NACIONALISTAS ENFERMOS (CAT Y CAV).
(PD).- Fernando el Católico era un monarca catalán; Josu Ternera, una personalidad vasca y ETA, una organización... activista. Ésta es la FEN (Formación del Espíritu Nacional) que se enseña a los escolares del País Vasco de Ibarretxe y la Cataluña de Montilla y Carod. Lo denuncia un profesor, Pedro Antonio Heras, en la primera recopilación sistemática de la propaganda nacionalista.
El nacionalismo es un achique del espacio mental” explica a la revista Época Pedro Antonio Heras, doctor en Historia y catedrático de instituto, que ha emprendido la primera recopilación sistemática de la propaganda nacionalista en los centros escolares del País Vasco y Cataluña. El resultado es el libro La España raptada, Formación del Espíritu Nacionalista (FEN), que publica Áltera.
Heras se indigna:
La propaganda dirigida por el PNV en el País Vasco y CiU en Cataluña, falsea datos hasta extremos de vergüenza ajena, como llamar rey catalán a Fernando el Católico o comparar a Euskal Herria con Persia y Babilonia; elogia a terroristas, denigra a inmigrantes, fomenta entre los escolares la pureza de la raza o alienta la delación, mediante las denuncias lingüísticas.
Fernando el Católico, un "monarca de Cataluña"
Esta obsesión por enseñar a los escolares como si fuera real una Euskal Herria imaginaria se repite en el caso catalán. En los textos de Geografía de la ESO no se menciona el Estado español, pero sí los Países Catalanes, que incluyen Cataluña, Cataluña Norte, la franja de Poniente, País Valenciano y Baleares.
Cuando se habla de la superficie de Cataluña se dice que tiene 32.000 km2, “una extensión parecida a la de otros países europeos como los Países Bajos o Bélgica” (Conocimiento del Medio, Ciclo Superior).
También se insiste en que Cataluña es una nación sin Estado en Europa y se extraen conclusiones políticas: “Si Cataluña no tiene Estado propio, ¿qué es la Generalitat? ¿Qué pinta su presidente?”, se pregunta a los escolares en un ejercicio práctico (Ciencias Sociales ESO).
Fuerzas de ocupación españolas
El corolario de todo ello es que España es el Estado opresor. En un material de apoyo sobre la Historia de Cataluña, el cómic titulado FOE (Fuerzas de Ocupación Españolas), premiado por el Instituto Catalán de la Juventud, se dice:
Hay una serie de gente que no son de aquí y se creen que esto es su tierra y ya hace demasiado tiempo que esa gente da vueltas por aquí.
Desde 1707 […] no paran de perseguirnos, retenernos, encarcelarnos, torturarnos... como si ellos fueran los amos de nuestra tierra […] Estamos hartos de pagar sus impuestos, de hablar su lengua.
Para hacer tragar el cuento es preciso tergiversar la Historia. En un libro de Geografía se afirma que Fernando el Católico era “un monarca catalán”; o que Cataluña fue incorporada a España, por derecho de conquista, en la Guerra de Sucesión de 1714 (cuando la realidad es que Castilla y Aragón se unieron dos siglos y medio antes con el matrimonio de Isabel y Fernando).
Lo mismo hacen los nacionalistas vascos, con exageraciones ridículas: “La Revolución francesa tuvo consecuencias negativas para Euskal Herría, sobre todo en Iparralde (País Vasco francés)” se afirma en un texto de 3º de la ESO.
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NACIONALISMOS Y SUS CÓMPLICES.
El Servicio de Normalización Lingüística de la Universidad de La Coruña, en colaboración con el Ayuntamiento de la misma ciudad y la Diputación, aprovechó el 25 de Noviembre, día de la no violencia contra las mujeres, para denunciar públicamente otra forma de violencia que debe ser eliminada para recuperar la propia dignidad y construirnos, se dice, individual y colectivamente. Como pueden imaginar, se trata de no hablar en castellano o español (la lengua de Franco) y sí hablar en gallego, lengua de la libertad. Esto último es mío, pero seguro que a ellos no les parece una bobada.
Lo primero de todo y antes de entrar en harina, ¿cómo es posible tanta estupidez? Creo que estas exhibiciones, con la cara bien alta y sin sonrojo, son más probables y habituales en contextos cerrados y faltos de libertad. No es casual que los nacionalismos se hayan convertido en los totalitarismos de nuestro tiempo. Por eso, las mismas características (con pequeñas diferencias) pueden aplicarse a nuestros desleales nacionalistas, sean del Imperio oprimido que sean. Veamos lo que decía un famoso catalanista, que se supone lleno de seny, como nos recuerda Juan Ramón Lodares:
‘Si se tiene en cuenta el mito babélico, se entienden afirmaciones como las de Jordi Pujol cuando decía: Cataluña es una Nación pero España no lo es. Tal expresión nos presenta a una Cataluña imaginada, homogénea, pura, que idealmente tiene una sola lengua propia, el catalán, circunscrita a un territorio y separada de sus vecinos. La lengua es, como se ha dicho, el índice de pureza racial’.
