Hace casi 40 años que el cándido gobierno popular de Gabriel Cañellas aprobó la “Ley de Normalización Lingüística” de Baleares de 1986, en la que se afirmaba sin ningún tipo de sonrojo que “las islas Baleares se incorporan al área lingüística catalana con la conquista de Mallorca por el Rey Jaime I (1229)”.
Presionado por una élite cultural e intelectual totalmente subordinada a Cataluña, cuyas cabezas visibles eran y siguen siendo la mal llamada “Obra Cultural Balear” (ww.ocb.cat) y la Universidad de Baleares (www.uib.cat),el gobierno popular pasó por el aro. Ambas entidades son la referencia del pancatalanismo en Baleares, son la quintacolumna del expolio catalanista en Baleares. A su triste subordinación ideológica y cultural a Cataluña se añade el desprecio y el menoscabo de la milenaria historia de Baleares y de España.
La OCB es una entidad subvencionada y regada desde siempre con millones de pesetas y de euros por la injerencista Generalidad de Cataluña (El País (2001): “la Obra Cultural Balear, que entre 1990 y 1997 recibió subvenciones de la Generalitat por 141 millones de pesetas”; Diario de Mallorca (2007):” El Gobierno catalán subvencionará con 1,15 millones de euros la entidad cívica Obra Cultural Balear (OCB) con carácter plurianual entre 2007 y 2010 “). La OCB nació con el objetivo de “la promoción y el uso de la lengua catalana en las Islas Baleares”. Actualmente va mucho más allá, ya que actualmente “coordina su acciones en el marco de los Países Catalanes”.
Así fue, Cañellas transigió y cedió a la presión catalanista, ya que unos pocos años antes, durante las negociaciones del Estatuto de Autonomía de 1983 (auténtico Caballo de Troya del catalanismo) los ponentes populares defendieron, eso sí, con pocos y vagos argumentos, ante el grupo socialista lo contrario a la ley de “normalización“ que luego aprobaron (Abel Matutes: “al hablar de ‘lengua de las Baleares’ no estamos prejuzgando si se trata del catalán, del balear o del mallorquín, sino, simplemente, sentamos un hecho: que damos cooficialidad, junto con el castellano, a la lengua que se habla”). Los populares dejaron el camino allanado para que socialistas y separatistas impusieran la actual dictadura catalanista que padecemos en Baleares.
Según el Estatuto, la lengua catalana es la lengua propia de Baleares. A partir de ahí había que encajarlo todo para que concordase con el sagrado mantra catalanista: “después de la conquista catalana de Mallorca, la isla se repobló de catalanes ya que la población sarracena fue exterminada, implantándose, así la lengua catalana”. Lo primero era negar la existencia de la población mozárabe en el siglo XIII.
La doctrina catalanista basa su dogma en que en las sucesivas invasiones, la población de Baleares o adoptó rápidamente la cultura y la religión del nuevo dominador, o directamente fue sustituida por otro contingente. Supuestamente sería el caso de la conquista cordobesa de 902. La población mallorquina (a diferencia de lo que sucedió en la Península) sería rápidamente islamizada y arabizada, lo que comportó la pérdida de la lengua latina y la adopción de la lengua árabe. Y para el caso de la conquista de 1229, presumiblemente, la población isleña sería prácticamente exterminada y esclavizada. Por eso se tuvo que repoblar la isla y se realizó, como no, con gente venida de Cataluña.
Nadie se puede creer esto. Excepto en el caso de la conquista romana (que fue total), los siguientes dominadores (vándalos, bizantinos, musulmanes) dieron por conquistada Mallorca con la toma de la capital, el resto de la población de la isla permaneció en ella, conviviendo y adaptándose al nuevo conquistador. Esto mismo sucedió también en la conquista de Jaime I después de la toma de Medina Mayurka. En Mallorca permaneció un importante número de población indígena, tanto sarracenos (debido a que llegaron pocos nuevos pobladores se mantuvo una población musulmana cautiva con el fin de poder continuar la actividad económica, seguido de un proceso de acceso a la libertad y de cristianización), como mozárabes y criptocristianos (cristianos convertidos al Islam pero que aún celebraban sus ritos clandestinamente). Eran los Rum.
Las crónicas cristianas y musulmanas de la conquista dan testimonio de que Jaime I se entrevistó en la costa mallorquina con Alí de la Palomera, quien habló con el monarca aragonés en “son llatí”, es decir, en su mozárabe. Las crónicas añaden que, conocedores de la llegada de Jaime I, una parte de la población indígena mallorquina (que además estaba en abierto enfrentamiento con el poder almohade de la capital que había tomado la isla en 1203) decidió apoyarle. Fue el caso de los payeses encabezados por Benhabet, señor de Pollensa, que, además de ayudar a las tropas aragonesas, apostataron y se convirtieron al cristianismo, retornando a la fe de sus antepasados.
