El rublo-oro y la guerra económica
Cuando Nixon suspendió —temporalmente, dijo— la convertibilidad del dólar en oro, el 15 de agosto de 1971, una onza (31,1 gramos) de oro equivalía a 35 dólares. Hoy, una onza de oro cuesta 1.937,35 dólares estadounidenses. La medida temporal devino permanente: más de 50 años nos contemplan. El oro cuesta 55 veces más. O, mejor dicho: el dólar vale 55 veces menos.
Imagínese que posee usted la facultad de imprimir a voluntad papelitos que todo el mundo acepta como dinero. Llamemos a esos papelitos, por ejemplo, “Antonios”. ¿Qué haría usted con semejante superpoder? ¿Adquirir todo lo que le diera la gana, no es cierto? Bastaría imprimir Antonios para pagar todas sus deudas. Luego la gente emplearía esos Antonios en sus intercambios, pero sólo usted gozaría del enorme privilegio de crearlos a voluntad para beneficiarse directamente de ello.
Sin embargo, ¿qué ocurriría si usted imprimiera e imprimiera Antonios sin parar? Si aumentara sustancialmente la cantidad de Antonios en circulación, al haber más dinero, pero los mismos bienes que intercambiar, los precios se adaptarían proporcionalmente a la cantidad de dinero en circulación. Es decir, los precios se incrementarían. O, visto de otro modo, el Antonio perdería valor: harían falta cada vez más Antonios para comprar algo.
En esto consiste la inflación. Por esto se dice que “la inflación es siempre y en todo caso un fenómeno monetario” (Federico Jiménez Losantos citado por Diego Sánchez de la Cruz). Ni los cuellos de botella por los confinamientos, ni la guerra en Ucrania. Lo que explica el gran incremento generalizado de los precios (que, recordemos, comenzamos a notar antes de la guerra) es que los bancos centrales —o sea, los gobiernos— han impreso Antonios como si no hubiera mañana.
El BCE mantiene un programa de compras de deuda pública que supone operaciones por un valor de 80.000 millones de euros ¡cada mes! (Diego Sánchez de la Cruz). Su balance se ha multiplicado por 4 desde 2014, con una etapa de fuerte crecimiento entre 2015 y 2017 y una verdadera explosión desde marzo de 2020. Y otros bancos centrales, como la Fed, Japón, etc. hasta le llevan la delantera.
“El Banco Central Europeo (BCE) tiene una misión económica fundamental: garantizar la estabilidad de precios en la economía”, nos recuerda José Raga. Puedo dar fe porque lo estudié. Otros bancos centrales tienen otros objetivos, pero el nuestro, únicamente éste. No podemos decir que esté siendo demasiado fiel. “La estabilidad de precios es para la economía lo que la seguridad jurídica para las relaciones políticas, sociales y jurídicas”, sigue D. José. Pues sin seguridad jurídica, ya sabemos dónde se van las relaciones.
¿Y a qué se ha dedicado esa barbaridad de Antonios? Pues mire lo que viene siendo España, por ejemplo: la deuda de las Administraciones Públicas ha subido del 40% al 120% del PIB entre 2008 y 2020 (Sánchez de la Cruz de nuevo). Ya sabemos que es dinero sabiamente gastado: chochocharlas, aceras, molinillos, y ahora coches eléctricos y páginas web. Porque no olviden el gran plan de la UE: ¿que viene una crisis por los confinamientos sin ton ni son? Pues apruebo un mega plan de gasto financiado con deuda para la transición ecológica y la digitalización. Toma del frasco, Carrasco. El Plan E de ZP pero en posmoderno. Lo malo va a ser si Rusia deja Europa sin gas y por tanto sin electricidad.
Y eso nos lleva al título del artículo. Porque el último movimiento de Rusia ha sido anunciar la compra de oro a 5.000 rublos por gramo, lo que equivaldría a una especia de vuelta al patrón oro. ¿Y cómo lo han interpretado los mercados? Pues el rublo ha recuperado el valor que tenía antes de la guerra. Porque en paralelo a la guerra de Ucrania, se desarrolla una guerra económica, y no da mucha impresión de que Occidente la esté ganando con sus sanciones. Más bien parece que Rusia y China saben lo que hacen. La globalización tal como la hemos conocido estaría seriamente comprometida: la economía global se estaría partiendo en bloques, Occidente por un lado, y Oriente por el otro. Perjudicándonos a todos. Escuchen a José Luis Cava, que lo explica muy bien.
De lo poco que tengo claro es que prefiero mil veces un rublo-oro (Rusia siguiendo a Hayek, dice Cava) antes que los Antonios occidentales, que como broma ya han estado bien. Es hora de dejar los Antonios y volver a un dinero sólido sin privilegios para nadie. Que no le cuenten milongas: la inflación la provocan ellos.
(Mallorca>Diario.)
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