Vivir con la imperfección
"Procurando lo mejor estropeamos a menudo lo que está bien". William Shakespeare (1564-1616).
Una manera de entenderlo es afirmar que una obsesión por la perfección es más negativa que positiva. Pero, ¿qué entendemos por perfección? Distinguiría dos aspectos. El perfeccionismo individual y el perfeccionismo social.
El perfeccionista individual es el que quiere conseguir, en lo que se propone, la perfección. Se ha dicho que el perfeccionismo individual está ligado a la inseguridad o que es patológico. Puede ser, pero no es necesario.
Hay ejemplos en figuras conocidas, como Teresa de Ávila. También hay perfeccionismos mundanos, como sucede con algunos deportistas. Se esfuerzan hasta la extenuación para ser el número uno. Y si lo consiguen, siguen su camino de perfección. Lo normal es que otros aspectos importantes queden desatendidos. Pero así es la vida.
Sin embargo, lo que más me interesa no es el perfeccionismo individual sino el perfeccionismo social. A fin de cuentas, cada uno debe hacerse responsable de su vida. Si me equivoqué, yo seré el que más pague las consecuencias. Aunque pueda haber personas de mi entorno que también reciban efectos negativos.
En todo caso, me parece muy positivo que las personas tengan espíritu de superación y no se conformen con lo que son. A ser posible, sin una enfermiza obsesión por lo perfecto.
Pero esto no es nada comparado con el perfeccionismo social. Con el perfeccionismo individual, yo decido lo que quiero hacer con mi vida. Con el perfeccionismo social, lo deciden otros.
¿Ejemplos? Las doctrinas totalitarias. Comunismo, Nazismo y Fascismo.
El Estado comunista, como el Estado nazi, quieren saberlo absolutamente todo. Y a todos espían. La película ‘La vida de los otros’, dirigida por Florián Henkel, es un magnífico ejemplo del comportamiento de los totalitarismos. En este caso, comunista. Control total de los súbditos (ya que sería un sarcasmo hablar de ciudadanos) y terror generalizado, a través de una policía secreta con amplísimas competencias para hacer lo que crea conveniente para defender al Estado.
¿Cuál es el objetivo del comunismo? La eliminación de la sociedad capitalista. Dado que ésta no se dejará eliminar por las buenas, se eliminará por las malas. Un aspecto destacable, que nos permite entender esta ideología totalitaria, es la cuestión de los derechos humanos. En la ‘Crítica al programa de Gotha’, K. Marx dice que los derechos humanos son un absurdo ideológico y una basura verbal obsoleta. ¿Por qué?
Porque los derechos humanos tienden a ablandar los corazones, en plena lucha contra los enemigos de clase. Y, también, porque los derechos humanos son anacrónicos. Fueron necesarios en una época prehistórica en la que las personas tenían que ser protegidas por los daños y peligros provocados por un mundo imperfecto. Ahí está la cuestión. El mundo anterior al comunismo era un mundo imperfecto. Pero una vez alcanzada la sociedad comunista- una sociedad perfecta- los derechos humanos dejarán de ser necesarios.
Contrastemos con Raymond Aron: "El liberal cree en la permanencia de las imperfecciones de la humanidad".
¿Qué sucede con el individuo- si podemos hablar de individuos en un mundo totalitario- que no quiere participar en este mundo perfecto? Cárcel o manicomio. No es casualidad que muchos adversarios políticos- en la antigua Unión Soviética- fueran ingresados en hospitales psiquiátricos. Sólo un perturbado puede oponerse a tanta perfección.
¿Y qué pasa con el nazismo? En las elecciones parlamentarias de noviembre de 1932, el partido nazi fue el más votado, sin alcanzar la mayoría absoluta. Las siguientes elecciones de 1933, ya no puede decirse que fueran democráticas. Porque se produjeron en un ambiente de intimidación, miedo y represión por parte del nuevo Gobierno nazi.
Ya en el poder, tanto las ideas como las actuaciones del Gobierno nazi fueron claramente dictatoriales. Como, por ejemplo, la militarización del pueblo, los ataques a la democracia, al judaísmo internacional y al comunismo. Se suprimieron derechos y libertades individuales. Las empresas y los sindicatos obreros tuvieron que someterse al Estado nazi. Las actividades de los ciudadanos (aunque mejor es llamarles ‘súbditos’) eran vigiladas por la policía y milicias populares. La oposición fue primero reprimida y después eliminada. Por no hablar de los millones de asesinatos y campos de concentración, en los que fueron masacrados millones de judíos y otros. Se puede afirmar, rotundamente, que los derechos humanos, durante el régimen nazi, fueron absolutamente pisoteados.
El objetivo fundamental del nazismo y de Hitler, al desencadenar la Segunda Guerra Mundial, fue conquistar un imperio ario, desde Alemania hasta los Urales. Decían que era el territorio natural del pueblo alemán, el Lebensraum (espacio para vivir) que Alemania necesitaba. Y el objetivo de eliminar a los judíos y proclamar la superioridad de la raza aria. Mundo nazi perfecto.
Pero no debemos creer que nosotros estamos exentos de toda responsabilidad. Sigue habiendo mucho bobo político.
A principios del siglo XX, Trotsky presentó a Lenin a un marxista alemán, Willi Münzenberg. Este último dijo que el triunfo revolucionario sólo dominaría Europa si se contaba con la ayuda de lo que él llamaba, “el club de los inocentes”. Lo que fue la Alianza de Intelectuales Antifascistas (década de los 30), que era una defensa de la Unión Soviética ante el mundo democrático occidental.
Ayudaron a que el mundo progresista occidental creyera que la Unión Soviética era el auténtico enemigo de los totalitarismos. Ahora, Podemos y asimilados ofrecen el comunismo del siglo XXI como solución para nuestros males. ¡Y gobiernan gracias al mentiroso Sánchez! ¿Habrá muchos bobos/inocentes que traguen las soluciones mágicas de Iglesias, Errejón, Belarra y cuadrilla?
La más eficaz vacuna contra tanta estupidez e ingenuidad políticas es la existencia de una ciudadanía culta. Comprometida con la libertad y la responsabilidad que la libertad comporta.
El mundo perfecto no existe. Existe la imperfección, o el infierno. Aunque, a veces, la imperfección es tan grave (socialistas, comunistas, filoetarras y golpistas catalanistas gobernando) que tiene un pie en el infierno.
PD Invasión marroquí de Ceuta. Incluso un socialista histórico como Alfonso Guerra, dijo: "La izquierda no tiene fuste para defender España".
Así es. No tengo palabras para manifestar mi desprecio a este gobierno de izquierdas.
PD La indignidad del socialista Sánchez no tiene límites. Quiere indultar a los golpistas, que insisten: "Lo volveremos a hacer".
(MallorcaDiario/2/6/2021.)
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