Los Deplorables” en Washington, “Los Miserables” en Madrid.
Los seguidores de Trump han adoptado el insulto que les dirigió Hillary Clinton en la campaña: "deplorables". Y como "Los deplorables", que guarda el eco de la estúpida novela de Victor Hugo y luego exitoso musical Los Miserables, se han presentado en Washington tras ganar las elecciones a todos los periódicos, radios, televisiones, élites políticas, intereses económicos, Unión Europea, China, Iberoamérica y ese ejército progre que, en Madrid sin ir más lejos, amenaza con invadir los Estados Unidos de América. "América", dicen Los Deplorables; y Los Miserables de Madrid se lo reprochan. Pero los hispanos, americanos antes que ellos, los llaman así. Cuando los insultan, "gringos"; cuando piden la green card, "americanos". Para un español es triste, pero así es.
Cebrián, dispuesto a pararle los pies a los USA.
Ningún periódico ha hecho tanto daño a la nación española como El País. Ninguno ha hecho tan miserablemente el ridículo como cuando el 12S tituló: "El mundo en vilo a la espera de las represalias de Bush". Para el capomedia
favorito de casi todos los presidentes del Gobierno en los últimos
cuarenta años (de Arias Navarro a Rajoy) "el mundo" no estaba aterrado,
conmovido o indignado por la masacre de las Torres Gemelas, sino por lo
que los USA hicieran en su defensa. En los países musulmanes, bailaban
en las calles; los comunistas decían: "los yanquis se lo han ganado"; lo
que nadie discutía es que las víctimas del 11S -los USA y Occidente-
tuvieran derecho a defenderse. Sólo Cebrián. Sólo El País.
Ayer, el editorial del diario mantenido por Rajoy y Soraya daba un ultimátum a la nueva Administración USA: "Toca
ahora, dentro y fuera de EEUU, estar vigilantes. Igual que Obama
anunció en su despedida que intervendría si Trump se extralimitaba y
dañaba derechos o libertades básicos de los estadounidenses, los demás países también deberán fijar con toda claridad cuáles son las líneas rojas que no piensan dejar sobrepasar a Trump."
No se leía nada semejante en
España desde que un editorialista del diario falangista dirigido por el
padre de Cebrián se quitó la chaqueta, se arremangó la camisa azul, se
sentó a la máquina de escribir y dijo: "¡Se van a enterar en El
Kremlin!". Menos mal que no se enteraron.
Pero que Obama, el Padrino de Irán, Cuba, las FARC y Venezuela, diga que "intervendrá", como una especie de Unabomber
de Hollywood, contra el Gobierno legítimo de los USA cuando, según
decidan él, sus nobles aliados islámicos, narco-comunistas y
archiprogres, "se extralimite" el presidente de los USA, debería
preocupar a todos los demócratas. No a El País, defensor de
todas las fechorías liberticidas -en especial la de Colombia, donde
tantos intereses comparte con Santochenko- de Obama, cuyo legado hemos
analizado aquí. Pero Neoperón va a estar recogiendo fondos para
Evita-Michelle, así que "frenar" a Trump será cosa de Cebrián.
En cierto modo, el inevitable paso a la acción -militar, por
supuesto- del académico de Prisa -y corriendo- coronará su trayectoria
intelectual. Y si gana la guerra, puede suceder a Churchill, Dylan y, seguramente, Messi como
Nobel de Literatura. Pero deberá tener en cuenta la experiencia del
descendiente de Mambrú -Marlborough- que tuvo que limitarse a aguantar
las bombas nazis en Londres hasta que un día Japón atacó Pearl Harbour,
Roosevelt declaró la guerra a Tokio y Hitler -extrañamente- a los USA.
Con Francia no se pudo contar ni antes ni casi durante ni después de que
los americanos los liberaran de Berlín y de Vichy. Tampoco con Italia,
entonces con el payasesco Mussolini y ahora con el payaso Beppe Grillo. Theresa May,
la Pasionaria del Brexit, está más por cortejar a Trump que por ponerle
líneas rojas, alambradas o peros. En cuanto a Alemania, paga el gas en
Moscú y tiene constitucionalmente limitada la acción militar. Así que
Cebrián deberá tomar la iniciativa.
