jueves, 5 de mayo de 2022

¿EL PRINCIPIO DEL FIN DEL ABORTO?

¿El principio del fin del aborto?

Por Gabriel Le Senne

Cada año se provocan cerca de 73 millones de abortos voluntarios en todo el mundo. El 29% del total de embarazos (OMS). Por ponerlo en contexto, el total de fallecidos por covid asciende a 6,24 millones (Our World in Data). Cifra que incluye varios años, y además está probablemente exagerada. En fin, obviando los detalles, podemos concluir que las muertes anuales por aborto fácilmente multiplican por 20 o más las atribuidas a la famosa pandemia que ha asolado el mundo (con nuestra ayuda).

Corría el año 1973 cuando la Corte Suprema de los Estados Unidos resolvió el caso Roe vs. Wade, dictando una sentencia que anuló 46 leyes federales y estatales sobre el aborto, provocando un debate sobre si el aborto debía ser legal y hasta qué punto; debate que como en un dominó fue propagándose a numerosas legislaciones de todo el mundo, hasta el punto de quererse configurar el aborto como un derecho humano. Hasta el punto de que, para algunos compañeros ¡abogados!, sería ya un debate cerrado.

Nada más lejos. El debate está más vivo que nunca en Estados Unidos: diversos estados vienen dictando normas contra esta práctica, y ayer saltaba la noticia al filtrarse un borrador de sentencia de la Corte Suprema que podría anular Roe vs. Wade, ya que sostiene que la sentencia de “Roe estaba terriblemente equivocada desde el principio” y que “la Constitución no hace ninguna referencia al aborto, y ningún derecho de este tipo está protegido implícitamente por ninguna disposición constitucional”. Esta decisión devolvería a los estados la capacidad de legislar sobre el aborto. Y la mayoría estarían por limitarlo, cuando no prohibirlo.

Pero no se trata más que de un borrador (redactado en febrero por el juez Alito), y por tanto susceptible de cambio. Es la primera vez en la historia que se filtra un borrador de sentencia. Lo que da una idea de su importancia. El ‘progresismo’ se ha lanzado a presionar al tribunal como sólo ellos saben hacer (sin duda, ése era el propósito de la filtración).

Valdría la pena detenerse a examinar, por ejemplo, las declaraciones de Kemala Harris: “los derechos de las mujeres en América están bajo ataque. Si la Corte anula Roe vs. Wade, será un ataque directo contra la libertad (…) Esos líderes republicanos están intentando usar la ley como arma contra las mujeres. Les decimos: ¿cómo se atreven? ¿Cómo se atreven a decirle a una mujer qué puede hacer o no con su propio cuerpo? ¿Cómo osan impedir que determine su futuro?”

Al instante remite al tremebundo discurso de Greta Thunberg contra los políticos reunidos en la ONU: “¿Cómo se atreven? Han robado mis sueños y mi infancia con sus palabras vacías. (…) La gente está muriendo. Ecosistemas enteros se están derrumbando”. Vale que la política es ya puro teatro, pero uno desearía que el público castigara la sobreactuación. Aunque en este apartado es cierto que Kemala no alcanza a la Zombi. Kemala, tienes que ser aún más mala.

En lo que sí están igualadas es en la pobreza argumental. Porque el argumento de Kemala, el del abortismo, se reduce a “libertad para hacer lo que quiera con mi cuerpo”. (Por cierto, que con las vacunas no pareció importarles tanto, esto de la propiedad de los cuerpos). Aquí lo expresamos con la habitual delicadeza de Irene Montero: “nosotras parimos, nosotras decidimos”. No es bonito, pero sí expresivo. Pero como todo estudiante de primero de Derecho debería saber, la libertad propia acaba donde tropieza con la de los demás. Y no sólo hablamos del cuerpo de la embarazada, sino del otro cuerpo que lleva dentro: el de su hijo, ¡o hija! Que como todo ser humano, también tiene sus derechos.

Éste es el debate real sobre el aborto: si el no nacido es un ser humano o no. Pero fíjense cómo, apelando a la emoción y a simplismos, intentan hurtarnos la discusión real. Ni la plantean. Porque saben que en el momento en que la planteen, la pierden. Porque todos hemos visto ecografías hasta en 3D, y sabemos que ahí dentro hay un ser humano. En formación, sí; dependiente, también. Pero no hay nada que distinga a un no nacido antes del parto, del bebé ya nacido. No hay ninguna característica especial que se adquiera por el hecho de salir del vientre materno. La ciencia nos dice que desde la concepción tiene su ADN único y característico, distinto del de la madre. No es parte del cuerpo de su madre, sino un cuerpo distinto, alojado en el primero. Luego desde la concepción tenemos un ser humano, y por tanto un sujeto de derecho digno de ser protegido, y cualquier barrera temporal que queramos establecer no será más que un corte arbitrario en un proceso de desarrollo continuo.

Una vez que el niño haya nacido, si la madre no lo desea lo puede dar en adopción. A medida que la técnica progresa, es factible mantenerlo con vida antes fuera del útero materno. Cabe imaginar que en un futuro podría ser posible mantenerlo con vida y completar su desarrollo en un útero artificial en cualquier momento. Si ése fuera el caso, convendríamos en que ningún motivo habría para que la madre acabara con su vida: simplemente, podría desprenderse de él y darlo en adopción incluso antes del nacimiento. Entonces, ¿qué justificación habría para permitir darle muerte ahora? ¿Que tiene que portarlo en su vientre durante unos meses? ¿Y para evitar esto, normalmente consecuencia de actos voluntarios de la progenitora, va a ser lícito matarlo? No hombre, no. Perdón, mujer. La libertad debe ceder ante el derecho a la vida, que la precede y por tanto es de orden superior.

Lo cual nos lleva al verdadero motivo detrás de toda la furiosa lucha del abortismo: el aborto es lo que ha permitido el sexo casual, sin consecuencias. Lo que han llamado ‘liberación’ de la mujer, que Gabrielle Kuby define con acierto como ‘la destrucción de la libertad en nombre de la libertad’: la promiscuidad femenina, al gusto masculino, y el fin del matrimonio y la familia estable. Oigan, hagan lo que les dé la gana, pero a ser posible, sin matar inocentes. Y naturalmente, tras todo esto hay otro motivo, aunque es tabú: dicen que ya el informe Kissinger de 1974 afirmaba que "ningún país ha reducido el crecimiento de su población sin recurrir al aborto".

En fin, si al principio del artículo comparábamos el aborto con la pandemia, hay que indicar también que una cosa es una enfermedad, y otra acabar intencionadamente con una vida humana. O sea, un homicidio. Y porque ahora se llama genocidio a cualquier cosa, habría que pensar que, desde el año 1973, a 73 millones de abortos al año, serían 3.577 millones de vidas eliminadas. Vale, supongo que no empezaron al ritmo actual. Pongamos la mitad. Habríamos acabado con un país mayor que China.

Conclusión: la Corte Suprema debe resistir y hacer justicia. Y que algún día recordemos con vergüenza e incredulidad cómo se ignoraban los derechos de los no nacidos, como nos asombramos ahora de que se pudieran ignorar los derechos de los negros.

 

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