jueves, 10 de diciembre de 2020

VIDA OCULTA


Vida Oculta

A veces medio por casualidad encontramos películas de esas sin tiros, persecuciones ni superpoderes; de esas que tratan de lo verdaderamente importante: quiénes somos, por qué estamos aquí; el bien, la verdad, la belleza. Pelis de esas que sigues rumiando después de verlas, y que te alimentan durante días.

“Vida Oculta”, de Terrence Malick (disponible al menos en Movistar+ y Amazon Prime), es una de ellas. De las que hay que ver con calma, porque dura casi tres horas. De las artísticas, porque cuenta con una fotografía espectacular que muestra el esplendor de los valles austríacos, y con una magnífica banda sonora que escucho mientras escribo.

Cuenta la historia de Franz Jägerstätter (1907-1943), granjero felizmente casado y padre de tres hijas, que al llegar los nazis y anexionarse Austria es capaz de advertir la maldad de su régimen y actuar en consecuencia, negándose a jurar fidelidad a Hitler como era obligatorio al incorporarse a filas.

Franz sabía que su rebeldía le costaría la vida, y a su familia el sufrimiento de perderle y del desprecio del resto del pueblo. Tuvo que vencer las continuas tentaciones de todos los que le presionaban e intentaban convencerle de que cediera: el alcalde, su abogado, el propio tribunal, su madre, su cuñada, su mujer, aunque al final le comprende y le apoya… ¡Hasta su párroco y el obispo!

Le dicen que a quién va a beneficiar su inútil obstinación, que nadie se va a enterar, que si pretende cambiar el mundo, que si ha pensado en su familia, que le necesitan, que puede trabajar en un hospital para no hacer daño a nadie; que no sería responsabilidad suya, puesto que sólo estaría siguiendo órdenes; que todo el mundo lo hacía…

Aunque la película es muy buena, la realidad es aún mejor. Y cuando se investiga un poco en internet, se descubren infinitud de detalles que engrandecen aún más la figura de Franz Jägerstätter. Su decisión fue muy meditada. Al parecer pudo ser determinante la encíclica de Pío XI, «Mit Brenneder Sorge», de 1937, donde el papa advirtió, dos años antes de la Segunda Guerra Mundial: «Todo el que tome la raza, o el pueblo, o el Estado, o una forma determinada del Estado, o los representantes del poder estatal [...] y los divinice con culto idolátrico, pervierte y falsifica el orden creado e impuesto por Dios».

Franz comprendió que, a pesar de la cómoda posición de una mayoría que cedía y aceptaba “obedecer órdenes”, uno no debe actuar jamás contra la verdad y la justicia. El fin (conservar la vida) no justifica los medios (cooperar con los nazis). Es cierto que se debe obedecer a las autoridades, pero nunca cuando sus órdenes son ilegítimas. Franz se negó a pasar por el aro, y fue decapitado a sus 36 años de edad.

Mi hijo se extraña de que hagan falta tres horas para contar esta historia. Pero pienso que sí, que son necesarias para valorar en su justa medida el sacrificio que Franz aceptó voluntariamente, plenamente identificado con Cristo crucificado. Su última carta, dirigida a su esposa, nos da una idea: “No me era posible liberarte del dolor que ahora debes sufrir por mí. Qué difícil debe haber sido para nuestro querido Salvador cuando, por sus sufrimientos y muerte, tuvo que preparar tan gran sufrimiento para su Madre”.

64 años después, el 26 de octubre de 2007, Día Nacional de Austria, su mujer, Franzisca, a los 94 años, y otras 5.000 personas participaron en la ceremonia de beatificación de Franz. Asistieron 27 cardenales y obispos de Austria y del extranjero. La misa fue televisada a toda la nación. "Siempre le pedí al Señor que me permitiera vivir para ver este día" dijo Franzisca, rodeada de miembros de su familia, en la catedral, donde una inmensa foto de Franz Jägerstätter colgaba sobre el altar. (Muchos datos provienen de un artículo del Padre Jordi Rivero.)

Franz tenía razón, a pesar de que entonces todos le consideraron un loco. ¿Por qué fue posible el nazismo? ¿Por qué es posible el socialismo de Maduro? Porque la mayoría no es como Franz. Los regímenes criminales subsisten únicamente por la colaboración de sus súbditos. Ojalá todos aprendiéramos de Franz Jägerstätter a resistirnos al mal, cueste lo que cueste.

Esto me recuerda al lema del Instituto Mises (otro austríaco que combatió al socialismo nazi -y al otro-), el verso de Virgilio “Tu ne cede malis”: no cedas ante el mal, o no te rindas ante la adversidad. Más nos vale grabárnosla en la frente, porque parece que nos va a hacer falta.

 

(Gabriel Le Senne/MallorcaDiario/10/12/2020.)



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