
El cuerpo humano siempre busca la manera de obtener
los mejores resultados usando la menor cantidad de recursos, esta
estrategia biológica es conocida como “la ley del mínimo esfuerzo” y aplica
también para los procesos sociales. Nuestro aparato fonador está diseñado de
tal manera que pronunciar ciertas combinaciones de fonemas nos resulta muy
difícil, por eso, algunas palabras que en principio se pronunciaban de una
manera ahora se han simplificado (fermoso, obscuro) y otras, que en la
escritura se escriben de alguna manera, suelen pronunciarse de otra (abnesia
por amnesia, usté por usted), lo mismo aplica cuando los enunciados son
innecesariamente largos o engorrosos: es más simple, tanto en locución como en
comprensión, decir “los niños colombianos son bonitos” que decir “los niños y
las niñas, colombianos y colombianas, son bonitos y bonitas, respectivamente”.
Esta es una de las principales razones por las que el lenguaje incluyente no ha
pegado ni pegará jamás, por simple economía lingüística.
(Blog andresburgos/Colombia.)
Aena elimina del mensaje de
megafonía "señores pasajeros" por considerarlo machista.
La compañía quiere evitar discriminar por género a los
viajeros cuando informen de las puertas de embarque en los aeropuertos.
Libre
Mercado
2019-03-01
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