Otra evidencia de la permanencia de los Rum la aporta el prestigioso arquitecto mallorquín Gabriel Alomar. Se trata de una prueba muy evidente a la vista de todos: la piedra central de mármol blanco del altar mayor de la Catedral de Mallorca. Alomar afirma que este pilar pudo ser “el que sostuvo el ara de la basílica que construyeron los bizantinos después de haber ocupado la Ciudad” (allá en el siglo VI), y que una vez conquistada Medina Mayurka “el pilar habría servido ya de soporte al altar (…) para que sirviera de testigo y de símbolo de una relativa continuidad del culto cristiano en la Isla”. A la existencia de la piedra blanca hay que añadir aquellos lugares recónditos donde los criptocristianos mantenían la realización de sus ritos, como las cuevas. La que fue directora del Museo de Mallorca, Juana Maria Palou, detalla que “las Cuevas de Sant Martí (Alcudia) y Santa Inés (Ibiza), no estudiadas todavía (ni nunca lo harán), sugieren lugares de culto cristiano o criptocristiano”.
A todo esto hay que sumar el mantenimiento del modelo de casa romana y el uso de las técnicas constructivas romanas después de la conquista de 1229 por los Rum, lo que significaría su pervivencia y uso durante la dominación islamista. Con la conquista aragonesa llegaron pocos colonos catalanes que construyeron sus casas de acuerdo a su modelo de casa gótica (distinto al romano-mallorquín). Pero el modelo que se impuso y que se mantiene hoy en día fue el tipo milenario heredado de Roma. El arquitecto aragonés Carlos García-Delgado confirma que “de las dos tipologías la que mantuvo mayor vitalidad fue aquella que ya estaba arraigada en la tradición mallorquina antes de 1229”, la mayoritaria romana. A lo que hay que añadir las citadas técnicas de construcción romanas (aljibes, pozos cuadrados, tejas, canales de barro, paredes secas, arcos, enfoscados…) que hoy en día siguen vivas en la arquitectura popular de Mallorca, aunque a veces se imputen erróneamente a la cultura musulmana.
El experto y bioconstructor mallorquín Miguel Ramis aclara que “las técnicas atribuidas a ‘los moros’ son simplemente romanas” y remata afirmando que “nuestra arquitectura está basada en la piedra, mientras que la musulmana está basada en el adobe”.
Los Rum también conservaron su dialecto mozárabe, tal como sostiene el lingüista y arabista Álvaro Galmés de Fuentes: “fueron los mozárabes de las montañas de Mallorca los que conservaron la lengua romance”. El principal documento, en lo que coinciden Galmés y el lingüista mallorquín mosén Antoni Mª Alcover, es el “Llibre del Repartiment de Mallorca” extendido después de la conquista para el reparto de las propiedades. Alcover afirma de él que es “el único monumento que existe de nuestro romance insular, anterior a la reconquista de don Jaime I”.
En el “Llibre” aparecen topónimos prerrománicos (Ariant, Calicant, Caro, Cairats, Porrassa, Moro, Morel, Morro, Toro, Colonia, Randa, Selva, Panteleu, Sineu, Palomera) y otros de latinos, pero con una evolución original del dialecto mozárabe mallorquín (Canadella, Cutella, Pedruixella, Calobra, Massanella).
Otra evidencia de la lengua de los Rum es un glosario del siglo XIII, el “Vocabulista in arabico, publicato sopra un codice della Biblioteca Riccardiana di Firenza”, del que el lingüista David F. Griffin considera que su copia pudiera realizarse “quizá en Baleares” y que “tuviera algo que ver con el monasterio de Miramar”, fundado por Ramón Llull en 1276. El “Vocabulista” recogería aquellas palabras del romance mozárabe usadas por los Rum durante la dominación islamita (qunilya, ballina, tassalla, sintala, tarbaya, atrbasayra, buruk, furka, furnayr, qalabayra, sabbat, sannay, yigala…) y que no difieren en demasía de las actuales palabras mallorquinas (conill, balena, tasseta, centella, treballar, travesser, bruc, forca, forner, calavera, sabata, senalla, xigala…).
A pesar de todas estas evidencias la doctrina catalanista no admite la existencia de los Rum, ni de su lengua. Lo mismo ocurre en el caso valenciano. El filólogo y lingüista catalán Antonio M. Badía afirma tanto del mozárabe mallorquín como del valenciano que “había desaparecido al llegar los repobladores”. Pero, en cambio, sí que admite la existencia del mozárabe catalán, que “estableció contacto con los repobladores (es el caso de Cataluña Nueva, siglos XI y XII)”.
Badía aunque niega la existencia del mozárabe habla de un “enigmático substrato” mallorquín (que no es más que el mozárabe) que configuró la lengua de Mallorca: “habiéndose conservado los rasgos del ignoto substrato correspondiente (…) estos rasgos, formarían (…) la manera de ser de las hablas baleáricas”. En el caso valenciano se trata de unos “enigmáticos enlaces” que convirtieron el catalán oriental de los pobladores en catalán occidental: “rasgos de lengua de procedencia ibérica que (…) enlazan con el catalán que llega a Valencia en el siglo XIII (…) y se convierte en “occidental” por razón de estos enlaces, haciendo, entonces, caso omiso de las modalidades de la lengua de los repobladores que llegan”.
La argumentación de Badía no se aguanta. De sus afirmaciones, lo quiera o no, se deduce admitir la existencia del dialecto mozárabe (para caracterizar la lengua de Mallorca y de Valencia de manera distinta), así como la pervivencia de los Rum en Mallorca.
(OkDiarioBaleares/2/4/2022.)
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