El socialismo globalista o la Agenda 2030
La Agenda 2030 es el mayor plan socialista de todos los tiempos. Socialista en sentido técnico: planificar y regular la sociedad, y no sólo en sus aspectos políticos y económicos, pues recordemos que para ellos “lo personal es político”, que quiere decir que todo, lo privado también, debe ser controlado por el poder. Cosa que en realidad ya entendieron los socialistas al menos desde Lenin, que lo puso en práctica en la URSS, hasta que la demografía le obligó a dar marcha atrás y volver al matrimonio y la familia. Los socialistas ‘clásicos’ tenían al menos eso: que entendían la importancia de una demografía sana.
La Agenda 2030, por tanto, como buena planificación socialista, es totalitaria: se mete en todo, afectará a todo. Como buen plan socialista, es utópico: aspira a una transformación radical de la sociedad y promete el paraíso en la tierra. Como buen plan socialista, emplea la mentira, ocultando sus verdaderas intenciones mientras sea necesario. Así, sus ‘Objetivos de Desarrollo Sostenible’ (“ODS”) comienzan con algunos que suenan muy bien: “fin de la pobreza”, “hambre cero”. Genial, ¿verdad? Ya nos tienen conquistados. Lo malo son luego los detalles. El diablo está en los detalles.
La Agenda 2030 se aprobó por la ONU en 2015 (¡gracias, Mariano!). Estamos casi a mitad de camino, y ya vamos notando algunas cosas. Ya va tomando velocidad el invento. ¿Y qué notamos, hambre cero, cero coma cinco al menos? No exactamente. Notamos que la ‘Transición Energética’ significa energía mucho más cara. Significa que tendremos que cambiar de coche a marchas forzadas. Quien se lo pueda permitir; los demás, patinete o bici.
Notamos que la comida también es cada vez más cara. Y eso que acaban de empezar. En Sri Lanka, en Holanda, Canadá o EE.UU., y ahora llega a España, agricultores y ganaderos notan que les encarecen o prohíben ciertos fertilizantes; que les añaden más y más cargas y requisitos. Los holandeses llevan semanas de protestas porque las medidas de Rutte abocan al cierre del 30% de las granjas.
Notamos también que la ‘protección’ de los espacios naturales es a menudo irracional: no se puede cortar leña, limpiar bosques, abrir cortafuegos. Ay de quien toque a un lobo. Luego se quema todo, y la culpa es del clima. Hablan de ‘la España vaciada’ y vemos que es correcto: la están vaciando.
Notamos que la educación es cada vez peor: menos exigente, menos conocimientos, y más adoctrinamiento en ideología de género, en catastrofismo climático, en historia inventada. ¡Adoctrinamiento hasta en la propia Agenda 2030, que van a tener que estudiar los chavales!
Notamos que autónomos y pymes cada vez tenemos más obligaciones y normas que cumplir: protección de datos, blanqueo de capitales, normativa laboral cada vez más rígida, más y más impuestos. Lo último, que nos digan qué temperatura debemos tener y qué puertas debemos colocar.
Nada de esto es casual. Todo ha sido analizado, debatido, estudiado. Todo se impone por todo el mundo impulsado por organizaciones internacionales. Pero no en público, naturalmente. A nosotros nos trasladan sólo el marketing: el “hambre cero”, el ‘calentamiento global acojonante’ que acabará con la Humanidad si no les obedecemos. Los líderes nacionales son solo parte de la correa de transmisión. Mandaos. Sánchez, Draghi, Rutte.
¿Y cuál es el objeto de todo esto? Pues fácil, el control social. El socialismo de toda la vida, del que partíamos. La ‘fatal arrogancia’, que decía Hayek, de un grupo de enteraos que piensan poder dirigir el planeta mejor que el ‘orden espontáneo’ fruto de las decisiones de millones de personas libres.
Y de paso, mandar, que es lo que les gusta. Pero recuerden, “si le das más poder al poder, más duro te van a venir a coger” (‘coger’, en su acepción hispanoamericana), como decían los sabios de Molotov. Si se fijan, todo esto de la Agenda 2030 va de darle más poder al poder. Y como seguía la canción: “somos pobres, nos manejan mal”.
Alguno planteará una objeción: ¡pero si están aliados con las grandes corporaciones, cómo va a ser socialismo! Efectivamente, las grandes corporaciones son parte del conglomerado, en detrimento de las pequeñas empresas y los autónomos, que se van viendo gradualmente expulsados del sistema. Esto no está reñido con el socialismo: sería socialismo de tipo alemán, siguiendo las categorías de Mises. Aquel en que no se elimina completamente el mercado, sino que éste es controlado a través de la colaboración gobierno-grandes empresas.
Cuando se agraven la crisis energética y alimentaria y el resto de consecuencias vayan llegando, recuerden que el PP también apoya esta Agenda 2030, como el Dr. Sánchez, el comunista Garzón y la gran Lilith Verstrynge.
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