¿Se acabó la Segunda Restauración?. (Pío Moa).
La democracia procedente de la transición ha tenido dos cánceres: unas autonomías centrífugas e insaciables, propiciadas por una interpretación a la que se presta la Constitución misma, y el terrorismo etarra. En realidad ha sido la incapacidad de los políticos para acabar con ese terrorismo, su colaboración práctica con él mediante la "solución política", lo que ha propiciado el descrédito creciente del poder central, la pérdida de respeto de los politicastros regionales y no regionales al sistema democrático y su audacia balcanizante, cada vez mayor.
Con Aznar la tendencia empezó a invertirse, sobre todo cuando el PSOE pareció regenerarse y firmar el Pacto para las Libertades y contra el Terrorismo, cuyo simple enunciado reflejaba muy bien la grave situación a que había llegado el país y la urgencia de ponerle remedio. Sabemos lo que pasó a continuación: apenas firmado el pacto, Rodríguez y su pandilla lo traicionaron, empezando una colaboración con los asesinos y un ataque a la Constitución por medio de hechos consumados que alcanzaría un descaro y unos niveles nunca antes vistos. Aznar cometió también el fallo de dejar la sucesión a un político tan endeble como Rajoy, pedestre oportunista y falto de otra cultura política que la del cambalache, lo cual privó al país de una oposición efectiva a los designios socialistas. De hecho, el PP se ha convertido en un colaborador del PSOE en la destrucción de la legalidad democrática y de la unidad de España por medio de actos consumados.
¿Significa esto el fin del sistema? Hace poco expuse mi opinión, en el artículo "Rupturas y reformas", sobre una de las plagas de la historia contemporánea de España: las rupturas, que han echado abajo una y otra vez las reformas acumulativas. Cada ruptura ha sido además el triunfo de los elementos más necios, agresivos y faltos de escrúpulos de la política española, hecho que se repite una y otra vez, según parece.
Al acabar el franquismo fue posible evitar la ruptura pretendida por casi toda la oposición, pero la debilidad cultural y política de Suárez sentó las bases para una ruptura aplazada, que está teniendo lugar ahora. ¿Se consumará?
Me gustaría que quienes dan por hecho e inevitable el fin de la democracia abierta en la transición ponderasen alguna de sus consecuencias, la más evidente la aceptación de la delincuencia de los políticos como un hecho normal, al estilo de las repúblicas bananeras, la degradación de la política en una especie de bandidaje al estilo latinoamericano, que probablemente termine en salidas de gran violencia, máxime cuando la crisis política se combina con la económica.
Pero nos encontramos con que la casi totalidad del espacio político ha llegado a estar copado por los dos mayores partidos, que ya no son nacionales, y por los separatistas. No existen prácticamente partidos alternativos, por lo que las perspectivas se presentan muy oscuras. No obstante, en la historia hemos visto reacciones enérgicas y salvadoras en último extremo, sin necesidad de llegar a la violencia; y hemos visto el hundimiento de partidos poderosos y aparentemente insustituibles. Ojalá estemos a tiempo todavía.
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