EL REY, Y LA INFECTA 'MEMORIA HISTÓRICA'.
Desde que Zapatero llevó al BOE su sectarismo guerracivilista, no han dejado de sucederse los lances grotescos a cuenta de la muy mal llamada memoria histórica. La ominosa insensatez del peor y más tóxico gobernante de la etapa democrática ha dado alas a la izquierda más miserable y liberticida, que nunca aceptó la reconciliación nacional ni su mejor fruto, la Transición, y que ha aprovechado la crisis económica e institucional de los últimos años para tratar de dinamitar el régimen de libertades que tiene por referente la Constitución de 1978.
La más reciente mamarrachada neoinquisitorial ha tenido como objetivo el discurso de Navidad de Felipe VI, que ha llevado a la Asociación para la Recuperación (sic) de la Memoria Histórica (sic) nada menos que a presentar una queja ante el Defensor del Pueblo. Según este ente volcado en cebar el resentimiento, algunas de las afirmaciones realizadas por el Rey "podrían atacar a los derechos de las familias de los 114.226 desaparecidos de la dictadura franquista".
Al parecer, lo que más soliviantó a los agitadores fue la apelación de Don Felipe a "profundizar en una España de brazos abiertos y manos tendidas, donde nadie agite viejos rencores o abra heridas cerradas". Sea como fuere, la izquierda más siniestra considera fundamental todo lo contrario. Lo que pretende es instilar el odio y agitar el guerracivilismo, jugar al cuanto peor mejor y sacar aberrante tajada del envenenamiento de la convivencia.
El rey Juan Carlos firmó sin rechistar la infame Ley de Memoria Histórica, que no hace más que deslegitimar el proceso que le llevó al trono y que condujo a la instauración de la democracia, enemiga jurada de lo peor de la izquierda que nos ha tocado en desgracia. Hoy, esa misma norma se vuelve contra su hijo por defender una España no lastrada por el resentimiento y el odio de los enemigos jurados de las libertades.
El Gobierno del Partido Popular no solo no derogó ese engendro repugnante durante la pasada legislatura, en la que disfrutó de una mayoría absolutísima, sino que ahora presume de él, lo que, además de una sinvergonzonería, resulta sadomasoquista o suicida por su parte. Pero así es este PP indeseable, siempre dispuesto a superar por la extrema izquierda a la izquierda de la bilis y la saña.
La irresponsabilidad de quien perpetró semejante ley, la pusilanimidad del que la firmó y la traición de los que clamaban por su derogación y ahora la ensalzan arroja frutos como la descalificable maniobra para silenciar al Rey. Para silenciar a cualquiera que no se someta a la dictadura de la vomitiva corrección política.
(Edit.LD.)
LOS ADULTOS.
RCADI ESPADA
LA FERIA de Barcelona, una institución que recibe más de dos millones de personas al año, que el año pasado declaró ingresos por 150 millones de euros y que genera 40 mil empleos, ha vetado la ya habitual presencia de militares y policías en el Festival de la Infancia. Las noticias hacen responsable del veto a Ada Colau, pero esa atribución es incompleta e injusta. El alcalde de Barcelona preside el Consejo General y diversos concejales ocupan vicepresidencias y vocalías, pero la dirección de la Feria está en manos del presidente de su consejo de administración, ahora Josep Lluís Bonet, y del director general, ahora Constantí Serrallonga. La feria barcelonesa es, como todas, una institución del empresariado: ese tejido social la gobierna y es el responsable principal de sus decisiones.
La nueva proyección del irrisorio pensamiento de Ada Colau no puede sorprender a nadie. Ella considera que los militares, que en su cavernosa demagogia no distingue nunca del militarismo, son pura pornografía que debe mantenerse alejada de los menores de edad. También sería inútil argumentarle a su cabeza sobre el peligro de que las fuerzas de seguridad sean percibidas como un cuerpo socialmente extraño y aparte. Siendo ella misma pueril de arriba abajo, si alguien la advirtiera con un punto de atrevida sofisticación de la conversión de la pedagogía en puericultura, tendría garantizado su fracaso.
A franco, ¡muy franco!, ridículo sonaría cualquier meditación sobre la peculiaridad española frente a sus ejércitos, aún demasiado (mal) vistos con los ojos de la memoria: la alcaldesa forma parte de esa izquierda inútil que todavía quiere ganar la Guerra Civil, y qué manera más directa que disolviendo policía y ejército. Por último, que a nadie se le ocurriera lo peor: hacerle saber que los varoncitos disfrutaban sobremanera en el festival jugando a polis y haciendo atronar las sirenas. Colau acaba de llenar las calles de la ciudad con ñoñas invitacionesa que los niños jueguen con muñecas, porque la alcaldesa embarazada es de las que cree que el sexo es una construcción social.
Pero el pensamiento Colacau (y que dios me perdone) solo es la premisa necesaria. Lo que acaba de cuadrar el problema es que personas adultas, supuestamente razonables, transijan con la superstición y el oportunismo sin mayor resistencia ni queja pública, atentos solo a su zona de confort y a sus intereses. Así es como ha cuajado en Cataluña el consenso nacionalista y así es como avanza en todas partes el consenso populista. Por la suma de ignorantes y suicidas.
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