En PRISA John Carlin estará ya pasando lista a las Nuevas Brigadas Internacionales de Janli, que saldrán de la SER,
desfilarán por la Gran Vía, cruzarán el Atlántico y se apostarán en la
margen izquierda del Potomac. Pitita, Tania (la Guerrillera Heroica de
Rivas-Vaciamadrid), Irene y demás dipunovias podemitas serán artilleras o
soldaderas. De La Habana partirá Willy Toledo y la Brigada de los Goya.
Y por la derecha, en majestuoso movimiento de flanqueo centrista,
confluirá el Ejército Rojo de Soraya, con la teórica rockera y grupie
podemita Andrea Levy en el papel de Rosario "La Dinamitera" de la
División de El Campesino, recientemente fallecida.
Pablenin y Errejín combatirán juntos el heteropatriarcado
masculino con los rufianes de la Esquerra, las vigorosas heroínas
hirsutas de la CUP y toda la patulea batasuna. Con el Emperador
Janlileón al frente y el mariscal Tigrekán al aparato, Trump está
perdido. La única esperanza para la abyecta y fascista
democracia americana es que Melania se enfade, se acuerde de su infancia
comunista, se descalce los guantes y se tire al cuello de Janlileón.
Feministas de guardia, en marcha atrás
Pero Cebrián no está solo. Ayer, titulaba El Mundo, sin ironía: "Mujeres de todo el mundo marchan contra Donald Trump",
aunque dos días atrás aseguraba que "la calle" estaba ya alzada,
adoquín en mano, contra el presidente electo de los Estados Unidos.
Si uno no supiera que cuando la prensa progre, que es casi
toda, dice "mujeres" hay que entender "feministas de izquierda, actrices
y políticas", creería que las "mujeres de todo el mundo" se
manifestarían en Washington para instar a Trump a romper relaciones con
Arabia Saudí, el aliado preferido de Hillary Clinton, o
con Irán, el nuevo socio antisemita preferido por Obama, porque
sunnitas y chiítas machacan a las mujeres.
Claro que entonces habrían
"marchado" contra Hillary por prestarse a la vil tarea de destruir
civilmente a Monica Lewinsky para proteger el abuso de poder de su
marido con una becaria en la Casa Blanca. Y no marcharon. Es más,
apoyaron la hipócrita, machista y repugnante estratagema legal de los
Clinton -porque Hillary siempre apoyó a su hombretón, el Presidente- que
defendieron, apoyándose en una sorprendente lectura de la Biblia, que
el sexo oral y la íntima introducción de un habano en la becaria no era sexo.
¿Qué era, entonces? ¿Geografía, geología, habanología? ¿O
simple abuso de poder de un hombre con una joven empleada? Esto último,
claro, siempre que el hombre no sea progre. Entonces se desentierra la
canción Stand by your man y adelante con los farolillos rojos.
Nixon dimitió por mentir. Hillary mintió respaldando a su marido y en
esa mentira al servicio del hombre y la trola fundó su campaña de "una
mujer a la Casa Blanca". ¿No era mujer la becaria? No. Era un obstáculo
para una izquierdista. Y un obstáculo así se sacrifica en aras de la
dignidad de género… de la progre.
¿Son peores los Deplorables que los Miserables?
