martes, 13 de diciembre de 2016

¿QUÉ ES LA DERECHA ALTERNATIVA?


 Milo Yiannopoulos y Allum Bokhari son los autores de un texto que trata de explicar qué es ese fenómeno global conocido ya como derecha alternativa o 'alt-right'. ¿Es racista, homófoba y xenófoba como dicen los medios del establishment?




¿QUÉ ES LA DERECHA ALTERNATIVA?

Uno es gay, judío, británico y griego; el otro americano-pakistaní. Pero su 'Manifiesto' (publicado en marzo de 2016) no defiende, como podría parecer a priori, el discurso oficialista imperante sino, muy al contrario, la rebelión ante el establishment político, cultural y social que manda en el mundo occidental. 

Milo YiannopoulosAllum Bokhari son los autores de un texto que trata de explicar, de verdad, qué es ese fenómeno global conocido ya como derecha alternativa o 'alt-right'. Un fenómeno que los grandes medios, tanto en Estados Unidos como en Europa, no dudan en explicar con cuatro sencillos [y no correspondientes con la verdad] adjetivos: "la alt right -sentencian- es racista, homófoba, xenófoba y nazi". ¿Es eso verdad?

Tal como explica este martes la web Elmanifiesto.com, la alt right es, en realidad, un fenómeno complejo y plural que no puede reducirse a una única corriente de pensamiento. Así, el Manifiesto de Yiannopoulos y Bokhari parece ser, ahora mismo, el mejor y más aproximado abordaje para entender qué es y qué se puede esperar de la derecha alternativa, o al menos así lo considera el prestigioso canal de noticias Bloomberg, que se refiere al documento como "uno de los cuarenta artículos periodísticos más destacados del año 2016". Pasen y lean: 

EL MANIFIESTO DE LA DERECHA ALTERNATIVA

Milo Yiannopoulos y Allum Bokhari

Un fantasma recorre las cenas de sociedad, los eventos electorales y los laboratorios de pensamiento del establishment: el espectro de la “derecha alternativa” (alt right). Impulsada por jóvenes creativos y deseosos en incurrir en todas las herejías seculares, la alt right se ha convertido en el enemigo público número uno de los conservadores maricomplejines – un enemigo al que éstos odian incluso con más fuerza que a los demócratas y a los progres de salón.

La derecha alternativa – más comúnmente conocida como la alt right (alternative right) – es un fenómeno amorfo. Algunos –sobre todo los representantes del establishment– insisten en que ésta no es más que un vehículo para los peores desechos de la especie humana: para los antisemitas, para los supremacistas blancos y demás miembros de la escena Stormfront [web supremacista]. Se equivocan.

Desde sus orígenes como una oscura subcultura en la red, la alt right emergió a la arena política nacional en 2015. Aunque inicialmente era un grupo reducido en número, su energía juvenil, su retórica incordiante y su abierto desafío a todos los tabúes establecidos catapultaron a la alt right hasta unas dimensiones que es ya imposible ignorar.

Esto ha disparado todas las baterías de miedosos gritos de alerta, así como las llamadas a la caza de brujas tanto por parte de la izquierda como de la derecha. Los izquierdistas estigmatizan a la alt right como racista, mientras que la prensa conservadora –  desesperada ante la posibilidad de que la izquierda les acuse de “intolerantes” –  ha contribuído también a arrojar a esos jóvenes lectores y votantes al foso de los leones.

En esta línea, la National Review les atacaba como miembros resentidos de la clase trabajadora blanca y adoradores del Padre-Führer Donald Trump. Otros les motejaban de supremacistas blancos, mientras que algunos otros, si bien reconocían a regañadientes que el movimiento ha entendido perfectamente cómo funciona Internet, les acusaban de tener en su punto de mira a “negros, judíos, mujeres, latinos y musulmanes”.

El inmenso volumen de análisis generados por la alt right es ya una prueba de su impacto cultural. Pero, hasta la fecha, nadie ha sido realmente capaz de explicar el poder de seducción y la capacidad de penetración de este movimiento, más allá de las desesperadas llamadas de advertencia y de las soflamas virtuosas dirigidas a educar a los lectores.

