lunes, 9 de mayo de 2022

ANACLETO EN LA MONCLOA

Anacleto en La Moncloa

Por Álvaro Delgado

Titulé mi columna anterior '007 en La Boquería', dando cuenta del esperpento victimista que el nacionalismo catalán había cocinado -en combinación con un admirador de Puigdemont, una peculiar revista norteamericana y la ingenua Universidad de Toronto- para mantener viva entre sus huestes la alicaída llama del 'procés', acusando al Gobierno de España de espiar, mediante el programa israelí Pegasus, los teléfonos de los principales líderes separatistas.

Pero, en la España de Pedro Sánchez, ni el ridículo público ni el deterioro institucional tienen nunca señalado un punto final. Por sorpresa, mientras la Comunidad de Madrid celebraba la popular fiesta del 2 de mayo, el Ministro de Presidencia, Félix Bolaños, convocó una rueda de prensa para dar cuenta de otro esperpento más: que los teléfonos móviles particulares del Presidente del Gobierno y de la Ministra de Defensa, Margarita Robles, habían sido espiados, usando también el software Pegasus, por personas y con fines hasta ahora desconocidos.

'Anacleto Agente Secreto' fue un exitoso cómic de mi infancia, creado por Manuel Vázquez Gallego y publicado por la editorial Bruguera, que contenía una parodia de las novelas y películas de espías. Su protagonista era un agente de pelo negro, con un característico flequillo y nariz prominente, vestido siempre de esmoquin y con un cigarrillo en la boca, que emulaba la mítica figura de James Bond. Sus desternillantes misiones, coordinadas por un jefe gordo, calvo y con gafas, y que tenían como rival al malvado Profesor Boro, constituyeron un hilarante contrapunto al glamour que las películas de espías nos habían aportado desde la aparición cinematográfica del mítico Agente 007.

Ahora resulta que una banda de Anacletos parece haberse instalado en la política española. Porque ya me dirán ustedes cuál es la finalidad de anunciar, un año después de suceder (mayo de 2021) y once meses después de que Moncloa lo conociera (julio de 2021), que a dos miembros del Gobierno les hackearon sus móviles privados. ¿Se trata de contentar a los ofendidos catalanes diciéndoles que si a vosotros os espiaron a nosotros también? ¿Quizás, de no dejar una institución sin desprestigiar -en este caso toca el turno a los servicios de inteligencia- para consumar el desmantelamiento completo de la España del 78? ¿O, tal vez, de una maniobra propagandística más del filibustero Pedro Sánchez para presentarse como víctima tratando de remontar el deterioro demoscópico de su pésimamente avenido Gobierno?

Para calibrar la trascendencia de estas revelaciones debemos colocarlas en su contexto político actual: España va a acoger en dos meses la cumbre de la OTAN, y estamos transmitiendo a todos sus miembros -mientras se desarrolla una guerra en el este de Europa- que el país anfitrión presenta graves fallos en su seguridad; además, Sánchez -como hizo con la Ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, tras la crisis con Marruecos- parece ofrecer como cabeza de turco la dimisión de la Directora del CNI para aplacar los ofendidos ánimos de los golpistas catalanes, cuyo apoyo parlamentario necesita perentoriamente para continuar unos meses más en el sillón. Como ha descrito sarcásticamente Jorge Bustos, “sin el pulgar de Rufián se acaban los veranos en Lanzarote”.

Todo esto tiene el aspecto de ser otra maniobra de distracción, una performance más elaborada por la hiperactiva factoría de Moncloa Producciones, que, queriendo exhibir transparencia, está mostrando debilidad. En su habitual actuación improvisada -sin meditar demasiado las consecuencias- nuestro Presidente del Gobierno sin escrúpulos prefiere pagar peajes inmediatos que valorar los efectos mediatos de las delicadas decisiones que va adoptando. No le importa deteriorar la imagen de todas las instituciones, como ha hecho con el Parlamento, la Fiscalía General, el CGPJ, la Guardia Civil, el CIS o el Tribunal de Cuentas con tal de aferrarse desesperadamente al poder. Aunque, cuando se vaya, va a dejarlo todo -incluido el PSOE- como el solar de un remoto polígono industrial.

Ya dijo Carlos Herrera que, cuando Sánchez anda por medio, sólo hay que pensar en el puro oportunismo político. Porque lo que Bolaños vino a comunicarnos es que el CNI se dedica a espiar a políticos catalanes -él mismo acudió a pedir disculpas a Barcelona-, pero no sabe proteger las comunicaciones del Presidente ni de la Ministra de Defensa. Quien, por su parte, salió rauda a defender la actuación del CNI. Tenemos, en resumen, un Gobierno de miembros peleados entre sí que no tiene reparo en garantizarse una exigua supervivencia a cambio de socavar el prestigio de las instituciones de nuestro baqueteado sistema constitucional. En este caso, parece evidente que lo último que necesitan unos servicios secretos es estar colocados permanentemente en el foco de atención mediática.

No sé qué opinarán ustedes de estas esperpénticas historias pero, frente a los cansinos espectáculos de esta banda que nos gobierna, sin duda me quedo con Anacleto. Al menos, los de mi quinta nos echábamos unas risas.

 

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