¿POR QUÉ NO SOY PROGRESISTA?
¿Qué motivos tengo para no ser
progresista, ni desear serlo?
Según la
Real Academia Española: ‘Dícese de la persona, colectividad, etc., de ideas
avanzadas, y de la actitud que esto entraña.’
Estas
definiciones de ‘progresista’ que incluyen ‘ideas avanzadas’ y las actitudes
correspondientes, son demasiado vagas para ser útiles. En cambio, la gente
podría estar de acuerdo, o no, dependiendo de su significado concreto.
Olvidemos, pues, estas generalidades y citemos unas palabras de Cristina Losada
referidas a los ‘progresistas’:
‘los
cerebros de los que presumen de "progresistas" presentan
características singulares que los inducen a creer en las palabras y no en los
hechos, en las intenciones y no en los resultados. Piensan así que todo lo que
hace un "progresista" declarado redunda en el progreso de la
humanidad; y si la realidad lo desmiente, simplemente la apartan. Habitan una
caverna ideológica muy confortable y no quieren salir al exterior. Creen incluso
que allí disponen del monopolio de la verdad y de la crítica’.
Veamos
estas características más de cerca. Empecemos por su desprecio por los hechos
contrarios a sus intereses. Es habitual que los progresistas definan lo
‘políticamente correcto’. ¿Por qué? Porque ellos se arrogan la facultad de
definir la realidad política. Porque son moralmente superiores.
Naturalmente,
esto no es cierto. Pero controlan (al menos intelectualmente) la mayoría de los
medios de comunicación y los centros de enseñanza. O sea, están en las mejores
condiciones para conformar y manipular las conciencias de la gente,
especialmente de las jóvenes generaciones.
Un ejemplo
muy conocido de manipulación es llamar ‘facha’ a la persona que ellos quieren
descalificar. Poco importa que esta persona defienda la democracia y las
libertades individuales. Si ellos, los progresistas, han dicho que alguien es
un ‘facha’, es un facha. Ya está descalificado. O sea, la izquierda reparte los
carnés de demócrata.
¿Qué
importancia tiene esto? En una sociedad políticamente madura, ninguna. Si el
auditorio es culto e inteligente, un progresista que utilice ‘facha’ como
argumento, hace el ridículo. Si alguien defiende la democracia y las libertades
individuales, no puede ser, al mismo tiempo, un ‘facha’. Como decía
Aristóteles: ‘nada puede ser A y no-A al mismo tiempo. Principio de
No-contradicción.’
Cualquiera
puede entenderlo. Y esta idiotez seguirá así mientras haya tanta gente que
trague sus ‘verdades oficiales’. A esto se le llama ‘la dictadura de lo
políticamente correcto’. Claro que la responsabilidad no es sólo suya. La
derecha española ha destacado por su mediocridad, cobardía y estupidez, al no
oponer un debate ideológico serio.
Veamos
una segunda característica de los ‘progresistas’. El mundo está dividido entre
‘buenos’ y ‘malos’. Los buenos son ellos, y los malos son los otros.
¿Simplificación? ¿Caricatura? Veámoslo. Llevamos décadas oyendo a reputados
progresistas cantar las alabanzas de la dictadura cubana. Fidel Castro ha sido
objeto de peregrinación de todo buen progresista. Y ahora más, que ha muerto en
olor de santidad progresista. Claro que, para ellos, la dictadura cubana, en
realidad, no lo era. Eran infundios y maledicencias capitalistas y de la
derecha extrema. No hay presos políticos en Cuba. Hay verdadera libertad y
pluralismo. Etcétera. Los progresistas tienen amplias tragaderas para lo que
les interesa.
Ahora veamos
a los malos. El general Pinochet era un dictador ‘malo’ porque era de derechas.
Fidel Castro era un dictador ‘bueno’ porque era de izquierdas. Esta penosa
idiotez no es mía. Es la ‘verdad oficial’ de los progresistas. El comunista
Gaspar Llamazares dijo que ‘no existe el terrorismo de izquierdas’. ¿Qué
podemos decir ante estas melonadas? Por tanto, ETA es de derechas. Y las Brigadas
Rojas también. Hamas y Hezbollah también son de derechas. A principios de 2015,
el comunista Garzón (IU) dijo que un delincuente no puede ser de izquierdas.
Asombroso.
Una
tercera característica de los progresistas es su antiamericanismo y su odio a
la economía de mercado. J.F. Revel escribió el libro ‘La obsesión antiamericana’.
Dice: ‘La función principal del antiamericanismo era- y lo es aún hoy- la de
difamar el liberalismo en su encarnación suprema. Disfrazar a los Estados
Unidos de sociedad represiva, injusta, racista, casi fascista’.
De ahí que
podamos comprender a la entonces diputada comunista Ángeles Maestro mientras
veía por televisión, en los pasillos del Parlamento, el atentado a las Torres
Gemelas: ‘Se lo habían buscado’, dijo ella. Gran ‘verdad oficial’ de progreso.
Como
dice el filósofo J.A. Rivera: ‘Si uno ya ha contraído el deseo de darse de
baja en el anodino club de los progres blancos y blandos, sabe que sus viejos
cofrades descargarán sobre él una copiosa granizada de improperios:
‘conservador’, ‘reaccionario’, ‘de derechas’, ‘neoliberal...’
¿Y qué
ofrecen los progresistas para solucionar los problemas que nos aquejan?
Utopías. Además de muchos derechos- sin obligaciones, por supuesto- y
‘buenismo’ a raudales. Recordemos al gran líder planetario Zapatero: el famoso
plan E; el cheque bebé; la ley de dependencia- aunque no había dinero y se
quedó en nada-; las subidas salariales en los inicios de la crisis económica,
etcétera. O sea, el socialismo del gasto público a manos llenas que nos lleva a
la ruina. Pero fue con buena intención. Y con talante, por detrás y por
delante.
Ya dijimos
que, para los progresistas, lo que realmente importa son las buenas
intenciones. Las suyas, por supuesto. Porque la derecha, como es sabido, no puede
tener buenas intenciones. Lo suyo es la especulación y la corrupción. A
diferencia de la izquierda, que es solidaria, impoluta y moralmente superior.
El que
los progresistas se crean estas y otras idioteces, no hace buena a la derecha
estúpidamente acomplejada que representaba- en la anterior legislatura
marianista- la mayoría absoluta. Repulsiva corrupción aparte. Añadamos la
cobardía política de Rajoy- aunque Sánchez e Iglesias ofrecen ‘encajes’ y
referendos- para hacer frente al desafío separatista ilegal de Mas, Puigdemont
y cuadrilla del 3%.
Y
‘nuestra’ progresista Presidenta Armengol votando- en el Parlamento- en contra
de la unidad de España, abrazada a los comunistas de Podemos y a los
separatistas.
Si esto es
ser progresista, prefiero no serlo.
Sebastián
Urbina.
(Publicado en ElMundo/Baleares/16/Diciembre/2016.)
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