Increíble el descaro: Un artículo del medio
pro-Biden, ‘Time’, reconoce, jactándose de ello, la manipulación y
conspiración organizada contra Trump para revertir los resultados
electorales
Llevo años denunciando la tendencia
de las actuales democracias a convertirse en aquella sociedad de
pesadilla que predijo Tocqueville como posible: “Un poder inmenso y
tutelar que se asemejaría a la autoridad paterna si, como ella, tuviera
por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, por el
contrario, solo persigue fijarlos irrevocablemente en la infancia. Este
poder quiere que los ciudadanos gocen, con tal de que no piensen sino
en gozar; se esfuerza con gusto en hacerlos felices, pero en esa tarea
quiere ser el único agente y juez exclusivo (…) Siempre he pensado que
esta clase de servidumbre, reglamentada, benigna y apacible, podría
combinarse mejor de lo que se piensa comúnmente con algunas formas
exteriores de la libertad (…) Si semejante gobierno llegara a
implantarse, no sólo oprimiría a los hombres, sino que a la larga los
despojaría de los principales atributos de la humanidad”.
Viene esto al caso del fraude
electoral en Usa, el suceso más importante ocurrido en el mundo
recientemente, denunciado acertadamente por Trump. Cualquier observador
medianamente agudo ha percibido el fraude desde fuera, aun sin entender
los detalles, pero ahora lo están reconociendo sus propios autores. Y
vanagloriándose de el porque lo han hecho ¡para defender la democracia! A
escala menor lo tenemos aquí con leyes totalitarias como las de
memoria histórica, que atacan las libertades más elementales y se
imponen ¡en defensa de la democracia y contra un régimen que ya no
existe! Y casi nadie protesta ni siquiera se da por enterado en esta
democracia de pandereta que es España desde hace mucho. Y que está
repitiendo los mismos errores que llevaron a la guerra civil, como he
expuesto en mis dos libros recientes sobre la república y sobre el
Frente Popular. La democracia consistiría, en breve, en que manden
ellos.
Y las elecciones useñas son tan
importantes porque revelan una crisis profunda de la democracia en su
dinámica actual y en el país más emblemático de ella: el poder “inmenso y
tutelar”, incontrolable, de una pequeña oligarquía riquísima que a su
vez controla los medios de comunicación y opinión, y los medios
electrónicos, y aplican la técnica conductista de masas mediante la
perversión del lenguaje, cambiando el sentido de los conceptos y
aplicando el método del premio/castigo. Esas camarillas de delincuentes
iluminados se creen con derecho a manipular a pueblos enteros, a la
humanidad entera, incluso por encima de sus gobiernos, y lo hacen en
nombre precisamente de la humanidad, de la felicidad, el progreso, etc.
Ante nuestros ojos, los gobiernos imponen cosas leyes como las de odio,
tratando de dictar, no solo nuestros actos o pensamientos, sino nuestros
sentimientos personales. Y al parecer nadie quiere darse por enterado
del tremendo abuso.
Esa tendencia proviene de lo que he
llamado ideología anglosajona. No es que en Anglosajonia haya una sola
ideología, desde luego, pero esta es la más fuerte y persistente: la
ideología de la técnica y el dinero como meta y explicación de la
historia y del propio ser humano. Como dije hace unos días, Francis
Bacon ya la expuso en el siglo XVII en La Nueva Atlántida: un
pequeño grupo de técnicos y científicos llamado “La casa de Salomón”,
dedicado a experimentar en todos los terrenos, regiría a un estado cuya
misión sería velar por la felicidad y la virtud de los ciudadanos desde
las concepciones supuestamente científicas de la casa de Salomón. Esta
idea explícita o implícita, es una tradición en Inglaterra y Usa,
plasmada también en la masonería: una sociedad secreta y muy
jerarquizada dedicada a velar por la felicidad humana y lo que llaman
libertad. Un psicólogo useño, Burroughs Skinner expuso esa Nueva
Atlántida en un ensayo llamado Walden Dos.
Desde luego, estos problemas tienen
implicaciones más profundas que las directamente políticas: afectan a la
propia condición humana, ya expuesta simbólicamente en los viejos
mitos religiosos. Y valdrá la pena buscar esa clave.
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