(La prensa mierdosa española. De progreso,
naturalmente. Hoy son por el estilo.)
La prensa española a
Soljenitsin: "espantajo", "mentiroso",
"hipócrita", "multimillonario", "siervo",
"delirante".
Sus
progresistas llaman dictadura al régimen vigente en España. Hace diez días
que yo viajo por España (...) y me he quedado asombrado. ¿Saben ustedes lo que
es una dictadura? (...) He aquí algunos ejemplos de lo que he visto con mis
propios ojos (...). Los españoles son absolutamente libres de residir en
cualquier parte y de trasladarse a cualquier lugar de España. Nosotros, los
soviéticos, no podemos hacerlo en nuestro país. Estamos amarrados a nuestro
lugar de residencia por la propiska (registro policial) Las autoridades deciden
si tengo derecho a marcharme de tal o cual población (...)
También he
podido comprobar que los españoles pueden salir libremente de su país para el
extranjero. Sin duda se han enterado ustedes por la prensa de que, debido a las
fuertes presiones ejercidas por la opinión mundial y por los EEUU, se ha
dejado salir de la Unión Soviética, con no pocas dificultades, a cierto
número de judíos. Pero los judíos restantes y las personas de otras
nacionalidades no pueden marchar al extranjero. En nuestro país estamos como
encarcelados.
Paseando por
Madrid y otras ciudades (...), más de una docena, he podido ver que se venden
en los kioscos los principales periódicos extranjeros. ¡Me pareció
increíble! Si en la Unión Soviética se vendiesen libremente periódicos
extranjeros, se verían inmediatamente docenas y docenas de manos tendidas y
luchando para procurárselos. Pues bien, en España, su venta es libre.
También he
observado que en España uno puede utilizar libremente las máquinas
fotocopiadoras. Cualquier individuo puede hacer fotocopiar cualquier documento,
depositando cinco pesetas por copia en el aparato. Ningún ciudadano de la
Unión Soviética podría hacer una cosa así en nuestro país. Cualquiera que
emplee máquinas fotocopiadoras, salvo por necesidades de servicio y por orden
superior, es acusado de actividades contrarrevolucionarias.
En su país
—dentro de ciertos límites, esto es verdad— se toleran las huelgas. En el
nuestro, y en los setenta años de existencia del socialismo, jamás se
autorizó una sola huelga. Los que participaron en los movimientos
huelguísticos de los primeros años de poder soviético fueron acribillados
por ráfagas de ametralladora, pese a que solo reclamaban mejores condiciones
de trabajo (...).
Si nosotros
gozásemos de la libertad que ustedes disfrutan aquí, nos quedaríamos
boquiabiertos (...). Hace poco que han tenido ustedes una amnistía. La
calificaron de «limitada». Se ha rebajado la mitad de la pena a los
combatientes políticos que habían luchado con armas en la mano (alude a los
terroristas). Puedo decirle esto: ¡ojalá a nosotros nos hubiesen concedido,
una sola vez en veinte años, una amnistía limitada como la suya! (...).
Entramos en la cárcel para morir en ella. Muy pocos hemos salido de ella para
contarlo».
Lo que dijeron de Soljenitsin
—Juan
Benet, en "Cuadernos para el Diálogo": «Todo esto ¿por qué?
¿Porque ha escrito cuatro novelas (las más insípidas, las más fósiles,
literariamente decadentes y pueriles de estos últimos años)? ¿Porque ha sido
galardonado con el premio Nobel? ¿Porque ha sufrido en su propia carne —y buen
partido ha sacado de ello— los horrores del campo de concentración? (...).Yo
creo firmemente que, mientras existan personas como Alexandr Soljenitsin, los
campos de concentración subsistirán y deben subsistir. Tal vez deberían
estar un poco mejor guardados, a fin de que personas como Alexandr Soljenitsin
no puedan salir de ellos hasta que no hayan adquirido un poco de educación.
Pero una vez cometido el error de dejarle marchar, nada más higiénico que el
hecho de que las autoridades soviéticas (cuyos gustos y criterios sobre los
escritores rusos subversivos comparto a menudo) busquen la manera de librarse
de semejante peste».
—Juan
Benet, en "Informaciones" contra el «hombrecillo Soljenitsin»:
«Lo seguro es que muchos telespectadores debieron enrojecer de vergüenza».
—Soledad
Balaguer en "Por favor," tras elogiar a la URSS ataca al «premio
Nobel barbudo que daba gato por liebre diciéndonos que los rusos eran
muy malos porque eran comunistas, sin conseguir que nadie le creyese».
—"Triunfo",
procomunista y de gran tirada, denuncia el «escándalo» de «la operación
Soljenitsin»: «Aprovechar el enorme público de este programa del sábado para
acometernos de esta manera por medio de una disertación fanática y
apasionada (...). El señor Soljenitsin llega con retraso de una guerra
fría, y la televisión española, de una guerra civil renovada».
—"Personas":
«Soljenitsin es un paranoico clínicamente puro (...). La voz del viejo
patriarca zarista penetró en los campos y en las ciudades españolas como un
viento glacial. Fue una vergüenza». En la misma revista se preguntaban «¿quién
habrá pagado el spot de don Alexandr? (...). Don Alexandr no es político.
