viernes, 9 de septiembre de 2005

Pillaje y talante dialogante

PILLAJE Y TALANTE DIALOGANTE.

Como es sabido, puede haber acuerdo en los hechos y desacuerdo en las valoraciones. Por ejemplo, María y Luisa pueden estar de acuerdo en que, en la ciudad X, hay insoportables niveles de ruidos y que el Ayuntamiento no hace nada, o casi nada, para superar esta molesta situación. Sin embargo, a pesar de este acuerdo acerca de lo que sucede, pueden valorar diferentemente las soluciones deseables. María puede pensar que lo deseable es dialogar con los motoristas ruidosos, haciéndoles ver que molestan a los demás y que un ciudadano respetable no debe hacer esto. También propone que se enseñe a los niños que el silencio es calidad de vida y que hay que respetarlo para no molestar. Petronila, piensa que es conveniente enseñar a los niños el valor del respeto a los demás y el valor del silencio, pero cree que sin sanciones efectivas a los ruidosos que no respetan el descanso ajeno, no hay nada que hacer.

Esto viene a cuento porque ciertos hechos recientemente acaecidos, en forma de declaraciones, pueden ser aceptadas (como María y Luisa aceptaban los mismos hechos) sin que se llegue, necesariamente, a las mismas valoraciones. Hace poco, el Presidente de la Comunidad Extremeña, dijo, entre otras cosas: ‘En cuanto uno ha levantado la veda y ha invitado a otro al club de los privilegiados, han saltado otros a pedir su adjetivo, a recordar su carácter histórico, a exhibir blasones apolillados, a querer ser nacionalidades y cosas así, al pillaje más absoluto’. Es un hecho que hizo estas declaraciones.

Una de las formas tradicionales de valorar una declaración es no ir al fondo del problema y tildar, al autor de las declaraciones, de loco. ¡Está loco! ¿Cómo nos podemos tomar en serio las declaraciones de un loco? Pero, si fuera así, estaríamos diciendo que los extremeños son unos irresponsables por haber elegido, como Presidente, a un loco. Pero no tengo motivos para suponer que los extremeños están locos. Si alguien cree que es cierto que está loco, que solicite un estudio psiquiátrico del personaje. En caso contrario, debería callarse.

Otra forma parecida a la anterior es la de sustituir una hipotética locura por ‘gracietas’. Resulta que Montilla (el catalanista de Córdoba) ha afirmado que Ibarra dice ‘gracietas’. Es otra forma, más fina pero igualmente hiriente, de descalificar al declarante. Lo que se quiere decir es que no se trata de una persona seria sino de un bromista o, incluso, de un payaso. Claro, alguien que dice ‘gracietas’ en asuntos tan importantes es que algo le falla.

Están, finalmente, los que hacen valoraciones descalificatorias de Ibarra, llamándole ‘españolista rancio, casposo y esencialista’. Estas excelencias del verbo suelen provenir de nacionalistas esencialistas y el rojerío antisistema sistemático. Pero también los hay que valoran positivamente las declaraciones de Ibarra, como el Alcalde de La Coruña, Francisco Vázquez o José Bono. En fin, no sigamos este erróneo camino de locuras, gracietas y frases vacías y tratemos, aunque sea brevemente, de decir algo que no escamotee el problema de fondo.

Añade Ibarra: ‘nadie está obligado a aceptar la España de hoy tal como es y se pueden plantear debates y reivindicaciones, lo que no aceptamos es que, desde una posición no española, se pretenda reducir, dividir o erosionar el territorio español. No estamos dispuestos a discutir con nadie la división o el empequeñecimiento de España’. Este sí es un problema de fondo que no debería escamotearse apelando a falsas locuras, ‘gracietas’ y otras formas descalificatorias.

Así pues, el problema de fondo no tiene que ver con la locura, lo casposo u otras profundidades teóricas de la progresía. Cualquier país vería con disgusto – al menos- que se hicieran propuestas políticas disgregadoras y más todavía las mentiras que pretenden dar buena imagen de las mismas. Por cierto, España es uno de los países más descentralizados del mundo. Esto no se reconoce, usualmente, por los mismos de siempre. No reconocerlo es una forma de mentir. Una de las razones (o sinrazones) de estas falaces actitudes es la de identificar España con la España franquista. Debemos esta mentira, una vez más, a los mismos. El que hayan copado, al menos en gran medida, los medios de comunicación y la enseñanza, hace que las deformaciones políticamente correctas se extiendan como la pólvora.

Gracias a nacionalistas y progres (también a ciertos peperos estúpidamente acomplejados) se ha conseguido que mucha gente esconda sus sentimientos. Por ejemplo, decir ‘España’, o llevar una bandera española en un partido de la selección, lo que es normal en cualquier país. Esto no es sorprendente porque definir la realidad social supone delimitar lo que se supone real (o valioso) y lo que no. Pero no todo el mundo puede influir, realmente, en la configuración social de la realidad por medio del lenguaje. Solamente pueden definir la realidad (e influir realmente en la gente) algunos de los que se expresan a través de la televisión, la prensa o la radio. Pero también políticos, futbolistas, actores o cantantes de fama. En menor medida, profesores, sacerdotes y otras personas con una cierta audiencia.

Mi consejo es que, de entrada, no se crean lo que les dicen. Tampoco lo que yo digo, excepto lo que sigue: Reflexionen y busquen con humildad pero con determinación lo verdadero o lo correcto. No digan sin más, ‘todo es igual’. Si lo hacen, ganarán ‘ellos’, no usted.

PD 1.Por favor, no tenga miedo a decir en voz alta lo que cree (si lo ha reflexionado ), no tenga miedo a que cualquier sacerdote (laico o no) le diga que es rancio, casposo u otros insultos progres. Se debe respeto a sí mismo, no a estos mequetrefes. Como decía Bertrand Russell: ‘Conquistar el miedo es el comienzo de la riqueza’.

PD 2. No afecta al fondo de este artículo la posterior reinterpretación sectaria del propio Ibarra. Pero para él.

Sebastián Urbina.

Septiembre, 2004.

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