martes, 30 de junio de 2009

HAMBRE Y ESPERANZA.





UN JOVEN DE QUINCE AÑOS INVENTA UN SISTEMA PARA ACABAR CON EL HAMBRE EN EL MUNDO.


Los desechos de una parte del planeta podrían servir para dar alimento a la otra parte del mundo en el que 4.000 personas mueren de hambre al día, según Cáritas. Javier Fernández-Han es un joven de 15 años que pasará a la historia por haber diseñado un sistema extremadamente eficiente, Versatile, destinado a ayudar a satisfacer las necesidades de los pobres de la Tierra. Cuando tenía nueve años se preguntó qué sistema podría mejorar la vida de la gente pobre cubriendo sus necesidades más básicas. Versatile se ha merecido el premio Ashoka´s Invent Your World Challenge por dar respuesta a estos interrogantes: El sistema une doce tecnologías ya existentes con seis nuevos subsistemas. El motor del sistema son las algas de agua salada. Pero lo que convierte al invento en efectivo es la versatilidad del sistema total que retira los desperdicios de uno para utilizarlos como alimento del otro.

Con esta idea como base, Javier creó un digestor anaeróbico que convierte las aguas residuales en desechos alimenticios. El responsable de convertir los gases producidos por el digestor en alimento para las algas y producir combustible es un actualizador de biogás. Unos fogones abiertos queman metano. Es un dispositivo que no contamina y que captura dióxido de carbono indirectamente. Los biorreactores de algas los utiliza para producir biomasa de algas y oxígeno gracias a la luz del sol, el agua salada y el dióxido de carbono, además de aprovechar los nutrientes del digeridor. Para aportar la energía que el sistema necesita Javier ha dispuesto a su invento de letrinas con cisternas y un columpio de bombeo.

El resultado es la creación de un sistema mucho más saludable para la localidad que lo instale: las estufas queman metano sin contaminar; se salvan árboles al no necesitar su madera como combustible; se vendería biomasa de algas para productos farmacéuticos o nutricionales; la elaboración de pienso para el ganado engordaría la producción del mismo y conseguiría una iluminación gracias a las lámparas LED alimentadas por la electricidad producida por el sistema, además de disfrutar de una fuente de combustible de origen biológico: el biocombustible de las algas.

La importancia del sistema de aguas residuales

Javier no quería caer en el error que habían caído todos los inventores: centrarse en solucionar únicamente una pequeña parte de un problema global. Como ejemplo puso a un pueblo llamado Djenne, en Chad (África). No tenía agua corriente. Un grupo de ingenieros instaló un sistema que dotara a las casas de agua corriente. Al principio, el proyecto parecía un completo éxito. Después, se convirtió en un desastre sanitario y medioambiental. Los mismos ingenieros no se dieron cuenta de que el poblado no disponía de un sistema de aguas residuales. Cuando no tenían acceso al agua corriente, cada familia vertía sus residuos en un cubo que se vaciaba cuando terminaba el día. Cuando le dieron vía libre al acceso, usaban mucha más de la que necesitaban, y rápidamente el sistema de eliminación de aguas residuales no dio abasto. Las aguas residuales terminaron fluyendo por las calles de la población, causando un alto riesgo para la salud pública.

Según la idea de Javier, su sistema puede ser construido tanto para suplir las necesidades de 200 personas como de 200.000. Ahora trabaja en un sistema que pueda ser lo suficientemente pequeño como para ser usado por una familia individual y cuyo coste no supere los 300 dólares. Dice, incluso, que Versatile se puede instalar en los desiertos. El secreto de su sistema es simplemente las algas de agua salada y su interconectividad, cuya eficiencia se obtiene en la habilidad de retirar los desechos de una parte del sistema y ofrecérselos como alimento a la otra parte. Si se comprueba su efectividad, Javier podría convertirse en la revolución del siglo XXI. (ElConfidencial)

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