viernes, 6 de julio de 2012

EL PODER DE LAS IDEAS

 





EL PODER DE LAS IDEAS. 
 

¿Qué es una idea? Supongamos que aceptamos esta definición: ‘Representación abstracta de una cosa real o irreal que se forma en la mente de una persona’.

Dejaremos a un lado la representación que una persona puede hacerse de un unicornio, que es irreal. Me refiero al unicornio, porque la representación puede ser para un sujeto, más real que la realidad real. Aquí dejaremos aparte los unicornios y nos centraremos en las representaciones (más o menos aproximadas)  de una existente realidad externa. Por ejemplo, mi mente representa una silla que existe realmente. No es necesario que esté delante de mí, pero la silla existe en el mundo real. No discutiré aquí con el (idealista) Obispo Berkeley.

Bien, dejemos estas consideraciones acerca de objetos, como sillas, y centrémonos en modelos políticos, ideas políticas y programas políticos. Lo que me interesa es poner de manifiesto algo que me parece sorprendente. Que los hechos adversos a una representación irreal de la realidad (porque tal representación no existe en la realidad real), como puede ser una utopía, suelen tener una fuerza asombrosa. Tan es así, que muchas personas desprecian la realidad real y mantienen con fuerza (o incluso con fanatismo) una idea que no se ha materializado nunca en la realidad. Y, sin embargo, es una especie de guía espiritual para muchas personas.

Por ejemplo, la guía espiritual del comunismo lleva sobre sus espaldas la muerte de unas cien millones de personas, una vez que ha tratado de llevarse a la realidad. Esto no parece impresionar a algunos. Lo siguen viendo como una estupenda solución para la humanidad.

Veamos un caso cercano. Después de ocho años de gobierno del anterior Presidente sonriente, Rodríguez Zapatero, todavía hay millones de personas que centran sus ataques al reciente gobierno de Rajoy, aunque merezca críticas. Olvidando la catástrofe político económica del gobierno Zapatero, mantenida durante dos legislaturas. ¿Por qué?

Es correcto afirmar que la realidad real no debe aceptarse sin más. Durante años, muchos alemanes tuvieron que soportar
(aunque otros estaban de acuerdo) el cruel, fanático y totalitario régimen nazi. Con su secuela de asesinatos y espantosos campos de concentración. Aquí sería respetable, o encomiable, vivir al margen o en contra de la realidad real. Por que esta realidad real era repugnante e inmoral.

Ahora bien, si dejamos aparte situaciones como la del régimen nazi,comunista y similares, ¿hay justificación para que millones deespañoles quieran vivir en contra de la realidad política actual, que es una mayoría absoluta, democrática, del Partido Popular?
Una cosa es que una determinada opción política no guste a una parte de los españoles (lo que es legítimo)  y otra cosa, muy distinta, es que se trate a esta realidad política (representada, en este caso, por el PP) como algo despreciable democráticamente y de ‘derecha extrema’, algo similar al fascismo. 

El corolario es que no se puede colaborar (ni siquiera en estos momentos de grave crisis nacional), ni mucho menos apoyar, al gobierno legítimo. Por el contrario, lo que se propugna es una confrontación en toda regla, en el Parlamento y en la calle.  Los hechos dicen que no exagero.

Yo creo que esta actitud virulenta de la izquierda contra el Partido Popular (la ‘derecha extrema’) se debe a una visión mesiánica,
fanática y totalitaria. Con otras palabras, si usted cree que su opción política tiene toda la legitimidad para competir, en igualdad de oportunidades y condiciones, con las otras opciones democráticas, debería aceptar el resultado electoral, el cambio de gobierno , y felicitar (honestamente y de buena fe)  al que ha ganado las elecciones en buena lid. ¿Por qué no lo hace la izquierda, al menos en buena parte?

Mi opinión es que la izquierda (con las dignas excepciones de rigor) se cree moralmente superior. La consecuencia es que ‘debería’ gobernar si hubiera un poco de justicia. Si no gana es que, todavía, hay mucha gente alienada. O sea, tienen derecho a ‘liberar’ a la gente de las cadenas que lleva puestas, por ignorancia, o inconsciencia. Y por la opresiva influencia del sistema capitalista.

Además, el pasado de la izquierda (su historia) es muy significativo. F. Engels, en el Anti-Düh-ring, decia que ‘la violencia es el instrumento con el cual el movimiento social se impone y rompe formas políticas agarrotadas y muertas’. Y C. Marx, por el estilo: ‘La violencia es la partera de la historia’. Pues ahí lo tienen.

¿Qué no ganan las elecciones democráticas? A ocupar las calles y a vociferar que la legitimidad está en la calle. Con la ayuda de los
sindicatos verticales y sus ‘piquetes informativos’. Y los indignadísimos. Y los antisistema de todo tipo.

¿Tienen alguna alternativa mejor? Nada de nada. Gastar el dinero ajeno. Prometer derechos y más derechos. Como si todo fuera gratis. Y, al final arruinar al país. Ya lo han hecho dos veces. Con Felipe González y, ahora, con Zapatero.  ¿Cuántas veces tendrán que arruinarnos para que la gente se entere? Los que tienen metida ‘la idea emancipatoria’ de izquierdas en sus meninges no se enteran, ni se quieren enterar. Como los que no querían mirar por el telescopio de Galileo. Ya conocían la realidad cósmica. ¿Para qué observar, como hacía Galileo? Lo dicho no supone avalar al Partido Popular.

Tal vez, cuando la idea fanatizada deje de serlo y permita observar, con algo más de objetividad, la realidad real, las cosas cambien. Pero no olvidemos que ‘la derecha’ (puestos a simplificar y utilizar el binomio ‘derecha-izquierda’) representa una realidad política que, obviamente, tiene sus ideas. Su fundamento ideológico. Otra cosa es que Rajoy, su equipo y militantes en general, parecen hacer ascos a tan importante función. 

Por el contrario, explicar y difundir las ideas que justifican su práctica política debería ser tomado muy en serio. Y aceptar la confrontación ideológica con la doctrina izquierdista y su presunta superioridad moral. Ahí la derecha española se equivoca gravemente.


En todo caso, no se deje embaucar. No existe un ‘mundo feliz’. Todo hay que ganarlo a pulso. Además, es inviable que Papá-Estado lo haga todo por usted. Es inviable económicamente y, además, usted se convertiría en un niño-ciudadano, subvencionado y adoctrinado. O sea, el soma estatista.

Sebastián Urbina.

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