LA ESPERANZA DE CATALUÑA.
Afortunadamente, en Cataluña hay gentes de un gran valor. No solamente
como escritores y creadores de opinión sino, además, como ciudadanos libres y
responsables. Conocedores de lo que se juegan los catalanes e, indirectamente, sus compatriotas,
los españoles.
No se han rendido al nacionalismo, que era lo más fácil. Ni se han
escondido en su silencio para evitar problemas. Por el contrario, mantienen
viva la llama de la libertad, el pluralismo y la tolerancia, en un ambiente
hostil.
Son, entre muchos otros, la esperanza de Cataluña.
EL ODIO SEMBRADO.
La primera tarea del gobernante es procurar la concordia de
los ciudadanos. Dicho como nos gusta: facilitar que la gente se quiera. El nacionalismo catalán hace todo lo contrario desde
hace 35. Hablando en nombre de toda Cataluña, su objetivo
es cambiar la identidad de los catalanes por una ideología. Los
catalanes que se resisten “no son
catalanes”, como
dijo hace poco la “historiadora” Anna
Tarrés, copiando
las consignas de la caudilla de la ANC, Carme Forcadell, y las
ideas del Comissari Toni Soler.
En
un
certero artículo desde el imprescindible Crónica Global, el artista Pau Guix avisa de que
“Los ciudadanos que viven en Cataluña han visto como paulatinamente se han ido dañando sus relaciones de
amistad, de familia, de pareja, de trabajo, por culpa de este incierto viaje
hacia una Arcadia imposible que llaman “la nación catalana”, sin respeto alguno hacia la
legalidad vigente. (…)
Los ciudadanos catalanes corremos el riesgo de sufrir la
violencia hija de este odio profundo que poco a poco ha ido invadiendo nuestra
sociedad.
Todos aquellos que han sido adoctrinados mediante la escuela, la propaganda y
los medios de comunicación, sufrirán una gran frustración cuando su viaje
programado no les lleve a ninguna parte. Y su respuesta puede ser muy violenta,
pues responderá a la frustración de haber perdido un falso devenir colectivo
que artificialmente se les ha implantado en su interior”
Guix
analiza los métodos del nacionalismo para imponer el “consentimiento”
ideológico a la sociedad. No se lo pierdan. Todo se entiende mejor después de
leerlo.
(Dolca Cataluña)
LA CAÍDA DEL
SEPARATISMO.
Pau Guix
lleva unos meses compartiendo en el
imprescindible Crónica Global una
precisa disección del nacionalismo catalán. En su último análisis sostiene que Cataluña lleva 35 años gobernada por
una oligarquía que “sólo ha
buscado dos cosas: 1)
satisfacer totalitariamente su concepto excluyente y xenófobo de “país” a costa
del conjunto diverso de sensibilidades que conforman Cataluña (…)
y 2) llenar sus propios bolsillos”.
Esta oligarquía está por encima de la ley, como se ve con lo de Can Vies:
“no es un movimiento anárquico, es decir, asistema, sino un movimiento
antisistema, es decir, de lucha violenta, gratuita y nihilista sin voluntad de
construcción social de ningún tipo. (…) ¿Quiénes son ellos, el señor Trias y el señor Mas, para exigir legítimamente a aquellos que se amparan
en el anonimato de las capuchas, los pañuelos y la violenta y destructiva
guerrilla urbana, con desprecio absoluto del Estado de Derecho, que cumplan la
ley si ellos son los
primeros en no acatarla y en hacer inconsciente proselitismo de ello?”
La oligarquía nacionalista “promete al pueblo utopías que nunca podrá darle, hipotecándonos económicamente para
las tres próximas generaciones en esta fútil búsqueda de una inexistente Arcadia
arropada en el trapo estelado“.
Pero Guix es optimista: cree que en Cataluña
acabará pasando lo que cuenta Poe
en La máscara de la muerte roja:
“la realidad, la sensatez y la legalidad entrarán en
los pútridos salones del separatismo como el necesario aire renovador
que se cuela por las rendijas de una puerta o ventana aun estando sellada; y uno tras otro caerán en el
olvido esos convidados que ahora pueblan y expolian las neciamente identitarias
salas del nacionalismo secesionista, manchadas de odio y de sinrazón.”
Pero esto no ocurrirá sin el
concurso de los catalanes libres de nacionalismo: “los ciudadanos nos tenemos que hacer oír y no debemos bajo ningún pretexto
ni aceptar este desgobierno ni encerrarnos en casa o en la abadía fortificada a
esperar que pase la pestilencia, omitiendo nuestras responsabilidades cívicas”.
Una
de las primeras: votar. Se entiende que no en una “consulta” ilegal y
orquestada por juez y parte, sino cuando lo dice la ley. A nosotros se nos ocurre otra forma:
apoyando a movimientos como Societat Civil Catalana o Somatemps. Si esperamos la salvación de los
políticos vamos apañados.
Lean
despacio el
artículo de Guix.
Es aire fresco.
(Dolca
Cataluña)
2 comentarios:
Se supone que no hay nada más normal y democrático que votar. Es lo que sostienen los partidarios del 9N cuando proclaman eso de que en un país normal, lo normal es votar. Pero yo me pregunto: ¿son realmente libres esos ciudadanos que acuden a las urnas inficionados desde la edad escolar con una única doctrina, la sola que se difunde desde las televisiones locales, la exclusiva de los medios escritos? ¿Tienen muchas más opciones que la oficial y prácticamente exclusiva? ¿Puede negarse que esos ciudadanos piensan de prestado? ¿Hay juego democrático en esas tales circunstancias? ¿Qué otra cosa pueden hacer los votantes sino pronunciarse por los partidos que representan las recomendaciones subconscientes oficiales? Eso o la abstención, que ha sido siempre, aquí, la candidatura ganadora en todas las convocatorias, la opción, por lo demás, inútil, estéril, yerma.
P.D.: ¿Tienen esas políticas algo que reprochar al franquismo u otros autoritarismos?
Estoy de acuerdo: no hay juego democrático.
Pero hay que superar el miedo y la conveniencia personal de evitar líos, o participar en el rebaño.
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