Un problema que no se ha acabado y continúa hoy…
–Es
que el problema nunca fue el terrorismo, sino el separatismo y el
nacionalismo. Quiero decir, la violencia fue una consecuencia, un
subproducto: el problema es el cerretismo de los seguidores de
Sabino Arana. El mal del País Vasco es el nacionalismo, y hoy está más
asentado que nunca, ¡y dentro del Gobierno! Ahí tenemos a Batasuna,
Bildu o como quieras llamarlo, porque en el fondo es ETA, es el brazo
político de ETA.
Para ellos las armas fueron un instrumento, pero su
verdadera arma fue la imposición de una ideología que hoy continúa
activa. El terrorismo no fue un fin en sí mismo, sino un medio para
conseguir lo que, de hecho, han conseguido: llegar al Gobierno. Había
objetivos más «inmediatos», como echar a la Guardia Civil del País
Vasco, pero a largo plazo buscaban convertirse en una fuerza política
dominante y tener al Ejecutivo atemorizado.
–Entonces ¿tenemos el mismo problema en Cataluña?
–En
Cataluña tenemos el problema de los que intentan convertir la
ciudadanía en algo que deriva del terruño.
Pero la ciudadanía es uno de
los derechos abstractos que da el estado democrático, y convertirla en
la tierra que pisas es lo mismo que fundarla sobre un sexo o sobre la
raza.
El separatismo es un mal de España desde el siglo XIX, es un
integrismo antidemocratizador contra el estado democrático, pero ahora
hemos llegado a unas cotas absurdas.
(Maria Serrano/30/10/2021/El Debate.)
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