(Este fracasado modelo de Portugal es el que le gusta a Pedro Sánchez. Fue a visitar a sus amigos para felicitarles y copiar.
En fin, nada nuevo. No a los recortes, más gasto público, más deuda. El 'gobierno alternativo de progreso' con el que sueñan Sánchez, Pablo Iglesias y los separatistas. Porque Pedro y Pablo no se bastan. alcanzan a 156 diputados.
O sea, peores que Rajoy. No tenemos más. Horrible.
Ahí los tienen. Tan felices.)
España, el modelo a seguir frente a una nueva recaída de Portugal.
El banco alemán Berenberg alerta de la peor situación que sufre el país vecino gobernado por una coalición de izquierdas.
Teresa Sánchez Vicente (ABC) EL PSOE PODRÍA BATIR SU PROPIO RECORD. El
del peor resultado histórico en unas elecciones generales, quiero
decir. Lo batió en diciembre pasado, volvió a batirlo en junio y hay
bastantes posibilidades de que, si nos lleva a unas terceras elecciones,
logre lo que no pudo Usain Bolt en los 200 metros, batir de nuevo su
propio récord. Y no sólo porque el PSOE será mayoritariamente
considerado como el partido responsable de una nueva repetición
electoral. O por esa parálisis interna que le hace incapaz de corregir a
un líder obsesionado con su propia supervivencia. También, porque el
PSOE forma parte de una crisis generalizada de todo el socialismo
europeo y que explica parcialmente su crisis española.
El diario
progresista francés Le Monde llevó a portada hace diez días un análisis
en profundidad de la crisis del socialismo europeo («Pourquoi la
social-démocratie est en crise dans toute l’Europe») que cuenta muy bien
los hechos, pero olvida una explicación fundamental. Los hechos son que
los partidos socialistas europeos han perdido muchos votos en los
últimos años y que pueden seguir perdiéndolos, como muestran en estos
momentos las perspectivas electorales en países como Francia, Alemania o
Gran Bretaña.
Como ejemplo de esa pérdida de votos, el que da Fabien
Escalona (codirector de la obra European Social Democracy During the
Global Economic Crisis: Renovation or Resignation? 2014) sobre el sur de
Europa: los partidos socialistas de España, Portugal y Grecia superaban
el 40% del voto en elecciones generales en la primera mitad de los años
2000, pero han caído a poco más del 20% en esta segunda década del
siglo XXI.
Algunas de las causas de esta pérdida de votos están en
el análisis de Le Monde, al menos parcialmente . La crisis económica que
impide mantener los grandes Estados del Bienestar convertidos por los
socialistas en su propia seña de identidad, por mucho que los
mantuvieran también los partidos de derechas. El aumento del populismo
que hace perder al socialismo su quasi monopolio de la crítica de la
sociedad capitalista, como señala Christophe Sente, investigador de la
Fundación Europea de Estudios Progresistas. O la crisis de los
refugiados que ha generado movimientos contrarios a las políticas
socialistas.
Pero a Le Monde y a los analistas del progresismo se les olvida en este reportaje y siempre otro factor: la apuesta de la socialdemocracia
por el acercamiento a la extrema izquierda, sus alianzas acríticas con
los extremistas, la asunción de sus ideas e incluso de algunas de sus
prácticas, su obsesión por no diferenciarse de los radicales . Lo que
deja a los partidos de centro-derecha como únicas opciones fiables de
gobierno, gestión, estabilidad y progreso en la medida en que esos
partidos han establecido diferencias mucho más claras con los populistas
de la extrema derecha. Pero también deja al centro-derecha como garante
más seguro de algunos logros de las democracias liberales occidentales
frente a cuestionamientos como el del islam más radical.
Un
ejemplo de estas últimas semanas que es bastante más que anecdótico: el
burkini. El progresismo europeo, y muy especialmente el español, tiene
miedo a enfrentarse a este símbolo de desigualdad y discriminación de
las mujeres .
Duda, se esconde, hasta lo justifica directamente, dominado
como está por el discurso antioccidental y anticapitalista de la
extrema izquierda . Absurdo, incomprensible, pero como lo es su
entusiasmo por los pactos con la extrema izquierda y su intolerancia
hacia el centro-derecha, esencia ideológica del socialismo español.
(Edurne Uriarte/ABC)
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