Yo sí te creo
En esta España progresista, de cada vez más intolerante gracias a la dictadura políticamente correcta, los políticos (en general mediocres, aunque hay honrosas excepciones) decidieron que había que eliminar la presunción de inocencia para los hombres. En la Ley de Violencia de Género.
La Presunción de Inocencia significa que toda persona es inocente, y debe ser tratada como tal, mientras no se demuestre que es culpable, por medio de una sentencia firme, en un proceso con las debidas garantías.
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Presunción de inocencia. Artículo 11, 1. ‘Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa’.
Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Habitualmente llamada ‘Ley de Violencia de Género’, en la que se elimina la presunción de inocencia para los hombres.
Artículo 14 de la Constitución española:
‘Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacionalidad, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social’.
Sus Señorías se pasaron por el forro la Declaración Universal de Derechos Humanos y la propia Constitución española. No en vano, España es una anomalía a nivel internacional. Es decir, somos una excepción. ¿Por qué? Porque España es destacadamente progre. Y una sociedad destacadamente progre, es una sociedad destacadamente gilipollas. Tribunal Constitucional incluido.
O sea, ‘yo sí te creo, bonita’. Como dijo, en una de sus profundas reflexiones, la vicepresidente Carmen Calvo. Pero resulta que si se expande el ‘yo sí te creo, bonita’, no necesitaremos a los jueces, en algunas cuestiones, porque ya se habrá dictado la sentencia condenatoria. Cuando una mujer denuncia a la policía: ‘Este tío me ha tocado el culo’, la policía, según los protocolos, debe esposar y llevarse a comisaría al tocador de culos. ¿Pruebas? Ninguna. Basta la palabra de la mujer. Palabra sagrada. O sea, el hombre esposado, aunque niegue haber tocado el trasero a esta mujer, está indefenso, esposado y enchironado. En los regímenes nazi, comunista y fascista, los detenidos- por lo que sea- eran presuntos culpables por el hecho de ser detenidos. Y sin presunción de inocencia, obviamente. Pero tenían la decencia de no calificarse de ‘progresistas’.
Recordemos una importante máxima jurídica que no procede del franquismo sino de un poco antes.
‘Incumbit probatio qui dicit, non qui negat’. Digesto de Justiniano, 533 después de Cristo, 22,3,2, jurisconsulto romano Paulo.) Es decir, el que afirma algo es el que tiene que probar lo que afirma, no el que lo niega.
Ahora rememoremos las películas del Far West. Se acusa a alguien de haber robado unos caballos. No hay pruebas. Solamente la palabra de uno o varios hombres del pueblo. ‘Yo si te creo, bonito’. Y acto seguido ahorcan al supuesto ladrón de caballos.
Esto es lo que sucede en España, excepto que está prohibido- de momento- ahorcar a los hombres tocadores de culos. En lo demás, es la misma estrategia. Y esta vergonzosa injusticia antidemocrática parece que se va extendiendo.
‘Minuto 29 de un poco trascendente, futbolísticamente hablando, Cádiz-Valencia en el Carranza. Con el balón a cincuenta metros, Diakhaby corre enloquecido hacia Cala, todo ello fuera de plano. Paulista, que además de compañero del jugador galo es su mentor, se percata de que el jugador francés del Valencia lleva los ojos inyectados. Algo grave ha pasado. Tras el inicial revuelo, la cosa se aclara. El brasileño grita. "Otra cosa sí, pero negro de mierda no". (Marca/5/4/2021)
Aclaremos que los insultos racistas son totalmente inadmisibles, aparte de las responsabilidades penales que correspondan. Dicho esto, vayamos a la expansión de la máxima, ‘Yo si te creo, bonita’.
Recordemos, sólo las mujeres tienen el privilegio legal de que su palabra es ley. Palabra sagrada. No necesitan aportar pruebas de lo que afirman. A pesar de la igualdad ante la ley, artículo 14 de la Constitución española. Papel mojado.
Ahora demos otro paso. No solamente las mujeres tienen este privilegio. Ahora, un jugador negro (Diakhaby) podría tenerlo, aunque no legalmente. El citado jugador solamente aportó su palabra de que otro jugador (blanco) le había lanzado un insulto racista y se dio por sentado que era cierto. Se suspendió el partido. El equipo valenciano se marchó a los vestuarios, aunque, posteriormente, volvió al terreno de juego.
Ignoro si hubo insulto, o no, pero la persona denunciada está indefensa. Si algunas personas tienen el privilegio de denunciar sin aportar pruebas, su palabra es ley. Sin embargo, lo civilizado y democrático es que el organismo competente lo investigue y decida. Diakhaby es creído porque es políticamente correcto creerle, sin pruebas. ¿Es así? Miren las cadenas de televisión y verán cómo machacan al jugador blanco, Juan Cala. Los comunistas Pablo Iglesias, Echenique e Irene Montero acusaron públicamente a Cala de racista. Sin pruebas. Sólo con la palabra de Diakhaby. Los comunistas siempre han condenado, sin pruebas, a sus enemigos de clase. Ahora toca a los blancos ‘opresores’. Son la gentuza comunista de siempre. En el gobierno de Pedro Sánchez, ‘el mentiroso’.
¿Qué pasaría si Diakhaby le hubiera dicho al jugador blanco, ‘blanco de mierda’? No pasaría nada.
Resumiendo, si queremos vivir en una sociedad civilizada, tenemos que enseñar- en familias y escuelas- que el respeto por los demás es fundamental. Y que las personas son inocentes hasta que- por medio de un juicio con garantías y por sentencia firme- se les declare culpables. El enfermo antisistema Michel Focault decía que los sistemas legales eran una trampa de la burguesía.
Alternativas, como ‘yo si te creo, bonita’, la ‘caza de brujas’, el macartismo, o los juicios de Moscú (1936/1938), son totalitarias e incompatibles con la dignidad de las personas y los principios democráticos por los que debe regirse toda sociedad civilizada. No progresista, sino civilizada.
PD. Según el informe PISA 2018, el alumnado español está 13 puntos por encima de la media de la (OCDE) en cuanto a respeto ante personas migrantes y otras culturas.
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