Cayetana Álvarez de Toledo, alma de la única asociación a la que pertenezco, Libres e Iguales, y persona de mi mayor consideración, publicó ayer un tremendo artículo en El Mundo,
tras intentar en vano asistir a la investidura de Trump. La crítica
liberal al discurso era impecable. Pero me sorprendieron algunos
párrafos, que merecen comentario. El primero éste:
"La zona estaba blindada. Unos metros más allá,
coincidimos con uno de los tantos grupos que habían venido a boicotear
la toma de posesión. De pronto, recibimos un fuerte empujón por la
espalda. Ana, antigua ministra de Exteriores, referente de racionalidad,
la persona menos sectaria que he conocido, había sido violentamente
zarandeada. La vi desaparecer bajo un amasijo de cuerpos y carteles de
'Black Power is Back' e 'Indigenous Resistance'. Una chica delgadita con
el pelo desteñido de azul y hierro en los dientes me gritó: "¡El paso está cerrado!" Le contesté: "Quiero llegar al Mall". Me replicó: "¡Me da igual, la calle es nuestra!"Unas horas después, la policía intervenía con gases lacrimógenos."
¿Tiene la culpa Trump o la policía de los energúmenos
anti-Trump? Lamento que el coincidir con la patulea que, como los de
"Rodeemos el Congreso", se manifestaban contra el presidente elegido
democráticamente, Ana y Cayetana se vieran privadas del espectáculo de
un discurso que ya supondrían malísimo. ¿Se sorprendieron? Lo curioso es
que de la fétida contigüidad con los liberticidas salga este 'ataque
preventivo' contra los que estamos hartos de antitrumpismo: "La derecha comete un grave error al asumir a Trump como uno de los suyos."" ¿Y debe por ello hacer causa común con Obama y la izquierda? ¿Un Frente Popular Anti-Trump?
Se queja mi admirada Cayetana de "la desmoralización que
produce ver a personas inteligentes hacer contorsiones morales y
dialécticas para defender a Trump. Acusan a sus críticos de elitistas
pero luego invocan a las élites republicanas, judiciales e
institucionales como garantía frente a los posibles desmanes del nuevo
presidente." Y, de pronto, carga contra los que ""exculpan"" (sic) a los votantes de Trump: "Dicen que son gente racional y bien informada pero luego les exculpan con argumentos que lo desmienten:"No sabían exactamente lo que votaban"", eufemismo de ignorancia. "Votaron movidos por la ilusión", eufemismo de frivolidad. "Votaron contra Obama",
eufemismo de irresponsabilidad. Un demócrata debe aceptar dos premisas
esenciales: el pueblo siempre tiene la responsabilidad y el pueblo a
veces se equivoca. 'We, the people...' no siempre acertamos".
Demasiados "eufemismos" traídos por los pelos. No, no
acertamos siempre cuando votamos. Ni cuando opinamos. Para eso están las
'elitistas' instituciones de los USA: para rectificar. Lo que a mí me
preocupa es ver a "gente inteligente" arrastrada por la marea roja del
antitrumpismo.
Cayetana dice que Trump "no tiene ideología, ha
cambiado de partido cinco veces y su política ataca los fundamentos de
la modernidad política: la nación cívica, la apertura económica, la
alianza atlántica y una Europa unida."" Cierto. ¿Sólo Trump? ¿Y Rajoy? ¿No ha cambiado su partido, el PP? ¿Es España una nación cívica? Entonces, no existiría Libres e iguales.
Yendo al fondo de la cuestión: ¿Debe Trump defender Europa de los europeos?
¿O es que los americanos son responsables -como en las dos guerras
mundiales- de elegir bien para que los europeos podamos seguir eligiendo
mal? No. Las responsabilidades se asumen, no se transfieren.
En Washington estrenan Los Deplorables. En Madrid reestrenan Los Miserables. Lo peor de Washington es que empieza a parecerse a Madrid.
(Federico Jiménez Losantos/ld.)
DONALD TRUMP, LA HIPÓTESIS DUTERTE.
En el acto inaugural de la presidencia de Richard Nixon, el 20 de enero de 1969, la caravana que conducía al presidente electo hacia el Capitolio fue recibida a pedradas. Este fue el último acto de violencia en la inauguración de una Administración. Puede que se quiebren este viernes estos 48 años de inauguraciones pacíficas.
La violencia política siempre está precedida por discursos que la justifican, y una parte de los críticos con Donald Trump ya han ofrecido los motivos para ejercerla. Al Sharpton, un pastor negro que es un referente moral del Partido Demócrata, ha llamado a oponerse al Gobierno de Trump desde la desobediencia civil, un método que yo siempre defiendo. Él, además, lo ha ejercido durante años, ocultando al fisco millones de dólares de su inmensa fortuna.
