(SE TRATA DE LA REPUGNANTE DOBLE VARA DE MEDIR A LA QUE SE PLIEGAN, INCLUSO, BUENA PARTE DE LOS POPULARES, COMO LA PRESIDENTA CIFUENTES.
DAN ASCO. TODOS ELLOS. LAS DECLARACIONES DE PABLO IGLESIAS NO HAN PROVOADO NINGUNA REACCIÓN DE INDIGNACIÓNDE PROGRESO. LAS DEL ALCALDE DE ALCORCÓN SI. ES DEL PP. SI USTED ES COMO ELLOS, APESTA IGUAL QUE ELLOS. CIFUENTES INCLUIDA.)
Tan sólo unos días antes, varios medios habían publicado las declaraciones de la popular periodista sobre el líder de Podemos, por lo que la alusión resulta evidente.
“La azotaría hasta que sangrase… Esa es la cara B de lo nacional popular”, fue la réplica de Pablo Iglesias, tal como acredita la imagen que acompaña a esta información, extraída de la conversación que ambos mantuvieron en el servicio de Telegram.
Pablo Iglesias remató su broma definiéndose a sí mismo como “un marxista algo perverso convertido en psicópata”. El secretario general de Podemos y su compañero de partido –identificado en el chat como “Monedero profesor”– se expresaban con la franqueza que utilizan lejos de las cámaras, en un canal de Telegram del que son miembros apenas una docena de dirigentes del partido. (OH.Diario.)
Tan sólo unos días antes, varios medios habían publicado las declaraciones de la popular periodista sobre el líder de Podemos, por lo que la alusión resulta evidente.
“La azotaría hasta que sangrase… Esa es la cara B de lo nacional popular”, fue la réplica de Pablo Iglesias, tal como acredita la imagen que acompaña a esta información, extraída de la conversación que ambos mantuvieron en el servicio de Telegram.
Pablo Iglesias remató su broma definiéndose a sí mismo como “un marxista algo perverso convertido en psicópata”. El secretario general de Podemos y su compañero de partido –identificado en el chat como “Monedero profesor”– se expresaban con la franqueza que utilizan lejos de las cámaras, en un canal de Telegram del que son miembros apenas una docena de dirigentes del partido. (OH.Diario.)
DOS VARAS DE MEDIR.
DAVID PÉREZ
'Los que dicen que azotarían a Mariló Montero son los que piden mi dimisión'.
El
alcalde de Alcorcón concede una entrevista al Gato al Agua tras la
polémica surgida en el Ayuntamiento por unas declaraciones que la
oposición considera que "incitan el odio hacia las mujeres". "Es
ridículo. Forma parte de la simplicación de la política", ha asegurado. (La Gaceta)
CAZAR A UN ALCALDE.
CAZAR A UN ALCALDE.
El alcalde de Alcorcón, David Pérez,
ha caracterizado a las feministas radicales como mujeres amargadas. Se
puede estar de acuerdo o no con sus palabras, pero es asombroso que se
esté cuestionando su derecho a decirlo y, aún más, que se esté forzando
la dimisión de un alcalde democráticamente elegido por tales
declaraciones. Ítem más, esas declaraciones son de hace dos años y han
sido “oportunamente” rescatadas ahora, convenientemente deformadas para
que parezcan más ofensivas. Para colmo, la presidenta de la comunidad de
Madrid y jefa de filas del PP autonómico, Cristina Cifuentes, se ha apresurado a sumarse al linchamiento. Estamos ante una evidente operación de caza.
Parece bastante transparente que si David Pérez ha sido puesto en la picota, ello se debe a que la presidenta Cifuentes le ha retirado cualquier protección.
Y si Cifuentes lo ha arrojado literalmente a los perros, es porque el alcalde cometió las imperdonables osadías, primero, de haber rehusado votar la ley LGTB de la Comunidad de Madrid, y después, de haberse significado en la defensa del colegio Juan Pablo II frente a la presión del lobby gay.
Dicho de otra manera: lo que ha conducido a un alcalde del PP a perder el apoyo del PP es haber defendido lo mismo que piensa la inmensa mayoría de los votantes del PP. La figura da la medida de la magnitud del problema, que va mucho más allá del caso concreto de un alcalde.
Pero al margen de esas consideraciones, ciertamente graves, hay algo todavía más preocupante, a saber: la asfixiante atmósfera de represión general sobre la libertad de expresión que se ha extendido en España en los últimos años, acompañada de un aplastante mecanismo de difamación que parece no tener límites. Es intolerable que uno, hoy, en España, no pueda decir libremente lo que piensa. Es intolerable que esas limitaciones circulen sólo en una dirección –la de cualquier disidencia de lo políticamente correcto- y que el criterio de validez lo decidan lobbies a los que no ha elegido nadie.
Y es intolerable, en fin, que el precio de la disidencia sea siempre un linchamiento público del que se ha extirpado cualquier atisbo de debate público. El espacio público español se está convirtiendo en predio privado de una minoría que intenta imponer sus convicciones pasando por encima de la libertad ajena. El de David Pérez sólo es un caso más. No es el primero. Nos tememos que tampoco será el último. Pero debería serlo.
(Edit. La Gaceta)
Parece bastante transparente que si David Pérez ha sido puesto en la picota, ello se debe a que la presidenta Cifuentes le ha retirado cualquier protección.
Y si Cifuentes lo ha arrojado literalmente a los perros, es porque el alcalde cometió las imperdonables osadías, primero, de haber rehusado votar la ley LGTB de la Comunidad de Madrid, y después, de haberse significado en la defensa del colegio Juan Pablo II frente a la presión del lobby gay.
Dicho de otra manera: lo que ha conducido a un alcalde del PP a perder el apoyo del PP es haber defendido lo mismo que piensa la inmensa mayoría de los votantes del PP. La figura da la medida de la magnitud del problema, que va mucho más allá del caso concreto de un alcalde.
Pero al margen de esas consideraciones, ciertamente graves, hay algo todavía más preocupante, a saber: la asfixiante atmósfera de represión general sobre la libertad de expresión que se ha extendido en España en los últimos años, acompañada de un aplastante mecanismo de difamación que parece no tener límites. Es intolerable que uno, hoy, en España, no pueda decir libremente lo que piensa. Es intolerable que esas limitaciones circulen sólo en una dirección –la de cualquier disidencia de lo políticamente correcto- y que el criterio de validez lo decidan lobbies a los que no ha elegido nadie.
Y es intolerable, en fin, que el precio de la disidencia sea siempre un linchamiento público del que se ha extirpado cualquier atisbo de debate público. El espacio público español se está convirtiendo en predio privado de una minoría que intenta imponer sus convicciones pasando por encima de la libertad ajena. El de David Pérez sólo es un caso más. No es el primero. Nos tememos que tampoco será el último. Pero debería serlo.
(Edit. La Gaceta)
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