Dejemos aparte la cuestión de la lengua propia. Esta tontería, es triste decirlo, no es exclusiva de los nacionalistas periféricos. Por motivos que comentaré, la enfermedad se ha extendido a otros ámbitos. He oído a políticos destacados del Partido Popular hablar, con plena normalidad, de lengua propia. Lo mismo sucede con la gran mayoría de los políticos de izquierda. ¿Cómo se han alcanzado tan altos niveles de estulticia política? En el Partido Popular (aunque no todos son tan acomplejados, afortunadamente), porque hace tiempo renunciaron al debate de ideas y se han centrado en la gestión y el precio de la leche. En la izquierda, por motivos aún más penosos, que luego comentaré.
Esta obsesión enfermiza, y fuera de la realidad, por la pureza identitaria, pureza lingüística, pureza costumbrista, etcétera, es propia de mentes profundamente conservadoras y excluyentes. Recordemos que la conocida obsesión por la identidad en general, y la identidad lingüística en particular, tiene que mucho que ver con la consecución de beneficios materiales. Dicho en Román paladino, más cargos políticos y funcionariales, más subvenciones, más capacidad de decisión. O sea, más poder y dinero para nosotros, los del terruño. Los de ‘pata negra’.
Si los nativos de ‘pata negra’ han de tener ventajas porque son una prolongación natural del terruño, los ‘forasteros’ (charnegos, maketos y otras gentes de mal vivir) no podrán acceder a tan copiosos y merecidos beneficios. Claro, no son de aquí. Y si, por un casual, un charnego reconvertido accede a un importante cargo público, como sucede con el bachiller Montilla, tendrá que haber renunciado (de hecho, al menos) a sus orígenes y exhibir sin tapujos su orgullosa y preferente catalanidad. Es cierto, conviene ir de romería al pueblo natal y hacerse unas cuantas fotos.
Ya tenemos la mezcla adecuada de ‘pureza patria’ y ventajas económicas, sociales y políticas. El que comulga con la tribu será bien visto y debidamente recompensado. O bien, no molestado. El que esté alejado de la tribu, o se atreva a criticarla, que cargue con las consecuencias. Vean a Boadella. ¡Que aprendan todos!
¿Y qué pasa con la izquierda? Salvo algunos, que se atreven a criticar el maridaje nacionalismo/izquierdismo como, por ejemplo, J. Leguina, convenientemente marginado, los demás callan, o hacen el tonto. No les resulta difícil. Además, el pesebre es el pesebre. Pero las palabras del político madrileño se quedan cortas: ‘Todo este embrollo, esa sensación de engaño o de traición que tantos hemos sentido ha sido el resultado de un gran malentendido: aquel que nos hizo pensar que la izquierda catalana era una izquierda homologable con la del resto de España’.
El error, el trágico error es que la izquierda española, en general, se parece, de cada vez más, a la catalana. Incluido el Presidente Zapatero. Recordemos su famosa reflexión: ‘El concepto de nación es discutido y discutible’. El de nación española, por supuesto. No se atrevería a decir lo mismo de las grandes naciones catalana, vasca y gallega. Esta es la izquierda, digamos, española. Este es su lamentable viaje. Al simple mantenimiento del poder.
Se ha dicho, repetidamente, que no se puede prescindir de ningún elemento de un sistema cerrado, porque se desmorona. Si esto es cierto, los nacionalismos periféricos están condenados, como sistemas cerrados que son, a seguir con más discriminaciones y mentiras y no abrir la mano. Si entra aire fresco podría resquebrajarse el edificio. Ya saben, el rey estaba desnudo y los súbditos lo veían vestido, como él quería que lo vieran. Es el miedo a la libertad, la fidelidad a la mentira. Son los jugadores de cartas que siguen jugando al mus cuando asesinan a su compañero Ignacio Uría. Pues sí, los nacionalismos han traído coacción, mezquindad y miedo.
‘Cuanto más tratemos de regresar a la heroica edad del tribalismo, tanto mayor será la seguridad de arribar a la Inquisición, la Policía Secreta y el gangsterismo idealizado… Pero si queremos seguir siendo humanos, entonces sólo habrá un camino, el de la sociedad abierta’. (Popper)
Así pues, seguirán las discriminaciones y desprecios frente a los que no se plieguen a sus consignas etnicistas y liberticidas. Seguirán los públicos alardes y ostentación de lealtades tribales. La adoración al animal metafísico: La Nación. Y mentiras, subvencionadas y voluntarias, para ocultar el verdadero rostro del nacionalismo. Y el silencio cómplice. En este viaje, carente de ética y de estética, le acompaña la izquierda. Casi toda.
Sebastián Urbina.
1 comentario:
Jo no sé si el rei es considerava català o aragonès, però sé que a Castella el tractaven de catalanote.
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