OTRA VÍCTIMA.
Manuel Moix no ha podido con la presión a la que le ha sometido la máquina de triturar honores y prestigios que arrasa en estos tiempos la vida pública española. Su propia familia le pidió que lo dejara. Y un día más, aunque probablemente sea yo el único, vuelvo a decir que España no es hoy mejor que ayer al cobrarse la cabeza del fiscal jefe Anticorrupción, sino un poco peor.
Me siguen asaltando las preguntas y las dudas acerca de a quién preocupaba tanto el nuevo responsable de la Fiscalía Anticorrupción. ¿Qué se esconde ahí para que se lance semejante cacería? Empieza a oler mal el ambiente judicial español: algunos comportamientos de jueces y fiscales pueden ser tan corruptos como los de aquellos que meten la mano en la caja.
Es probable que Moix sea una víctima más de ese fornido engranaje del que él formaba parte y que en España, bajo el mandato de hacer Justicia, se está llevando prestigios, carreras y hasta la paz familiar, para regocijo de la extrema izquierda y complicidad de unos cuantos tontos útiles.
Ya les adelanto que eso no es democracia.
(Bieito Rubido/ABC)
EL MALVADO INCOMPETENTE.
Manuela Carmena no se hizo juez por vocación. Empezó a preparar las oposiciones porque así se lo ordenó el PCE cuando ya llevaba un montón de años ejerciendo de abogada laboralista. Aprobó a punto de cumplir los 37. La alcaldesa de Madrid es la prueba viviente de que, desde los tiempos de la Transición, el PCE se esforzó por tener elementos afines en el seno del Tercer Poder. ¿Cuántos comunistas recibieron la misma orden y cuántos obtuvieron plaza? Supongo que rastreando los archivos del PCE será posible hacerse una idea, pero no es la cantidad lo que interesa destacar, sino la actitud.
Los socialistas prefirieron captar a los que ya habían aprobado en vez de ponerse a estudiar. Como no atrajeron a tantos como hubieran querido, reformaron la Ley Orgánica del Poder Judicial para que éste dejara de ser independiente y estuviera sometido al Poder Ejecutivo. Y de remate se inventaron la manera de nombrar jueces sin necesidad de hacer la oposición no fuera a ser que a un socialista se le licuaran las meninges de tanto estudiar.
La solución socialista era mucho más eficaz, y menos penosa, que la de los comunistas. Pero tenía un inconveniente. Si perdían el control del Poder Ejecutivo, perderían también el del Poder Judicial. Claro, que no estaba en los planes de Felipe dejar de ser presidente del Gobierno nunca, de forma que el riesgo era mínimo. Contra todo pronóstico, y debido al rosario de escándalos del Gobierno del PSOE, después de superar un intento de asesinato, Aznar logró desbancar al PSOE. Aunque ganó las elecciones gracias, entre otras cosas, a su promesa de devolver al Poder Judicial su independencia, cuando probó lo agradable que era manejar desde el Poder Ejecutivo al Judicial, se desdijo y disfrutó de los resortes creados y lubricados por Felipe González.
Cuando Zapatero llegó a La Moncloa sobre la onda expansiva de las bombas de Atocha, nadie esperaba de él que diera independencia a los jueces. Mucho menos estando la investigación del 11-M por medio y la necesidad de darle oxígeno a la ETA para poder negociar con ella y que su renuncia a las armas fuera fruto de la magnanimidad de Zapatero y no de la obstinación de Aznar. Luego, Rajoy hizo la misma promesa que Aznar para ganar las elecciones de 2011. E igualito que su mentor se desdijo inmediatamente de su promesa para poder él también dirigir a los jueces.
Pero es tan incompetente que ni siquiera con los muchos instrumentos heredados de sus antecesores es capaz de impedir que los jueces y fiscales politizados que hay, muchos de ellos de izquierdas y situados en puestos clave, se le suban una y otra vez a las barbas. Y eso sin contar con los amigos, que han dejado de obedecer. ¿No quería politización de la Justicia? Pues ahí tiene tres tazas que apurar, una detrás de otra: Bárcenas, testificar en la Gürtel y la dimisión de Moix. Ni para ser malo vale.
(Emilio Campmany/ld.)
Por su injerencia en el poder judicial.
2 comentarios:
No sé, me faltan elementos de juicio, no sé, repito, si está bien resuelta o no la cuestión del cese del señor Moix. Lo que sí confieso es que casi me producía escalofríos de niño, y aún ahora, la evocación del miliciano armado y “apatrullando” las calles durante nuestro último harakiri civil. No sé si se trata de un endemismo muy español; lo cierto es que me parece que, en nuestra Historia, han menudeado figuras como los “apatrulladores”, censores, sumos pontífices de la verdad política absoluta y otros malos personajes por el estilo de nuestro bestiario nacional. Quizás ganaría el país si supiéramos desembarazarnos de esa ganga.
Probablemente, los fiscales progresistas son mayoría y pueden cargase al que no es de su cuerda o pretende ponerles firmes.
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