Pero Sharpton no se ha quedado ahí: ha llamado a utilizar "toda la fuerza necesaria" para impedir su toma de posesión.
Mientras la izquierda estadounidense sigue con sus conflictos con el sistema democrático, el de los Estados Unidos sigue su curso. Todo el mundo está pendiente de despejar la gran incógnita de la ecuación Donald Trump. ¿Cómo será como presidente de los Estados Unidos? Ya tenemos algunos datos con los que podemos hallar la respuesta con creciente seguridad.
En el sistema político estadounidense, el presidente es el jefe de la Administración, pero cada una de las personas que elige para liderarla tiene que tener el visto bueno del Senado, que se emplea a fondo en ponerles a prueba. Los senadores demócratas se han propuesto cobrarse aquí la primera victoria frente a Donald Trump, pero por lo visto van a tener que esperar.
Rex Tillerson (Estado), James Mattis (Defensa), Jeff Sessions (fiscal general), Ben Carson (Vivienda), Andy Puzder (Empleo)... sin apenas un desliz, y ninguno importante, todos están demostrando una gran profesionalidad y que están a la altura de su cometido. Además de las sesiones públicas, han mantenido más de 300 reuniones con sus equipos y con casi todos los senadores. Están informados sobre los temas que les competen, y no tienen ningún cadáver en el armario; no son un Clinton.
En materia de Defensa y Exteriores, lo que se observa es un realismo tranquilizador, después de los idealismos neoconservadores con Bush y con Obama. Tillerson tiene sus propios criterios, que no son ni los de Trump ni los de un posterboy de Rusia. Dice que se deben mantener las sanciones contra ese país, y que Europa tiene motivos para estar preocupada por la agresiva política de Moscú.
Tampoco cree que sea necesario un rearme nuclear de los aliados de los EEUU, ni que sea necesario, o conveniente, registrar a los musulmanes en casa. De James Mattis me parece revelador que dijera: "La historia no es una camisa de fuerza; pero no he encontrado mejor guía para el futuro camino que estudiar las historias". No son las palabras de alguien que quiera sustituir la realidad por ideología. Y ha recuperado el viejo tema de la Ciudad sobre la Colina para decir que la fuerza no es el único poder que debe ejercer su país.
El otro es la ejemplaridad para inspirar a otros.
Ya en casa, lo que caracteriza a parte de miembros del Gabinete de Trump es el entusiasmo por la reforma, por introducir cambios significativos, por lo general radicales y razonables a un tiempo. Betsy DeVos (Educación) ha defendido el cheque escolar y las charter schools, y su lógica es fácil de entender: imponemos una regulación para conseguir unos objetivos, pero damos a la escuela libertad para lograrlos sin que asuma toda la regulación. Cuando el senador comunista Bernie Sanders le preguntó si defendía la educación gratuita, DeVos le respondió: "Nada en la vida es del todo gratis". Rick Perry, el hombre que se olvidó de qué departamento quería eliminar, ha recuperado la compostura y su programa de eliminar nada menos que el de Energía, que él mismo va a dirigir.
Mientras los medios nos explican lo bien que les hace sentir Obama, con su encantadora sonrisa y sus melosas palabras, y lo incómodos que se sienten con Trump, la política de verdad sigue su curso, y por el momento muestra que el 45º presidente de los Estados Unidos sabe lo que hace. La hipótesis Duterte, la de que Donald Trump sea un loco peligroso como el que está al frente del Gobierno de Filipinas, parece descartable.
(José Carlos Rodriguez/ld.)
PRESIDENTE DONALD TRUMP.
No fue sencillo llegar hasta aquí, requirió derrotar a las dos dinastías políticas norteamericanas más poderosas de las últimas tres décadas: la de los Bush y la de los Clinton. También requirió vencer el escepticismo de todo el establishment del partido –yo también me alineé con él– y de sobreponerse a unos medios de comunicación no sólo hostiles, sino directamente implicados de hoz y coz en una oposición y una campaña de desprestigio sin límites.
