viernes, 11 de diciembre de 2020

CAZA DE BRUJAS

 (Para la caza de brujas no basta que haya políticos miserables y sin escrúpulos.Tiene que haber, además, una buena parte de la población, aborregada.)

 

 

AQUEL NEGRO.

 

La última víctima de la caza de brujas que, en nombre del antirracismo, están llevando a cabo los tribunales populares de la moral posmodernos se llama Sebastian Coltescu.

En cierto momento del partido, este rumano que ejerció de cuarto árbitro en el partido de Liga de Campeones disputado el martes por la noche en París entre el PSG y el Basaksehir turco pidió al árbitro principal, su compatriota Ovidiu Hategan, que sacara tarjeta por protestar a un integrante del cuerpo técnico del Basaksehir. Mientras Hategan corría hacia la banda para mostrarle la cartulina, Coltescu le indicó en rumano por el pinganillo quién era el técnico díscolo:

Aquel negro. Ve y sácale la amarilla, a aquel negro de allí. Esto no puede ser.

“Aquel negro” era el exfutbolista internacional camerunés Pierre Wombe, que montó en cólera al oír que el colegiado había utilizado la palabra negro (negru en rumano) para referirse a él. “¿Por qué dices negro?”, le dice Wombe a Coltescu visiblemente enfadado. La tensión crece sobre el césped, y el futbolista del Basaksehir Demba Ba, también de raza negra, toma protagonismo:

Cuando le hablas de una persona blanca no dices "esa persona blanca", sino "esa persona". Entonces, ¿por qué cuando te refieres a una persona negra tienes que decir que es "negra"?

La cuadrilla de árbitros rumana intenta explicarse, pero es inútil. Los dos equipos abandonan el terreno de juego en señal de protesta. La UEFA ha decidido que el partido se reanude al día siguiente y las palabras de Coltescu han sido presentadas en medios de todo el mundo como una ofensa racista intolerable y terrible.

¿Son las palabras de Coltescu racistas? En mi opinión, no. Y lo que expongo a continuación, que sirve para responder a lo que preguntaba Demba Ba, zanja a mi modo de ver el debate. Coltescu, en efecto, no se habría referido al técnico protestón como “aquel blanco” de haber sido el entrenador blanco. Pero no porque Coltescu aplique un doble rasero según la raza, sino porque la norma en el banquillo del equipo turco era ser blanco, y aludir al color de la piel del entrenador que había de ser expulsado no habría ayudado a Hategan a identificar al revoltoso.

En otras palabras, Coltescu no dijo “aquel negro” para humillar o despreciar a Wombe, sino para explicar de la manera más gráfica posible a quién debía sacarle tarjeta. Si el partido hubiera sido de la Copa de África, en vez de de Champions League, y las protestas hubieran venido de uno de los entrenadores europeos que entrenan a selecciones africanas Coltescu es perfectamente imaginarse a Coltescu diciéndole a Hategan “aquel blanco de allí”, y en esa situación no habría pasado nada.

Claro que todo esto les importa poco a los implacables fiscales de la corrección política, que ya han decidido que el árbitro rumano tuvo un comportamiento racista y debe ser castigado por ello. Más que quienes se suman al coro acusador por interés o genuino celo justiciero, me preocupan los que lo hacen por miedo a acabar siendo triturados por la turba. Este parece ser el caso del ministro de Deportes rumano, Ionut Stroe, que ha pedido “disculpas en nombre del deporte rumano” y ha dicho que su Gobierno condena “con firmeza cualquier tipo de expresión o declaración que pueda ser considerada racista o discriminatoria”.

¿Que pueda ser considerada por quién?, habría que preguntarle al ministro. Pero no hace falta porque ya ha respondido en esa misma declaración. “Si la investigación de la UEFA establece que ha sido racismo [sic], se tomarán las medidas necesarias a nivel continental, pero también en el plano interno.” El ministro Stroe puede entrar como todos en internet y puede ver lo que ha ocurrido y juzgar por sí mismo si se trata de un caso de racismo. ¿Por qué entonces esconderse detrás del juicio que haga la UEFA para decidir si Coltescu debe ser castigado?

Teniendo Europa dirigentes de esta ínfima categoría moral e intelectual, alguien debería hablar con el Gobierno de Camerún, que es el país de origen del señor Webo, y sugerirle que pida a Rumanía una compensación económica de varios millones de euros como desagravio ante la terrible humillación sufrida por uno de sus ciudadanos. En unos días, el ministro Stroe les transferiría el dinero a su cuenta de preferencia. No debe preocuparse el señor ministro. De determinar si “ha sido racismo” ya se encargaría el Gobierno interesado.

 

(Marcel Gascón/ld/10/12/2020.)

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