Es folklore, nada más».
—Arturo
Rubial, en Posible, sobre el «Soljenitsin Show»: «Ese Soljenitsin es un
Nobel por nada (...). Miente a cada instante: ha perdido decididamente
la brújula». Habrían debido hacer de manera que Soljenitsin contase todo esto
al estilo de musichall, rodeado de lindas muchachas de ballet Set 96; este
caballero tiene pasta de showman».
—Monserrat
Roig, en Mundo: «La barba de Soljenitsin parece la de un cómico de
pueblo, la de un cómico ambulante pagada por una alianza de señores
feudales. El escritor ruso hace reír al gallinero (...). Un día le
arrancarán las barbas postizas».
—Camilo
José Cela, futuro Premio Nobel: «Soljenitsin no está solamente contra
España, nuestro pequeño y amado país, lo cual no sería nada. Soljenitsin
está contra Europa (...). Está contra la libertad (...). Heraldo de
tristeza (...). No tenemos necesidad de pájaros de mal agüero».
—Francisco
Umbral, futuro Premio Cervantes: «Payaso».
—Manuel
Jiménez de Parga, futuro ministro de UCD: «Uno pierde la calma delante de
quien, sirviéndose de las pantallas de la TV, pretende tomarnos por
imbéciles, permitiéndose explicar precisamente en España lo que es una
dictadura».
—Más
dicterios contra Soljenitsin en la prensa española: «enclenque», «chorizo»,
«mendigo desvergonzado», «famélico», «espantajo», «bandido», «hipócrita»,
«multimillonario», «siervo», «aprueba las ejecuciones de Chile», «mercenario»,
«delirante», «perdió la chaveta».Y el remate en Le Monde: «Soljenitsin
considera que los españoles viven en la "libertad más absoluta"».
En realidad,
Soljenitsin nunca usó esa frase entrecomillada por el entonces canónico
diario izquierdista francés. Pero es que nadie ha perseguido a las víctimas
del comunismo, rusas o españolas, tan sañudamente como la izquierda francesa.
La «ceguera voluntaria» de Jelen se ha actualizado con Melenchon y su
reivindicación delTerror de Robespierre, que es, ha sido siempre, la
justificación del de Lenin.
España, que
en 1936, justo cuarenta años antes, había estado muy cerca de convertirse en
la segunda dictadura comunista del mundo, y solo lo evitó al precio de una
larga guerra civil, se empeñaba en ignorar el significado del comunismo cuando
estaba a punto de inaugurar la democracia. La mayor tragedia del siglo en
pérdida de vidas humanas y aplastamiento de toda libertad, el Gulag, se
convirtió en críticas del uso de la televisión. Hace poco, el propio
entrevistador de Soljenitsin, Íñigo, dijo que el famoso programa fue repetido
en TVE por presión de Franco, que llevaba un año muerto.Y la grabación ha
desaparecido del archivo de TVE con la eficacia tenebrosa que borraba a los
disidentes de las fotos de Stalin.
La
legalización del PCE, unos meses después, se fundamentó en la
reconciliación de los dos bandos de la Guerra Civil, pero no debió hacerse al
precio del silenciamiento de vidas tan ejemplares, en el sentido cervantino del
término, como las de El Campesino y Soljenitsin. El partido Podemos,
resurrección del más rancio leninismo, es el fruto podrido de aquella censura
a voces.También del proceso de rebolchevizacion del PSOE de Zapatero, cuya
herramienta básica, la llamada Memoria Histórica, se basa en la Desmemoria
Programada de la Checa y el Gulag.
Yo misma
intenté saber qué pasó con el archivo de la entrevista a Soljenitsin en TVE. Me
puse en contacto con el departamento de documentación y con José María Íñigo
(que en paz descanse). El periodista me confirmó que por supuesto el documento
se destruyó. Borrado y copia nueva.
Ninguna
cámara de televisión grabó nunca un gulag. Cuando fueron desmantelados se
destruyó hasta la última prueba y lo único que queda es la voz de los
supervivientes.
El comunismo
asesinó a millones de personas por considerarlas mera masa refractaria,
reaccionaria o eliminable. Lo que no logró fue que cada persona no muriera
sola, que cada una de esas vidas segadas por orden de Lenin, y tras él
Trotski, Stalin, Mao, Ho Chi-Minh, Ceaucescu, Honecker, Andropov, Pol Pot, el
Che, los Kim o los Castro, no tuviera su dolor particular, su terror
intransferible, un pasado hecho cenizas.
Cuando se
abrieron las puertas de los gulags las víctimas eran otras personas diferentes
de las que entraron en esos pozos de tortura. No tenían nada, así que la
mayoría empezó a reconstruirse en esos mismos lugares. Hoy, un comentario
habitual entre ellos es sus nuevos hogares reposan, literalmente, sobre los
huesos de los que no vivieron para contarlo. Hagamos Memoria.
Memoria del
Comunismo, (La Esfera
de los libros, 2018) Decimoctava edición, 70.000 ejemplares editados en menos
de un año.
(Nuria Richart/LD/20/12/2018.)
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