El número uno del tenis mundial se confiesa en una entrevista exclusiva, concedida a EL MUNDO, en la que habla de tenis y confiesa que 'lo mejor de 2008 fue Wimbledon, por lo que significó el partido y por todo'. (BalearesLiberal)
DOHA (QATAR).- Presenciar un partido de Rafael Nadal a miles de kilómetros de España termina siendo un agotador carrusel de emociones. Gane o pierda, sin embargo, siempre queda la satisfacción de ver lo que este mallorquín de 22 años ha hecho por nuestro país: ubicarlo en el mapa como el mejor de los embajadores.
"Yo no sé muy bien lo que comunico, esas cosas no las pienso, pero lo que sí sé es que la imagen de los españoles en el mundo es la de buena gente. Creo que es gente querida. Estoy feliz de ser español", afirma Rafa (para nosotros) o Naddaalll (para el resto), el número uno del tenis mundial en cualquier caso. "Creo que somos gente normal y educada, mucho más que en otros sitios. Yo que viajo mucho lo veo. Me pasan cosas alucinantes. Te metes en un ascensor y dices 'hola' o 'buenas noches' si hay otra persona. En muchos sitios del mundo ni te contestan, ni te miran a la cara. A mí me da rabia. Yo siempre insisto. '¡Hello!' Esto en España no pasa".
Esto lo cuenta Nadal en el Golfo Pérsico, donde el comienzo de temporada no ha sido demasiado brillante para él. En el Abierto de Qatar fue liquidado en cuartos de final por Gael Monfils. Días antes, en el torneo de exhibición de Abu Dhabi (Emiratos Árabes Unidos), también perdió, ante el británico Andy Murray. El viernes por fin levantó un trofeo, el doble en Doha junto a Marc López. Él se lo toma con calma, una de sus palabras favoritas y sin duda la que mejor lo define. Su racional explicacion: haber estado fuera de competición desde el pasado 31 de octubre debido a una tendinitis. "No creo que haya sido un principio de año complicado. Es normal, llevo dos meses y medio sin competir y me cuesta un poco coger el ritmo. Lo único el jueves. Sí, el jueves no jugué bien contra Monfils", afirma en referencia al demoledor doble 6-4 con el que el francés acabó con él en menos de hora y media.
Apenas un rato después del partido, delante de la prensa internacional, y también ahora, durante esta entrevista, Nadal parece provisto de un tranquilo mantra, una brújula labrada en sentido común y que le ayuda a navegar por la vida sin dramatismos: "Soy totalmente consciente de que cuando voy a jugar un torneo puedo ganar o puedo perder. Todos los partidos son difíciles, y el jueves Monfils jugó mejor que yo. Nada más. Intentaré corregir unos errores y ya está. Además, no es un torneo que me vaya a afectar mucho para la clasificación".
Lo importante es ser práctico, levantarse tras la caída. Este es su plan de acción: volar el domingo 11 hacia Melbourne y entrenarse allí toda la semana para el Abierto de Australia, el primer Grand Slam del año: "Ese sí es un torneo importante para tu confianza. Este de Qatar, al fin y al cabo, no es decisivo". Añade riéndose: "Pero si me pasa lo mismo dentro de una semana y media en Australia igual de feliz no estaré. Eso que no quiere decir que el jueves estaba feliz, no. Pero es lo que hay, no se puede jugar siempre y ganar".
En persona, Nadal resulta mucho más grande de lo que parece en la distancia. Al otro lado de la mesa, en el lobby de este hotel qatarí, a una se le aparece como una mole de músculos sobre dos torres de piernas. Como corona, eso sí, una cara de niño tímido. Vuelve a reírse: "Hasta hace poco yo fui un niño. Por eso quizá ahora, cuando se me acerca alguno, me hace más gracia que si el que pide un autógrafo o una foto es una persona mayor. Un niño siempre llega más. Además, si un niño se fija en ti, y tú no le haces ni caso, o haces de mal educado, este chico te toma a ti como modelo y cree que lo has hecho tú es lo normal".
De sus palabras se desprende esa leyenda forjada en torno a él, esa que atribuye a la fortaleza de sus padres, Sebastián y Ana María, y a la base moral que le han dado, el que este chico de Manacor sea un divo sin aires, un tipo normal. Él lo cree así: "Yo he tenido una educación bastante tranquila siempre. En Mallorca somos también gente muy tranquila. Tengo los pies sobre la tierra. Soy consciente de que esto es una época de mi vida. Después, todo volverá a la normalidad. Si uno no se adapta cuando está arriba, cuando se va para abajo es menos también. Hay que tener claro quién eres y porqué te está pasando todo esto. No dura para toda la vida". Poco hablador, Nadal se explaya en este punto, el más largo de la entrevista: "Hay que asumir con calma lo que está pasando ahora para asumir también lo que vendrá después. Y es que ni todo el mundo te querrá ver, ni todo el mundo va a pensar que cualquier cosa que hagas está bien, ni todo el mundo te va a reír las gracias, como puede pasar ahora. Después tendrás que vivir como cualquier persona".
