19/1/2009.
¿QUÉ CRISIS?
Quizá no gustó al Gobierno pero el toque de atención fue escuchado en todas las esquinas del globo. El pasado 12 de enero, S&P afirmó que ponía la solvencia financiera de España en CreditWatch Negative, es decir, en cuarentena.
Para ser más claros, hasta ahora la deuda emitida por España gozaba de la medalla de oro del prestigio y la solvencia internacionales. Si alguien veía una Letra del Tesoro o un bono español circulando por el mundo, era como decir: aquí hay gente seria y respetable.
La deuda española era calificada como AAA, la elite de la elite. Y ello era debido a que desde 1996 España había saneado sus cuentas de tal modo, que tenía un superávit envidiable, un crecimiento prodigioso y unas instituciones financieras y estatales sin parangón.
Pero le llegó la hora de la revisión. En un año las cuentas del Reino se han deteriorado tanto que la agencia de calificación ha amenazado con rebajarla a… ¿quién sabe?
Eso significa que a partir de ahora el Estado lo va a tener crudo a la hora de colocar papel en los mercados internacionales porque va a haber menos gente dispuesta a fiarse.
¿Ha exagerado S&P?
Bueno, en primer lugar habría que decir que las agencias de rating o calificación financiera no gozan de buena fama desde que no fueron capaces de avisar de los riesgos de productos financieros como los credit default swaps, o collateralized debt obligations, que estaban cargados de hipotecas basura norteamericanas, razón por la cual, todo el mundo las compró y la porquería salpicó al globo entero.
Pero, claro, una cosa es haber fallado en calificar productos tan complejos que no los entendían ni quienes los vendían (bancos, sobre todo), y otra es analizar las cuentas de un país y emitir una calificación, cosa que se entiende viendo unos cuantos datos.
Hace pocos días, Pedro Solbes, vicepresidente y ministro de Economía, reconoció que ya hemos sobrepasado el déficit del 3% del PIB, y en el futuro será “sustancialmente mayor”. Si un ministro de Economía dice “sustancialmente mayor” y no “ligeramente mayor”, es que será “terriblemente alto”. Hay que echar cuentas: hace más de un año, España tenía un superávit fiscal del 2,2% del PIB, es decir, sobraba dinero en la caja del Estado. Y ahora se anuncia un déficit de 3%, que en poco tiempo podría ser… ¿del 4%?, ¿del 5%?
¿Qué significa esto? Que en un año España ha perdido casi un 6% del PIB en sus finanzas, un ritmo tan desconocido y tan prodigioso que hace pensar a muchos si pronto el Reino va a declarar la suspensión de pagos.
No sería la primera vez: en el siglo XVI, en tiempos de Felipe II, el monarca más poderoso del planeta recibió una herencia de 20 millones de ducados de deuda. Como la multiplicó por cuatro, declaró tres veces la suspensión de pagos, y banqueros alemanes, holandeses y genoveses tuvieron que comerse las uñas, hasta que España pudo rehacer sus cuentas… con las minas de metales preciosos de América.
Según los libros de historia, Felipe III, el sucesor, también decretó una suspensión de pagos en 1607, y otra en 1627, esta última con más de diez millones de ducados de déficit.
Con Felipe IV el país acusó aún más la carga de las Guerras de Flandes, de modo que en 1647 se decretó otra suspensión de pagos.
¿Y ahora?
“El cerco se cierra sobre España ante el imparable deterioro de las finanzas públicas”, afirmaba recientemente El Confidencial. Y añade, citando a S&P, que de aquí a cinco años, hay un 9% de probabilidades de que el Reino de España caiga en default, es decir, en suspensión de pagos.
Si para ese entonces España suspende pagos y hay un Felipe reinando en el país, sería una casualidad del destino porque la historia se repetiría. (Patricia Lamsa/ElManifiesto)
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