Parte del atractivo de la alt right reside en que es compulsivamente provocadora; más aún, es adicta a la provocación. La alt right es un movimiento nacido en los márgenes más subversivos, más underground y más juveniles de Internet. 4chan y 8chan son hubs de activismo alt right. Durante años los miembros de estos foros – tanto los políticos como los no políticos– se habían estado recreando en toda suerte de gamberradas provocadoras. Mucho antes de que la alt right naciera, los activistas de 4chan habían convertido el troleo de medios nacionales en la seña de identidad de la casa.

Con este artículo nosotros, como defensores de los “desechos de la sociedad”, nos sentimos obligados a examinar de cerca a esta fuerza nueva que está alarmando a tantos. ¿Se trata realmente de una reedición de los skinheads de los años 1980? ¿O tal vez se trata de algo más sutil?

Con el propósito de esclarecer las cosas, hemos realizado un rastreo sistemático de los elusivos y muy frecuentemente anónimos miembros de la alt right, para tratar de ver qué es exactamente lo que quieren.

Los intelectuales.

Muchas cosas separan a la alt right de los skinheads racistas de la vieja escuela (con quienes, de forma idiota, son frecuentemente comparados). Una cosa sobresale por encima de todas las demás: la inteligencia. Los skinheads son, mayoritariamente, matones con muy bajo nivel de información y muy bajo coeficiente de inteligencia, motivados por el odio tribal y el gusto por la violencia. La derecha alternativa es un grupo de gente bastante más espabilada –quizá por eso la izquierda los odia tanto–. Y no sólo eso, sino que son peligrosamente brillantes.

Los orígenes de la alt right pueden encontarse en pensadores tan diversos como Oswald Spengler, H.L. Mencken, Julius Evola, Sam Francis y el movimiento paleoconservador que cristalizó en torno a las campañas presidenciales de Pat Buchanan. La Nueva derecha francesa sirve también como fuente de inspiración para muchos líderes de la alt right.

El imperio mediático de la derecha alternativa de nuestros días se fraguó en torno a Richard Spencer durante su época como editor del Taki's Magazine. En 2010, Spencer fundó el AlternativeRight.com, que se convertiría en un centro de pensamiento alt right.

Junto a otros grupos como el blog de Steve Sailer, VDARE y American Renaissance, AlternativeRight.com se convirtió así en el punto de llegada de toda una ecléctica mezcolanza de renegados que, de un modo u otro, tenían cuentas que ajustar con los consensos políticos establecidos. Todas estas páginas web han sido acusadas de racistas.

La así llamada manosfera – la némesis del feminismo de izquierda– se convirtió rápidamente en uno de los mas distinguidos cenáculos de la alt right. Jack Donovan, el autor masculinista gay y editor de artículos de género, fue uno de los más tempranos abogados para la incorporación de los principios masculinistas en la alt right

Su libro El camino de los hombres (The Way of Men) contiene jugosas reflexiones sobre la pérdida de virilidad que acompaña a las sociedades modernas y globalizadas: “Es trágico pensar que el gran destino del hombre heroico sea convertirse en el homo oeconomicus, y que los hombres se verán reducidos a criaturas reptantes que se arrastran alrededor del globo compitiendo por dinero, malgastando sus noches en soñar con nuevas maneras de timarse los unos a los otros. Ése es el sendero en que ahora nos encontramos”.

Mientras tanto, Steve Sailer contribuía a encender la llama del movimiento de la “biodiversidad humana”: un grupo de bloggers y de investigadores que se internaban sin miedo en el campo de minas del estudio científico de las diferencias raciales. Y ello en un tono bastante menos mesurado que el del antiguo editor de temas científicos del New York Times, Nicholas Wade.

Los aislacionistas, los prorusos y los antiguos partidarios de Ron Paul – frustrados por el continuo dominio neocón del Partido Republicano– se vieron también atraídos por la alt right, en su postura (coincidente con la de la izquierda antibelicista) de rechazo a los compromisos militares exteriores.