Pero una insiste en que tiene que ser muy difícil blindar la humildad después del magnífico 2008: Wimbledon, Roland Garros, oro olímpico, Príncipe de Asturias, mejor deportista europeo del año. Y, también, cómo no, el que se oiga un grito desgarrado y espontáneo en la pista, como ocurrió en Doha, proveniente de una chica que ni siquiera era española: "!Te quierrrro mucho, Rafaaaa!". Responde con obstinación: "Sinceramente, yo casi nunca o nunca me paro a pensar en todo esto. Tengo mi entorno, donde hago mi vida normal, y no me planteo todas estas cosas. Es bonito ver que la gente te sigue y que quiere que ganes, pero yo voy a los torneos, hago lo mío y ya".
¿Lo mejor de 2008? "Wimbledon, por lo que significó el partido y por todo", afirma en referencia a esa gesta de siete horas el pasado julio y que le llevo a destronar a Roger Federer. ¿El Premio Príncipe de Asturias, apenas cuatro meses más tarde? "Puede ser que me haya llegado un poco pronto. Es un premio que si lo recibes un poco más tarde es como por tu trayectoria, como un colofón a tu carrera. Más feliz imposible de que me haya llegado en activo, pero creo que los 22 años es una edad corta para recibir un premio como ese".
¿Lo peor de 2008? "El final del año fue duro, tenía muchos dolores en la rodilla. Cuando empiezas a ver que el cuerpo no te responde ya igual es cuando lo pasas mal. Por la mañana te duele ahí, te duele allá. El deporte de élite no es salud. Sobre todo nosotros, que jugamos desde primeros de enero hasta finales de noviembre. Llega un momento es que uno termina hecho polvo. Pero es lo que hay, es lo que tiene este circuito. Hay que estar ahí hasta que se pueda, y cuando no se pueda más, a otra cosa".
Siguiendo estos días a Nadal por el Golfo Pérsico, una ha podido comprobar, efectivamente, la exigencia. Así las cosas, ¿qué motiva a un chaval de 22 años que en 2008 ha ganado, sólo en premios, 20 millones de dólares? ¿A alguien que ya es el número uno? "Como todo el mundo, se tienen momentos bajos y momentos altos. Creo que es la ilusión por ganar y por ser mejor. Soy el número uno ahora, pero a lo mejor dentro de dos meses no lo soy. También la simple inercia, que te lleva a seguir". ¿La ambición? "La ambición es algo con lo que se nace, pero que también se va entrenando. Llevo jugando al tenis desde los cuatro años, y ha habido momentos de mucho esfuerzo. Cuando uno piensa en todo lo que ha hecho, concluye que hay que seguir". ¿Se imagina así hasta los 30? "No se sabe nunca el tiempo que va uno a jugar, ¡pero ocho años a este nivel es imposible! Y cuando ya no esté a este nivel, la gente ya no estará tan encima tuya".
Aquí en Oriente Medio, una se pregunta con más intensidad dónde radica esa fuerza interior que permite a un chico tan joven enfrentarse a retos tan grandes. "No tienes que estar pendiente ni de lo que diga la prensa ni de lo que digan los demás, la presión te la tienes que meter tú mismo. Estoy contento conmigo mismo, y estoy feliz con lo que hago. Tengo la suerte de poder trabajar en lo que me gusta, que no es algo que todo el mundo pueda decir. Además, destaco, así que doble suerte".
El precio a pagar por ese privilegio: "Hay momentos en los que uno echa de menos volver a casa, estar con la familia, en el sofá por la noche mirando una película, con tu hermana, con tus padres. Pasas muchas noches solo en la habitación pero también tengo la suerte de que en España hay muchos jugadores en el circuito y cenamos juntos muchas veces, hablamos, vemos los partidos de fútbol. Eso ayuda muchísimo".
Como corroborando esa idea de unión familiar, esa leyenda 'nadaliana', esta entrevista, en la que está él solo, la interrumpen varias llamadas de casa. Él responde, en mallorquín, cariñoso, sin irritarse por los cortes que suponen. En el Golfo, a nadie se le ha pasado por alto el cambio de 'look' de Nadal: ha abandonado su camiseta sin mangas y sus pantalones de pescador por un polo completo y unos 'shorts' más cortos, más acordes con la etiqueta tradicional del tenis. ¿Es el principio de un Nadal más maduro? "Un trozo de tela más o menos no hacen a la persona. Lo importante va por dentro".
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