Un aspecto importante en este último atentado, es que los hoteles atacados no formaban parte de ninguna gran cadena norteamericana tipo Hilton o Marriott, sino que pertenecían a empresarios locales y la mayoría de sus huéspedes y consecuentes víctimas fueron ciudadanos indios.
Con esta tragedia, tal vez algunos por fin se den cuenta de que todos lo que no somos musulmanes estamos expuestos a los fanáticos.
El pro-arabismo está en auge, como demuestra el éxito que tiene su música y sus bailes, modificados para el público moderno, promovidos por cantantes como Shakira, que sería colgada por libertina del primer poste que hay en la calle si pudiese mostrarse con top o blusa transparente en Arabia Saudí.
Pero lo que realmente da fuerza a los árabes, es la monstruosa cantidad de dinero que reparten a periodistas, estaciones de TV, y el ámbito mediático en general, para que el público los vea con simpatía.
Por cada reporte que las agencias noticiosas internacionales distribuyen, los islamistas pagan hasta 50 por ciento más, si lo decoran de acuerdo a su conveniencia. ¿Se entiende ahora porqué CNN transmite en idioma árabe y apoya a los extremistas?
No debe sorprender que a los terroristas se los mencione con apelativos como “comandos de liberación”, “luchadores por la libertad”, y otros calificativos significativamente generosos, que nada tienen que ver con la verdadera identidad y objetivos de los islamofascistas.
Como la izquierda es solidaria con todo lo que lleva la palabra “revolución”, o “liberación”, es lógico que los musulmanes estén afianzando lazos con los socialistas.
La izquierda totalitaria y el Islam tienen un gran punto de convergencia. Ninguno acepta al individuo como motor de la sociedad, sino que consideran el colectivismo como la fuente de soluciones para los problemas.
La persona que no acepta el socialismo es un enemigo de la revolución, y el que no se somete a la Sharia es un apóstata.
La religión, negada por los socialistas tradicionales, que son materialistas, y ateos, irónicamente es el nudo de enlace con los fanáticos islamistas.
¿Cómo pueden coexistir en armonía conceptos totalmente opuestos? Simplemente no pueden. Pero en esta etapa inicial de guerra común contra el libre albedrío, los extremos se juntan.
Otra incongruencia es el soporte político que los islamistas reciben del primer mundo. Cada apología de un líder o grupo democrático a favor de los árabes, refuerza el ánimo de sus más fervorosos enemigos, que son los propios musulmanes.
Si los árabes pudiesen — está en sus planes–, aniquilarían a todos los que defienden el feminismo, el homosexualismo, el divorcio, el aborto, los derechos humanos, la democracia, la pluralidad religiosa, el alcohol, las drogas, y otras libertades y excesos.
Parece que hay que repetir cien mil veces: ¡El Islam quiere dominar el mundo! El Corán dice: “Alá envió a su profeta Mahoma, con la religión verdadera para que gobierne sobre las demás religiones”.
Si los no-musulmanes se sienten tranquilos con ese detalle, les harán el trabajo más fácil. Si por el contrario consideran que los islamistas atentan contra su forma de vivir, deberían estar dispuestos a combatirlos con todos los medios a su alcance.
La guerra de 1.500 millones de fanáticos contra todos, debe ser la guerra de todos, de lo contrario está perdida de entrada. La premisa que debe guiar al mundo cristiano, judío, budista, hinduista, taoísta, sintoísta, agnóstico, ateo y cualquiera no-islamista, es simple: Los musulmanes quieren matarnos, los demás tenemos que unirnos y defendernos.
Vivir amedrentados por los fundamentalistas, tiene un límite, y este ha sido rebasado hace mucho tiempo. No hay nada que negociar ni discutir con gente que no tolera el pensamiento, la fe, ni la libre existencia de los demás.
La prepotencia de los islamistas, que creen tener el derecho de imponerle al mundo sus medievales conceptos teocráticos absolutistas, ha llegado a niveles inadmisibles para los que valoramos la libertad.
La postura del gobierno indio de culpar a Pakistán por los ataques, es correcta. Cada país debe asumir la responsabilidad de acabar con los terroristas dentro de su territorio, de lo contrario es cómplice de los asesinos.
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