(MIENTEN, MIENTEN, MIENTEN.)
NO, LA
VIOLENCIA NO TIENE SEXO.
El trágico
asesinato de la joven Laura Luelmo ha vuelto a aflorar una serie de
manidos argumentos que, por mucho que se repitan a través de los medios de
comunicación, no dejan de ser un compendio de patrañas y tergiversaciones cuyo
único fin es manipular a la opinión pública para tratar de imponer las tesis
propias de la "ideología de género".
La
particular tesis que pregonan sus precursores se resume, básicamente, en tres mensajes: en primer
lugar, que todas las mujeres corren un gravísimo peligro en España, ya que el
riesgo de sufrir una agresión sexual o, en última instancia, ser víctima de
homicidio es muy alto, transmitiendo así una situación de absoluta indefensión;
en segundo término, que la responsabilidad última de estos delitos no recae en
el asesino en cuestión, sino en el género masculino, dando a entender que todos
los hombres son potenciales violadores y homicidas por culpa de esa dominante
cultura opresora llamada "heteropatriacado", según la cual el hombre
mata a la mujer "por ser mujer"; y, por último, pero no menos
importante, que la fémina es, siempre y en todo lugar, una víctima,
contribuyendo a proyectar una imagen de la sociedad dividida en dos, donde las
mujeres son santas y los hombres verdugos.
¿Qué hay de
cierto en esta nueva campaña feministoide urdida a raíz de este terrible suceso?
Simplemente, nada, tal y como demuestran los datos.
1. Uno de los países más seguros del mundo.
El hashtag #TodasSomosLaura,
que se ha viralizado en las redes en los últimos días, recoge buena parte de
esa percepción, según la cual todas las mujeres corren un gran riesgo cuando
salen de casa debido a la nutrida presencia masculina que registran las calles.
Yo vivo en #NYC y mi hija en #Madrid. A veces me llama por teléfono
hasta que entra en casa y se siente segura. No podemos vivir con este miedo.
Cada asesinato nos mata un poco a todas. Y si reivindicamos nuestro espacio y
nuestra libertad nos llaman feminazis. #TodasSomosLaura
— Almudena Ariza (@almuariza) December 17, 2018
Pero la
realidad es que ese interesado alarmismo no está, en ningún caso justificado.
En
España, el número de violaciones
por cada 100.000 habitantes se sitúa en 2,65, veinte veces menos que en Suecia, cuya tasa asciende
a 57, y a una distancia aún mayor de las 62 registradas en Inglaterra y Gales,
según Eurostat. España, por tanto, se sitúa a la cola de la UE en este tipo
de delitos. Y lo mismo sucede con los abusos sexuales, con 18,6 casos por
cada 100.000 habitantes, frente a los 145 de Escocia, los 121 de Suecia, los
117 de Irlanda del Norte o los 66 de Bélgica.
En cuanto a
los homicidios, la imagen que presenta España también es diametralmente
opuesta a esa selva llena de peligros que trata de dibujar el feminismo
patrio. En 2012, se registraron un total de 437.000 víctimas de homicidio en
todo el mundo, pero más de una tercera parte acontecieron en América (36%),
seguido de África (31%) y Asia (28%), mientras que Europa y Oceanía presentaron
los porcentajes más bajos (5% y 0,3% respectivamente).
En términos
relativos -en comparación con la población-, la tasa global de homicidios fue
de 6,2 muertes por cada 100.000 habitantes, estando América (16,3) y África
(12,5) muy por encima de la media. Europa es la zona más segura del
mundo, tal y como muestra el siguiente mapa.
Y dentro de
la UE, España destaca especialmente por su baja tasa de homicidios, con
apenas 0,63 por cada 100.000 habitantes, frente a la media comunitaria de 0,99,
según los datos oficiales del
Ministerio del Interior correspondientes a 2016. Tan sólo Austria registra una menor incidencia.
Además, la
tendencia, por si fuera poco, es decreciente. Entre 2000 y 2015, el número de
víctimas de homicidio sumaron un total de 7.179, lo que deja una media de
449 al año, pero la evolución es claramente a la baja.
2. Los hombres matan, sobre todo, a hombres.
Por otro
lado, las feministas y sus "aliados" varones insisten en señalar a
todos los hombres como potenciales asesinos, descargando con ello la
responsabilidad de tales crímenes no en el homicida en cuestión, sino en el
género masculino en su conjunto, exacerbando con ello la aberrante"guerra
de sexos" que pretende imponer la ideología de género. Pero, una vez
más, los datos desdicen tal sinrazón.
Por un 2019
en el que los hombres y chicos que salgan de casa vuelvan sin haber agredido,
acosado o violado a una mujer. #TodasSomosLaura
— Lucia Etxebarria (@LaEtxebarria) December 18, 2018
Por ejemplo,
el número de violadores (832 casos en 2017) y de parejas o exparejas que han
terminado asesinando a una mujer (48 casos) es mínimo en comparación con
la población masculina (casi 15,5 millones de personas entre 15 y 64 años). En concreto, tan sólo
el 0,006% de los hombres son culpables de tales tropelías o, lo que es
lo mismo, el 99,994% restante es inocente de tales delitos.
Asimismo, el
estudio pormenorizado que acaba de publicar Interior,
tras analizar una muestra de 632 homicidios cometidos entre 2010 y 2012, señala
que los hombres matan más, pero también mueren en mayor número que las
mujeres. En concreto, el 89% de los asesinos son hombres frente al 11% de las
mujeres, al tiempo que representan al 62% de las víctimas en comparación con el
38% de las féminas. El cruce de datos arroja el siguiente cuadro: el 62% de
los homicidios son de hombres a manos de hombres; el 28% son mujeres
asesinadas por hombres; el 8% son hombres muertos a manos de mujeres; y el 3%
mujeres que acaban con la vida de otras mujeres.
Es decir,
hay más probabilidades de que un hombre muera a manos de un hombre a que lo
haga una mujer. Además, la mayoría de homicidios son de tipo interpersonal
(entre conocidos) y se producen , sobre todo, en el contexto de discusiones
y reyertas en el caso de los hombres, y en el ámbito familiar en el caso de
las mujeres. Todo ello desmonta la ridiculez de que el hombre mata a la mujer
"por ser mujer", ya que sería tan absurdo como decir que mata en
mayor medida a otros hombres por ser hombres. El género de la víctima no
determina, por tanto, el móvil del crimen.
3. Mujeres asesinas.
Por último,
si bien la cifra de mujeres homicidas es mucho más baja, oscilando entre el 5%
y el 10% en los países analizados, cabe señalar diferencias significativas con
respecto a los hombres. Los estudios internacionales que cita el trabajo de Interior
indican que los hombres matan en mayor medida a conocidos no familiares, y, si
bien ambos sexos asesinan un porcentaje similar de parejas sentimentales, las
mujeres matan mucho más que los hombres en el ámbito del hogar, es decir, a
miembros de la familia.
De hecho, la
mayoría de víctimas de edad inferior a 18 años (86,7%) fueron asesinadas por
mujeres. El Consejo Nacional Sueco
para la Prevención del Crimen, por ejemplo, muestra cómo un 80% de las víctimas a
manos de mujeres son familiares (parejas y menores), y otro informe de investigadores suecos añade que
las homicidas, con mayor frecuencia que los hombres, matan a familiares o
parejas íntimas (75% de los casos frente al 35,2% en los hombres).
Capítulo
aparte merece la violencia intrafamiliar contra menores, generalmente los
propios hijos, ya que otro informe concluye que el 61% de los
homicidios de menores en el hogar fue obra de la madre frente al 37% de los
casos en los que fue el padre o padrastro. Los menores asesinados por sus
madres solían ser de menor edad que los asesinados por los padres y los medios
más frecuentes eran los golpes, ahogamientos y estrangulaciones.
Basta de criminalizar colectivos.
Frente a la
obsesión del feminismo por criminalizar a los hombres, culpándoles de todo lo
malo que les sucede a las mujeres, los datos demuestran que la violencia no
tiene sexo, puesto que se da, en mayor o menor grado, en ambos colectivos. Y,
al igual que resultaría estúpido culpabilizar a todas las madres de los
asesinatos que protagonizan algunas mujeres con sus hijos, es aberrante
escuchar que la muerte de Laura es culpa del colectivo masculino,
desvirtuando con ello el papel jugado por su asesino.
La responsabilidad de
tales crímenes no es colectiva, sino individual
Ni todos los
hombres son homicidas y violadores (sólo el 0,006%) ni todas las mujeres
inocentes (cometen el 11% de los asesinatos), y por mucho que políticos y
medios de comunicación intenten sembrar el miedo entre la población, la
realidad es que España
es uno de los países más seguros del mundo, especialmente para las mujeres.
Manuel Llamas/LD/22/12/2018.)
LA CARA OCULTA DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO.
El alud de
críticas que levantó recientemente el magistrado del Tribunal Supremo Antonio Salas por atreverse a cuestionar el
pensamiento único, la verdad revelada por la todopoderosa progresía patria,
acerca de las causas que originan la mal llamada "violencia de
género" vuelve a poner de manifiesto la terrible dictadura de lo
políticamente correcto que, por desgracia, se ha instaurado en España. Todos
aquellos que osen poner en duda ciertos dogmas ampliamente extendidos, aunque
no por ello veraces, deben ser sacrificados en la pira del escarnio y la burla
pública.
¿El delito
de Salas? Señalar que el machismo no es, por sí solo, el único factor que
explica el maltrato y los asesinatos cometidos en el ámbito de la pareja,
así como criticar la desigualdad jurídica que instauró la Ley contra Violencia
de Género aprobada por el Gobierno del PSOE en 2004. ¿La reacción de la opinión
pública y publicada? Blasfemo, hereje, fariseo, machista, misógino… ¡A la
hoguera!
Pero el
"machismo" no es, ni de lejos, el único mantra que la izquierda, en
general, y el feminismo, en particular, han logrado colar, tan hábil y
sibilinamente, en el imaginario colectivo de los españoles. Así, en esta materia
existen, al menos, tres verdades políticamente incorrectas poco
difundidas y aún menos conocidas por el conjunto de la población.
1. España, a la cola en violencia de género
La primera
y, quizá, más importante es que, a diferencia de lo que pudiera parecer, España
es uno de los países con menor tasa de "feminicidios" del mundo
(muertes violentas de mujeres). La violencia en las relaciones de pareja
existe, sin duda, y, desde luego, constituye un grave problema que es preciso
combatir, pero ello no quita que su incidencia real en España se sitúe a una
gran distancia de la inmensa mayoría de países, incluidos los europeos.
El último Informe Internacional
sobre la Violencia contra la Mujer que elaboró el Centro Reina Sofía arroja varios datos
relevantes al respecto. "España es uno de los lugares más bajos en el
ranking internacional sobre violencia en general y sobre violencia contra la
mujer en particular". Así, la tasa media de feminicidios cometidos por
cualquier agresor superó los 19 por millón de mujeres en 2006 para el conjunto
de los 44 países analizados, pero España ocupa el puesto 36, con 5,15
mujeres asesinadas, la mitad que en la UE (11,66) y ocho veces menos que en
América (39,6).
El resultado
es similar si se acota el análisis a los feminicidios cometidos en el ámbito de
la pareja: la tasa media de los 35 países analizados se reduce, en este caso, a
5,04 por millón de mujeres mayores de 14 años, mientras que en la UE se
sitúa en 3,94, lo cual contrasta con las 2,81 muertes por millón que registra
España (puesto 24), a la cola de los países europeos.
Cabe
recordar que en 2006 ya había entrado en vigor la famosa Ley contra la
Violencia de Género ¿Cómo ha evolucionado esta problemática desde entonces?
Para ello se puede acudir a la macroencuesta que publicó
en 2014 la Comisión Europea. Una vez más, los datos, correspondientes a 2012, son significativos: el
12% de las españolas mayores de 15 años reconoce haber sufrido "violencia
física" al menos en una ocasión por parte de su pareja a lo largo de
su vida, lo cual es terrible, pero la cuestión es que se queda lejos del 20%
de media existente en la UE. De hecho, España ocupa el último puesto del
ranking europeo en esta categoría, asociada directamente con el maltrato.
Lo más
curioso de este estudio, sin embargo, es que cuando se pregunta a los
encuestados acerca de la percepción que tienen sobre la violencia de
género en sus respectivos países, España se sitúa entre los primeros puestos,
ya que el 53% piensa que este problema es "bastante común" y el
31% "muy común", frente al 51% y el 27% de media que presenta la
UE, respectivamente. De este modo, la apreciación social acerca de este drama
es casi inversamente proporcional a su incidencia real. Pese a que la violencia
contra las mujeres en España es baja, la sensación general de la opinión
pública es que es muy alta; mientras que en los países del norte de Europa,
donde la violencia es alta, su percepción es muy inferior.
¿A qué se
debe esta divergencia? Tal y como recordaba el catedrático José Sanmartín
Esplugues en el citado informe del Centro Reina Sofía, "los medios de
comunicación no sólo pueden inducir imitación o insensibilización ante la
violencia real, sino también -y sobre todo- lo que pueden hacer es sesgar la
visión de la realidad, haciendo que se perciba, por ejemplo, más violenta de lo
que ya es de por sí". Pero más allá del papel de los medios, también es
muy posible que este particular sesgo al alza tenga que ver con la mayor
concienciación y sensibilización que, hoy por hoy, tiene la sociedad
española con respecto al maltrato hacia las mujeres. En todo caso, sean cuales
sean las causas de esta mayor percepción, los datos objetivos demuestran que el
problema, aun siendo grave, es menos común de lo que se piensa.
2. La violencia de género permanece estable.
De hecho, si
se amplía la perspectiva histórica hasta el inicio de la democracia, que es
cuando se instaura expresamente en España el principio jurídico esencial de
plena igualdad ante la ley entre hombres y mujeres, se descubre que la
denominada violencia de género -antes, violencia doméstica- ha permanecido
más o menos estable a lo largo de las últimas décadas. Así al menos lo
demuestran las macroencuestas específicas sobre esta materia elaboradas
periódicamente por el Gobierno.
En 1999, el
12,4% de las
mujeres mayores de 18 años declaraba haber sufrido "frecuentemente" o
"a veces" algún tipo de violencia familiar, desde reproches o hacer
oídos sordos, hasta insultos, desprecios, enfados sin llevar razón o maltrato
propiamente dicho, tanto físico como psicológico. En esta categoría se
encuadrarían las denominadas maltratadas "técnicas", aquellas
que, pese a padecer una situación de mayor o menor sometimiento en el ámbito
familiar, no se consideran a sí mismas como maltratadas. Su número ascendía en
esa fecha a algo más de 2 millones de mujeres. Por otro lado, el porcentaje que
sí reconocía abiertamente haberse sentido maltratada por algún familiar
o pareja durante el último año se reducía al 4,2%.
Hasta 2006,
su incidencia se redujo ligeramente hasta el 9,6% y 3,6%, respectivamente. Aunque en 2011
cambia en algunos aspectos la metodología de la encuesta, la problemática se
mantiene en términos similares: el 9,7% de las mujeres de 18 o más años
(1,9 millones) se encontraba en situación de maltrato técnico y el 3% se
reconocía maltratada por su pareja o expareja (unas 590.000).
En la última
encuesta disponible, la correspondiente a 2015, vuelve a cambiar la
metodología, pero siguen sin observarse grandes variaciones en los resultados.
Así, del total de mujeres de 16 o más años residentes en España, el 12,5%
sufrió algún tipo de violencia física y/o sexual de sus parejas o exparejas en
algún momento de su vida; y el 2,7% (540.000) admitía haber sufrido
violencia física y/o sexual de sus parejas o exparejas en el último año. Son
datos muy similares a los que refleja la encuesta de la Comisión Europea de
2012 citada anteriormente.
Hasta 2006,
los datos se refieren a violencia doméstica y mujeres de 18 o más años en el
último año; en 2011, a violencia por parte de parejas o exparejas en el último
año; en 2015, a mujeres de 16 o más años que hayan sufrido violencia en el
ámbito de la pareja alguna vez en su vida (maltrato técnico) o en el último año
(maltrato reconocido).
Así pues, a
pesar de los cambios metodológicos, se observa que la incidencia de la
violencia contra la mujer en el ámbito familiar o de pareja a lo largo de las
últimas dos décadas oscila entre el 9% y el 12% si se alude a cualquier tipo de
sometimiento o agravio, y entre el 2,7% y el 4% a maltrato explícito y
reconocido por parte de la afectada en el último año. Así pues, este
problema permanece más o menos estable a lo largo del tiempo e incluso
desciende cuando se circunscribe al maltrato expresamente reconocido.
Algo similar
sucede cuando se analiza la evolución de mujeres víctimas mortales por
violencia de género, cuyo número, por desgracia, ha oscilado entre los 60 y
70 casos anuales desde 1999, sin que la polémica Ley contra la Violencia de
Género, cuya entrada en vigor se produjo en 2005, haya logrado reducir esta
lacra.
Fuente:
Asociación de Mujeres Juristas Themis (hasta 2001, aunque los datos oficiales
de Interior son incluso inferiores), Ministerio del Interior y Ministerio de
Sanidad.
3. Incentivos para presentar denuncias falsas.
La gran
discrepancia, sin embargo, llega cuando se atiende el número de denuncias por
maltrato. Según los datos oficiales, su evolución se mantuvo más o menos
estable en los años 80 y 90, oscilando entre las 15.000 y las 20.000
denuncias anuales durante todo este período. Sin embargo, se disparan por
encima de las 70.000 a principios de la pasada década para,
posteriormente, casi volver a duplicarse a partir de 2005, coincidiendo
con la puesta en marcha de la Ley contra la Violencia de Género.
Fuente:
Instituto de la Mujer; Ministerio del Interior; Poder Judicial
El primer
salto tiene una explicación lógica y clara, ya que en junio de 1999
se aprobó una reforma que cambia varios artículos del Código Penal y de la Ley
de Enjuiciamiento Criminal en cuestiones referidas a los malos tratos. Así, por
primera vez, se contempla como delito el maltrato psicológico, que es
una forma de violencia mucho más habitual que la física. Además, a diferencia
de lo que sucedía hasta entonces, el delito de violencia contra la mujer se
extiende también a los casos de exparejas, que antes se consideraban
como una falta o delito ejercido por cualquier otro tercero.
La inclusión de estos dos cambios se materializa en un aumento sustancial de las denuncias por violencia de género, ya que los casos de maltrato psicológico y por parte de exparejas empiezan a contabilizarse como tales.
La inclusión de estos dos cambios se materializa en un aumento sustancial de las denuncias por violencia de género, ya que los casos de maltrato psicológico y por parte de exparejas empiezan a contabilizarse como tales.
Sin embargo,
no sucede lo mismo con el salto que se registra en 2007, cuando las
denuncias pasan de 70.000 en 2005 a más de 126.000, tras la aprobación de
la Ley contra la Violencia de Género.
La naturaleza de este cambio legal no consiste tanto en la recalificación de actos o comportamientos delictivos como en el pionero sistema de prevención y castigo a los maltratadores y el amplio régimen de protección y ayudas a las víctimas. Y ello, en base a un principio que vulnera de forma flagrante la igualdad ante la ley: la famosa "discriminación positiva". La idea consiste en aplicar penas distintas en función de si el delito lo comete un hombre o una mujer, así como en conceder todo tipo de ayudas económicas y ventajas jurídicas a las denunciantes, antes incluso de que se dicte sentencia.
La naturaleza de este cambio legal no consiste tanto en la recalificación de actos o comportamientos delictivos como en el pionero sistema de prevención y castigo a los maltratadores y el amplio régimen de protección y ayudas a las víctimas. Y ello, en base a un principio que vulnera de forma flagrante la igualdad ante la ley: la famosa "discriminación positiva". La idea consiste en aplicar penas distintas en función de si el delito lo comete un hombre o una mujer, así como en conceder todo tipo de ayudas económicas y ventajas jurídicas a las denunciantes, antes incluso de que se dicte sentencia.
La norma ha
sido criticada por numerosos y prestigiosos juristas, incluido el propio
Consejo General del Poder Judicial, que en 2004 elaboró un informe muy crítico
sobre la ley por introducir el principio de discriminación positiva a favor de
la mujer, pero el Tribunal Constitucional acabó avalándola en 2008, aunque por
escaso margen (siete votos a favor y cinco en contra). Entre otras medidas,
crea tribunales exclusivos para resolver este tipo de delitos e invierte
la carga de la prueba, presuponiendo la culpabilidad masculina, hasta que
se demuestre lo contrario, con la mera denuncia de la presunta víctima.
Según señala
la Asociación Europea de
Abogados de Familia, uno de los
resultados más perversos de su aplicación es que "las acusaciones por
malos tratos planean sobre la mayoría de los procesos de separación, y
muchos abogados se han especializado en introducirlos como elemento de
presión". Y añade que los incentivos para caer en este tipo de
prácticas son numerosos:
- Con una simple denuncia, el expediente de separación pasa del Juzgado de Familia, civil, a Violencia de Género, penal.
- Se aplican
una serie de medidas cautelares desproporcionadas, que van desde la
orden de alejamiento a la salida inmediata del domicilio, la suspensión del
régimen de comunicación y estancias con sus hijos. Todo esto antes de haber
sido juzgados.
- La mujer
que denuncia obtiene a los tres días una resolución en la que se le reconoce
prácticamente al 100% de los casos la custodia de los hijos y una pensión
alimenticia, así como el uso de la vivienda.
- La mujer
que denuncia, aunque tenga medios económicos sobrados, puede beneficiarse de un
abogado pagado por la Administración.
- Incluso
sin denuncia, el uso torticero de esta Ley como instrumento de coacción influye,
de manera determinante, en muchos de los acuerdos que se adoptan.
"Cualquiera
que esté en contacto con la terrible realidad de las rupturas matrimoniales,
los pleitos de divorcio, los pleitos por la custodia de los menores, los
pleitos por la liquidación del régimen económico de gananciales, sabe hasta qué
extremos la ley ha envilecido cualquier afecto conyugal", indican desde la
entidad.
En la actualidad, "una de cada cuatro separaciones matrimoniales o de pareja va acompañada de denuncia por malos tratos, y en las que no, la amenaza de denuncia suele estar presente", concluyen.
En la actualidad, "una de cada cuatro separaciones matrimoniales o de pareja va acompañada de denuncia por malos tratos, y en las que no, la amenaza de denuncia suele estar presente", concluyen.
Los abogados de familia no son los únicos que denuncian este tipo de prácticas ilegales, perversas e inmorales. Las asociaciones de padres que reclaman la custodia de sus hijos, los hombres afectados por la Ley de Violencia de Género y hasta el Sindicato Independiente de la Policía coinciden en que existe un grave problema con el tema de las denuncias falsas, pero rara vez son escuchados y aún menos atendidas sus reclamaciones.
El Poder
Judicial, por el contrario, alega que el número de denuncias falsas es marginal, puesto que apenas supone el 0,008%
del total, pero este dato se refiere exclusivamente a los pocos casos que,
según los criterios de la Fiscalía, son incoados por denuncia falsa y probados
como tales. La cuestión, sin embargo, es que este mismo argumento se podría
aplicar a las denuncias por violencia de género.
Así, según
los propios datos del Consejo General del Poder Judicial, de las 129.000
denuncias presentadas en 2015, tan solo 29.000 acabaron en sentencia
condenatoria, el 22% del total, mientras que el resto fueron
sobreseídas o archivadas por falta de pruebas -el 12% fueron retiradas por las
propias denunciantes-. Así pues, siguiendo este mismo criterio, también se
podría decir que el 78% de las denuncias son falsas.
La verdad es
que ni una cosa ni otra. Ni las denuncias falsas son testimoniales como
pretende vender la Fiscalía ni casi todas las que se presentan son falsas.
Entre las cerca de 100.000 denuncias anuales que quedan exentas de condena por
falta de pruebas habrá de todo, pero resulta bastante razonable pensar que una
parte no pequeña de éstas son falsas como consecuencia de los perversos
incentivos que introduce la ley. Sólo así se explicaría el repentino y
sustancial incremento de denuncias entre 2005 y 2007.
Un ley injusta, inútil y dañina.
A la vista
de estos y otros datos, se pueden alcanzar una serie de conclusiones que, si
bien son relevantes, son desconocidas para el gran público. En primer lugar,
que, pese a la opinión generalizada que existe al respecto, España es uno de los
países con menor tasa de feminicidios y de violencia de género del mundo.
En segundo lugar, que este problema, pese a ser grave, se ha mantenido más o menos estable a lo largo del tiempo, si bien es cierto que la concienciación social y política sobre esta cuestión ha aumentado mucho, propiciando con ello cambios legales para endurecer las penas a los maltratadores y ampliar la protección a las víctimas.
En segundo lugar, que este problema, pese a ser grave, se ha mantenido más o menos estable a lo largo del tiempo, si bien es cierto que la concienciación social y política sobre esta cuestión ha aumentado mucho, propiciando con ello cambios legales para endurecer las penas a los maltratadores y ampliar la protección a las víctimas.
Ahora bien,
dicho esto, también es evidente que la Ley contra la Violencia de Género aprobada
por el PSOE en 2004 y mantenida por el PP desde entonces constituye un engendro
jurídico de naturaleza profundamente injusta e inconstitucional, puesto que
vulnera el derecho fundamental de igualdad ante la ley. Un engendro que,
además, ha resultado del todo punto inútil para reducir el número de víctimas.
Y lo peor es
que, por el camino, ha generado toda una serie de incentivos perversos para
presentar denuncias falsas con el fin de sacar rédito, ya sea económico o
personal, dejando a su paso todo un reguero de víctimas masculinas invisibles,
cuyas libertades básicas y derechos fundamentales están siendo pisoteados de
forma absolutamente despreciable y vergonzosa. Las injusticias jamás se
combaten con otras injusticias.
(Manuel Llamas/LD/13/1/2017.)
(LOS PROGRES DE MIERDA SON UN
AUTÉNTICO PELIGRO.)
(LOS PROGRES DE MIERDA SON UN
AUTÉNTICO PELIGRO.)
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