Mientras tanto, en algún otro lugar de Internet otro grupo peligrosamente inteligente preparaba el asalto contra las religiones seculares del establishment: los neoreaccionarios, también conocidos como #NRx.

Los neoreaccionarios aparecieron casi por accidente, surgidos de debates en el seno de LessWrong.com, un blog comunitario creado en Silicon valley por el investigador en inteligencia artificial Eliezer Yudkowsky. El objetivo del blog era explorar las maneras en que las últimas investigaciones en ciencias cognitivas podrían ser aplicadas para superar los prejuicios y apriorismos humanos, incluidos los apriorismos en materia de ciencia política y de filosofía.

LessWrong animaba a sus miembros a pensar como máquinas, más que como seres humanos. Los participantes eran así impelidos a liberarse de las autocensuras, de las preocupaciones derivadas del estatus social, de los sentimientos de otras personas y de otros inhibidores del pensamiento racional. Como era de esperar, de esta atmósfera emergió un grupo de heréticos y despiadados pensadores, con un enfoque racional que se situaba en confrontación abierta con los sentimientos y la mentalidad predominante en el periodismo contemporáneo y en los escritores académicos.

Dirigido por el filósofo Nick Land y por el científico informático Curtis Yarvin, este grupo acometió una alegre demolición de los viejos prejuicios del discurso político occidental. El liberalismo, la democracia y el igualitarismo fueron pasados por el microscopio de los neoreaccionarios, que los encontraron bastante insatisfactorios.

La democracia liberal – argumentan– no tiene un balance histórico mucho mejor que la monarquía, mientras que el igualitarismo estalla en pedazos ante cada nuevo fragmento de investigación en materia de inteligencia hereditaria. Exigir a la gente que se vean los unos a los otros, ante todo, como seres humanos individuales – y no como miembros de un subgrupo demográfico – supone ignorar todos los avances en materia de psicología tribal.  

Aunque ciertamente los neoreaccionarios pueden ser acusados de dar un salto demasiado apresurado entre hechos y valores (la realidad de la psicología tribal no significa necesariamente que debamos reivindicarla o estimularla) se estaban produciendo los primeros disparos para una nueva ideología conservadora: la que muchos estaban esperando.

Los “conservadores naturales”.

Los “conservadores naturales” pueden ser descritos en líneas generales como ese público para el cuál los intelectuales previamente descritos estaban trabajando. En su mayoría se trata de varones blancos americanos de clase media que, de forma radical y sin ningún tipo de complejos, priorizan los intereses de su propio grupo demográfico.

En sus posiciones políticas, los conservadores naturales se reducen a seguir sus instintos – los mismos instintos que motivan a todos los conservadores del planeta–. Estas motivaciones, concienzudamente investigadas por el aclamado psicólogo social Jonathan Haidt en su libro The Righteous Mind (2012), conforman un instinto agudamente sentido por una gran parte de la población: el instinto conservador.  

Detener o reducir de forma drástica la inmigración es una de las mayores prioridades para la alt right. Si bien a un nivel personal evita la intolerancia, el movimiento está muy alarmado ante la perspectiva de un vuelco demográfico causado por la inmigración.

La alt right carece de una visión utópica de la condición humana. Así como sus miembros están inclinados a priorizar los intereses de su tribu, reconocen también que otros grupos – los mejicanos, afro-americanos o musulmanes – estan dispuestos a hacer lo mismo. De la misma forma que las comunidades están formadas por pueblos diferentes, la cultura y la política de esas comunidades constituyen una expresión de los pueblos que las componen.

No es infrecuente encontrar cierta retórica apocalíptica en las comunidades on-line de la alt right. Eso responde a un sentimiento que muchos de ellos albergan de forma instintiva, y que les dice que, una vez que grandes grupos cultural y étnicamente diversos se asientan sobre un mismo territorio, inevitablemente acabarán a golpes. En resumen: dudan mucho que la “integración plena” sea algún día posible. Y si lo es, no lo será precisamente en el sentido cumbayá. Los muros en las fronteras son una opción más segura.