Pero, a pesar de todo, estamos a tan sólo horas de la 58ª ceremonia de investidura presidencial en la historia de los Estados Unidos, que proclamará a Donald J. Trump, empresario, constructor, presentador de televisión, como el 45º presidente del país más poderoso e influyente del planeta.
La elección de Trump es revolucionaria no sólo por los escollos que debió superar para concretarse, también porque representa la ruptura del statu quo posterior al fin de la Guerra Fría. Un ejemplo claro de esto es el cuestionamiento por parte de Trump de la OTAN, que señala como anacrónica porque contribuye poco a la lucha contra el terrorismo islamista, el principal desafío de seguridad de sus miembros en la actualidad.
Trump tampoco ha sentido timidez alguna a la hora de aludir al hecho de que la OTAN es una entidad financiada desproporcionadamente por el Tesoro estadounidense y en la que la mayoría de los combatientes son norteamericanos, lo que ha posibilitado que desde mediados del siglo XX casi toda Europa se haya desentendido de manera irresponsable y oportunista de su propia defensa o de contribuir razonablemente a sufragarla.
Trump tampoco se ha escaqueado a la hora de romper con muchos de los tabúes impuestos por una corrección política generalizada y tiránica que controla y encorseta el discurso político en todo Occidente. Mientras que el presidente Obama literalmente proscribió el uso del término islamista para referirse a la ideología del movimiento terrorista que asuela Occidente y el mundo en general, Trump lo afirma sin pelos en la lengua, no de manera gratuita, sino porque sin identificar correctamente al enemigo es imposible atacarlo y destruirlo.
En las semanas posteriores a la elección, un Partido Demócrata desmoralizado y con su menor cuota de poder político en más de noventa años se ha dedicado de manera sistemática e irresponsable a deslegitimar al ganador. Prohombres del partido como el congresista John Lewis han tachado a Trump de presidente ilegítimo. Numerosos personajes de Hollywood han llegado al punto de llamar a la imposición de la ley marcial (en la práctica, un golpe de Estado militar) para evitar la toma de posesión de Trump, según manda la ley.
El propio Barack Obama se ha sumado a este proceso iniciando una campaña de tierra quemada en la cual ha cuestionado abiertamente la legitimidad del resultado electoral y promulgado una batería de decretos de último momento destinados a poner piedras en el camino de su sucesor.
También ha tomado medidas unilaterales irreversibles, como la conmutación de la pena de prisión de un conocido traidor, el exmilitar Bradley Manning, la liberación de varios peligrosos terroristas que estaban cautivos en Guantánamo, el bloqueo al desarrollo de un territorio equivalente en extensión a cuatro veces el tamaño de España –utilizando una ley de protección de patrimonio de 1906– y una batería importante de regulaciones onerosas que tomará mucho tiempo desactivar. Además, por primera vez en la historia, el presidente saliente ha decidido permanecer en la capital tras el final de su mandato y convertirse en un supuesto líder de la oposición, figura hasta ahora inexistente en el sistema político estadounidense.
Alrededor de un tercio de los congresistas demócratas han anunciado que boicotearán la ceremonia de investidura de Donald Trump, algo verdaderamente inaudito. Lo mismo han anunciado docenas de personalidades del mundo del espectáculo y de la farándula, algunos inclusive rechazando participar en los números musicales previos a la ceremonia de investidura propiamente dicha.
Pero nada de esto logrará impedir que el acontecimiento histórico y trascendental tenga lugar en la Explanada Nacional de Washington este viernes, 20 de enero de 2017, frente al edificio del Capitolio y con la asistencia de miles de personas esperanzadas por este nuevo capítulo que se inicia. Junto con mi esposa española, tendré el honor de contarme entre ellas.
Pablo Kleinman, empresario y comunicador, es miembro del Comité Ejecutivo del Partido Republicano en California.
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