jueves, 21 de abril de 2022

CATÓLICOS Y LIBERALES

 

Católicos y liberales

Por Gabriel Le Senne

El término ‘liberalismo’ levanta ampollas en algunos ambientes católicos. Pero el liberalismo de hoy es muy distinto del del XIX. De hecho, para los liberales contemporáneos resulta evidente que algunas medidas adoptadas por los liberales del XIX en realidad no fueron nada liberales. Por ejemplo, las desamortizaciones, que básicamente consistieron en el robo de propiedades de la Iglesia o de órdenes religiosas.

Los liberales hoy discuten mucho entre sí: es casi lo que más les gusta, después de discutir con los ‘socialistas de todos los partidos’. Pero existe un gran consenso en torno a la defensa de la vida, la libertad y la propiedad. Esto implica algunas premisas: (i) que todos somos iguales ante la ley; (ii) que uno es dueño de su cuerpo y del producto de sus acciones, y (iii) que la propiedad se transmite mediante acuerdos voluntarios. Y por supuesto, el principio de no agresión.

Luego, todos excepto los anarcocapitalistas coincidimos en que un Estado tiene que haber, aunque pequeño —cuánto, ya sería controvertido—, con los correspondientes impuestos, reducidos, para pagarlo. Mi opinión es que al Estado idealmente corresponden las funciones de (i) árbitro del sistema económico, mediante la promulgación de un ordenamiento jurídico (pocas normas y que se cumplan) y un sistema judicial; (ii) seguridad interior y exterior; y (iii) una red de seguridad asistencial para quienes no pudieran valerse por sí mismos, que iría siendo cada vez menos necesaria a medida que esta sociedad libre se fuera enriqueciendo.

No puedo entender cómo este planteamiento puede merecer en opinión de algunos la condena desde el prisma católico, porque coincide con el máximo respeto a los Mandamientos y al bien común. A los Mandamientos, porque el séptimo dice “No robarás”, y los actuales impuestos, donde el ciudadano medio entrega la mitad de su renta, y algunos mucho más, me parecen confiscatorios, y aún más injustos cuando se observa que en una parte creciente se dedican a actividades abiertamente inmorales. En cuanto al bien común, a mi juicio es favorecido cuando se respetan en la máxima medida posible la libertad y la propiedad, como creo que demuestran la moral, la ciencia económica y la historia. Entiendo que esto desgraciadamente es controvertido, pero en ningún caso comprendo que se pueda considerar inadmisible conforme a la doctrina católica.

Veamos ahora algunas objeciones al respecto. La primera: ser liberal es negar un orden moral objetivo. No necesariamente. El liberal, como he explicado, defiende un orden político y económico concreto, con un gobierno limitado y no intrusivo. No existe ninguna incompatibilidad con pensar además que existe una moral objetiva. Más bien lo contrario: el liberalismo se basa en la dignidad inviolable de todo ser humano por el simple hecho de pertenecer a nuestra especie, pues es esta dignidad el fundamento de los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad. Idea, esta de la dignidad intrínseca de toda persona, que sin duda procede de nuestras raíces cristianas. Cosa distinta es que a la hora de diseñar un ordenamiento jurídico donde quepa gente de muy diversas creencias y cosmovisiones, convenga o no quede más remedio que pactar un mínimo común.

Otra objeción reside en que algunos liberales defienden cosas como el aborto, la eutanasia, los vientres de alquiler, etc. Pero estos son temas muy controvertidos entre los propios liberales. Si aplicamos correctamente los principios antes enunciados, el derecho a la vida es el primero a defender, y por tanto no resultarían admisibles ni el aborto ni los vientres de alquiler (pues el nasciturus es sin duda un ser humano). En cuanto a la eutanasia, a lo sumo justificaría una despenalización del auxilio al suicidio, pero en ningún caso la instauración de un servicio público dedicado a matar pacientes como el aprobado, pues en el futuro muchos ancianos abandonados se verán forzados a solicitarlo, pero no libremente, sino por falta de alternativas.

Si observamos la situación de la educación, donde un control estatal asfixiante somete a los alumnos a un adoctrinamiento creciente en materias aberrantes netamente anticristianas, sin importar la opinión de los padres, más un sistema sanitario cada vez más entregado a esa cultura de la muerte —pobres de los ginecólogos cristianos, si aún quedan—, más un control de la cultura y de los medios dirigido hacia antivalores materialistas, entre otros muchos asuntos, más nos valdría a los católicos —y a toda persona con algo de sentido común— recelar de la tan extendida estatolatría —la creencia infundada en que el Estado puede y debe intentar resolver cualquier problema—, y defender su adversario, el liberalismo.



No hay comentarios: