Antonio Verd
Sobre la crítica y la autocrítica en nuestra política.
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-- 2 Enero 2009
Me da la impresión que a los dirigentes del PP balear no les interesará demasiado valorar la encuesta últimamente dada a conoce, que señala a sus votantes como enormemente críticos con la corrupción de quienes han votado. No les interesará, presumo, porque les llevaría donde nunca han querido llegar: a tener que afrontar su responsabilidad, en serio. La actitud de los votantes encuestados; al contrario que la general de los dirigentes, ha patentizando una vez más el divorcio entre unos y otros; es muy interesante por infrecuente y estimo que muy positiva, porque da idea de una capacidad de rectificación de decisiones, con incidencia en el voto, que resulta esperanzadora. Especialmente teniendo en cuenta lo tolerantes que suelen ser algunos electores con los suyos, de quienes no llegan a ver; querer ver; prácticamente nada malo… Algunos que, ahora, cuando la corrupción es mayormente imputable al PP, en Baleares, son hipercríticos, nunca reconocieron la corrupción del ”felipismo”, y aunque ya está en los libros de historia como la mayor de las ocurridas en democracia, siguen todavía, y seguramente que por siempre, sin reconocerla. Ni la de los suyos ahí mismo, ahora… Porque también hay corrupción de UM y del PSOE, no existe exclusividad en eso. Pero no se trata ni de comparaciones, siempre odiosas ni de poner el ventilador de la porquería. Se trata de constatar y subrayar algo que estimo altamente positivo como la capacidad de crítica de los propios, atribuida a los votantes del PP, puesta de manifiestos por una reciente encuesta.
Actitud que estimo no hay que confundir con la “autocrítica”, muy necesaria; mucho más, incluso, que la critica a que me he referido, pero menos frecuente… ¡Qué digo menos frecuente! Impracticada absolutamente entre los dirigentes del PP, quienes de practicarla mínimamente se verían obligados moramente a desaparecer del mapa y no aparecer nunca más… En vez de postularse permanentemente como la solución de los problemas cuando son parte de los mismos. No es justo, pues, identificar en este contexto crítica con autocrítica. Aunque ambas sean necesarias, pero cada una en su lugar y con su gente. Pues no es lo mismo criticar a quienes se ha votado, porque se consideran adecuados para representar y defender las ideas y proyectos sociales de uno, que criticar lo que uno mismo ha realizado bajo su propia y personal responsabilidad.
Podemos arrepentirnos del voto emitido y hacer autocrítica por el modo de votar; pero crítica, no autocrítica a lo realizado por quienes nosotros hemos votado; nuestros mandatarios. Sobre todo cuando lo realizado no es por error ideológico o de programa sino por desviación clara de lo que se les había mandado realizar, por desviación de poder, corrupción, o delito, que es lo mismo.
En definitiva, algunos votantes del PP, me consta, están tan enfadados, son tan críticos con los representantes políticos que eligieron, y que son incapaces de hacer autocrítica, que muchos no les votarán más ni al partido que han representado, si los mismos pueden llegar a beneficiarse del voto. Si siguen detentando la representación de unas ideas que no han sabido defender ni respetar con la dignidad que se merecen y quisieran que se las respetara y defendiera.
Eso, que no es todavía más que un balbuceo que está por ver hasta donde llega definitivamente, debiera ser un comportamiento generalizado de los electores; porque, en democracia, en mayor o menor medida, al fin y a la postre todos somos responsables ”in eligendo”. “Culpables”, en este caso, entre comillas, por haber votado a semejantes personajes. Claro que tanto menos culpables como cerradas son las listas y oscuro el sistema o procedimiento para determinar quien ocupa, en los partidos, los lugares de salida en las listas electorales y quienes tienen capacidad de nombrar a las personas concretas para uno u otro cargo, desde donde se ha actuado, en algunos casos de forma escandalosa. Sin olvidar que en muchas ocasiones es peor lo que dejan de hacer los buenos que lo que hacen los malos.
Cuando Don Fabricio Corbera, Príncipe de Salina, (nuevamente Lampedusa) ya al final de la obra, rechaza la oferta de participar en política, su interlocutor le advierte que si personas valiosas como él no participan, se aprovechan de la situación, los burócratas y mediocres, entonces la nueva clase social emergente, representada por su sobrino, que fue el senador…
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