Los intelectuales alt right no tienen inconvenientes en defender que la cultura es inseparable de la raza. La alt right cree que algún grado de separación entre los pueblos es necesario, si lo que queremos es preservar las culturas. Para los alt righters, una calle con una mezquita rodeada de casas con banderas de San Jorge no es ni una calle inglesa ni una calle musulmana. La separación es necesaria para preservar la distinción.  

Pero algunos alt righters proponen un argumento más sutil: cuando varios grupos diferentes se ven reunidos, la cultura común resultante se establece al mínimo denominador común. En vez de mezquitas y de casas inglesas, el resultado es ateísmo y estuco. Irónicamente, ésta es una posición que tiene bastante que ver con lo que los radicales de izquierdas denuncian como “apropiación cultural”; una similaridad abiertamente reconocida por la alt right.

Podría decirse que los conservadores naturales llevan décadas sin contar con una auténtica representación política. Desde los 1980s, los republicanos del establishment están obsesionados con la economía y con la política exterior, defendiendo fieramente el consenso reagano-tatcheriano en casa y el intervencionismo neoconservador en el exterior. Pero en los asuntos de cultura y de moralidad – los asuntos que verdaderamente preocupan a los natural-conservadores – han cedido todo el terreno a la izquierda, que ahora controla la academia, la industria del ocio y la prensa

Sin embargo, para todos aquellos que coinciden con el difunto Andrew Breitbart en que la política es una derivada de la cultura, es verdaderamente desconsolador el número de escritores, de candidatos políticos y de personalidades de los medios que realmente piensan que la cultura es el más importante campo de batalla (aunque Milo está haciendo lo que puede).

Todos los “liberales naturales” que instintivamente disfrutan con la diversidad y están encantados con los cambios sociales radicales –siempre que lo sean en dirección igualitaria– hoy se encuentran representados a ambos lados del establishment. Los conservadores naturales, sin embargo, se han visto progresivamente abandonados por los republicanos y por los otros partidos conservadores en el país. Habiendo perdido la fe en sus antiguos representantes, ahora vuelven sus cabezas hacia algo nuevo: hacia Donald Trump y la derecha alternativa. 

Sin duda pueden oponerse objeciones de principio a las preocupaciones tribales de la alt right, pero los conservadores del establishment han preferido no formularlas. En vez de ello han optado por recurrir al insulto, en una especie de reacción llena de pánico. En la National Review el escritor Kevin Williamson – en un reciente artículo en el que atacaba al tipo de votantes que apoya a Trump– afirmaba que las comunidades blancas de clase trabajadora “merecen morir”.

Aunque la alt right está formada en su mayor parte por universitarios, simpatiza con los blancos de clase trabajadora y (según las impresiones extraídas de nuestras entrevistas) alberga hacia ellos un sentido de noblesse oblige. El National Review ha sido tan directamente agresivo con la alt right como con todos los americanos blancos en general. 

Como respuesta a las preocupaciones de los votantes blancos ante las perspectivas de su extinción demográfica, la respuesta del establishment – del establishment conservador – ha sido la de dar la bienvenida a dicha extinción. Es muy cierto que Donald Trump nunca habría sido posible sin la izquierda progre y sus políticas de intimidación opresiva, pero son todos los medios, en su conjunto, los auténticos responsables del clima en el que este nuevo movimiento ha visto la luz. 

Durante décadas, las preocupaciones de todos aquellos que se sienten identificados con la cultura occidental han sido despreciadas como racistas. La alt right el resultado inevitable. No importa cuán tontas, cuán irracionales, cuán tribales o incluso cuán odiosas sean para el establishment las preocupaciones formuladas por la alt right. Lo cierto es que no pueden ser ignoradas, porque no van a desaparecer. Como nos recordaba Haidt, esas políticas son los resultados de inclinaciones naturales.

En otras palabras: la izquierda puede seguir depurando el lenguaje y puede seguir demonizando a la alt right para obligarla a desaparecer. Durante los últimos veinte años esa ha sido la única respuesta progresista ante todos los disidentes. Por su parte la derecha tampoco puede esnobearlos para disociarse de ellos, en la esperanza de que se esfumen.

La derecha alternativa ha llegado para quedarse.

(La Gaceta)
(Traducción de Elmanifiesto.com)

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