IZQUIERDAS Y DERECHAS
Algunas personas utilizan los términos ‘izquierdas’ y ‘derechas’ como si fueran sinónimos de ‘buenos’ y ‘malos’. De ahí que ser de izquierdas sea bueno, progresista y solidario mientras que ser de derechas sea malo, reaccionario y egoísta. Con estas perspectivas, ¿quién quiere ser de derechas? El problema que tiene esta dicotomía es que es una simpleza. Hay gentes de izquierdas que son tontas y gentes de derechas que también lo son. Pero alguien podría decir que no se trata de una distinción psicológica sino de principios, de ideas.
Vayamos a ello. Un ejemplo de la pobreza de ideas de una parte de la izquierda (ya que no hay una sino varias izquierdas pero en un breve artículo no se puede tratar este problema) es que algunos participan de la anterior simpleza de buenos y malos y otros la fomentan, aunque no la crean.
Así nos lo dice G. Bueno, en su libro Panfleto contra la Democracia Realmente Existente, ‘... la oposición entre la izquierda y la derecha, en cualquiera de los sentidos representados por sus diferentes generaciones, queda sencillamente fuera de lugar; y si se siguen utilizando estas denominaciones, como autodefiniciones gloriosas, o como insultos al adversario, es por motivos puramente históricos y coyunturales, que tienen que ver con los tiempos de las campañas electorales ( el líder de un partido que, en su campaña electoral, levanta la bandera de ‘la izquierda’, sabe que está ofreciendo una ‘seña de identidad’ capaz de atraerle millones de votantes, mucho más eficaz que los detalles de su programa, aunque éste sea, en lo sustancial, equivalente al programa de su adversario.)’
Es decir, las etiquetas cumplen una importante función: evitan tener que pensar. Si la izquierda es ‘la buena’, las propuestas que salgan de un partido ‘de izquierdas’ serán buenas y yo seré de ‘los buenos’; si la derecha es ‘mala’, las propuestas que salgan de los partidos de derecha serán ‘malas’ y los votantes y militantes de derechas serán ‘malos’. Recordemos que estas distinciones no son forzadas. La periodista y escritora Maruja Torres dijo ‘los votantes del Partido Popular son unos hijos de puta’. Muchos esperaban que las manifestaciones contra la guerra de Irak (aunque nuestras tropas sólo han colaborado en tareas de reconstrucción) provocaran un descalabro electoral del PP, que no se produjo. Sin embargo, sí hubo un descalabro electoral en las generales, en un contexto dramático y con agujeros negros, como ha puesto de manifiesto el periodista Fernando Múgica.
En cualquier caso, es cómodo tener el mundo dividido entre buenos y malos, especialmente cuando estoy entre los buenos. Alguien podría decir ¿es que cree que los de izquierdas son idiotas? En la medida en que traguen la simpleza que he mencionado al principio de este artículo, mi respuesta es afirmativa. Afortunadamente, hay gentes de izquierdas que no piensan de forma tan simplista.
He tenido ocasión de hablar con personas de izquierdas, como Gotzone Mora, Maite Pagazaurtundúa, Nicolás Redondo o Fernando Savater, y me he sentido muy a gusto con ellos, no sólo por su calidad humana sino, además, por sus ideas, muy similares a las mías o las mías a las suyas. Dicho sin pedir excusas, soy partidario del primer Rawls. En cambio, he leído manifestaciones (no una sino muchas veces) de otras personas de izquierdas que rechazo, con mayor o menor rotundidad. ¿A qué se debe esta diferencia?
Creo que también tiene razón G. Bueno cuando dice, en su libro El mito de la izquierda, ‘Los únicos puntos en donde las diferencias entre las izquierdas y la derecha pueden mantenerse, a escala política, son aquellos que tienen que ver con las cuestiones de la estructura del Estado... En efecto, la derecha o el centro defiende ante todo la unidad territorial de la nación, así como sus símbolos. Las izquierdas españolas de ahora tienden, en cambio, a reconstruir el Estado desde supuestos federalistas, interpretándolo como un Estado multinacional, siempre, dicen, que los nacionalistas sean ‘no excluyentes’. Pero este concepto de ‘nacionalismo no excluyente’’ pide el principio, y por eso es estúpido, porque el pluralismo nacionalista no excluyente excluye necesariamente, de hecho y de derecho, la Idea de la Nación española’.
Claro que las izquierdas del ‘bueno-malo’ no se apuran. Todo el mundo es fascista menos ellos y sus amigos. Una prueba más de la profunda crisis ideológica de ‘los buenos’. Además, suelen mentir diciendo que ‘los malos’ quieren la uniformidad de España. Es falso, se defiende la unidad, estipulada en el artículo dos de nuestra Constitución. ¿Será de derechas apelar a la Constitución? Más aún,, estamos en uno de los Estados más descentralizados del mundo. ¿Será de derechas decir esto?
¿Por qué será de izquierdas desmembrar la España democrática? La izquierda del ‘bueno-malo’ se alía antes con los nacionalistas periféricos que con los Populares. La excusa (dicha a veces en público, a veces en privado) es que los Populares son franquistas. Tampoco estoy forzando las cosas. Los titiriteros de los premios Goya se manifestaban diciendo ‘Eso nos pasa por tener un gobierno facha’. ¿Es esta la cultura de izquierdas?
Una de las características de la izquierda del ‘bueno-malo’ es su desprecio por los hechos, por supuesto los hechos contrarios a sus prejuicios. Julien Benda, en su libro La traición de los intelectuales, les pedía que no subordinaran el compromiso a la verdad. Pero la izquierda del ‘bueno-malo’ subordina sin cargos de conciencia (que es de derechas) la verdad al compromiso. Por algo, como sus compañeros nacionalistas, tienen una misión histórica que cumplir.
Otrosí digo: También la derecha tiene sus miserias (aunque habría que distinguir entre la derecha democrática y la no-democrática), pero expandirlas y, a veces, magnificarlas es políticamente correcto.
Sebastián Urbina.
Abril 2004.
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