Publicado Lunes, 02-02-09 a las 06:22
Ni el paquete de estímulos fiscales de Obama ni el de Zetapé van a funcionar. Ambos responden a una versión vulgar y primitiva del keynesianismo, desacreditada en la teoría y fracasada en la práctica. El grueso de los economistas de “todos los partidos”, con excepciones señaladas, rechaza la expansión del gasto público como un instrumento útil para superar la crisis. Esta cuestión se olvida con demasiada frecuencia cuando se considera que existe un consenso unánime y/o mayoritario sobre la necesidad de volver a las políticas keynesianas. De los “grandes” o, al menos, de los más famosos teóricos de la ciencia lúgubre sólo dos, Paul Krugman y Joseph Stiglitz, defienden ese tipo de medidas y, para que ustedes lo sepan, ninguno de ellos es un especialista en macroeconomía. A ninguno de ellos se le concedió el Nobel por sus inexistentes aportaciones a la teoría de los ciclos etc.
La recesión de la economía española en 2009 y que continuará según el FMI, la CE y la OCDE en 2010 era inevitable a causa de los desequilibrios macro acumulados, el desinflamiento de la burbuja inmobiliaria y el insostenible endeudamiento de las familias y de las empresas. Sin embargo, el aterrizaje ha sido dramático por la irrupción de la crisis financiera internacional y, de su corolario, la contracción monetario/crediticia que esta ha provocado en España. Los bancos y las cajas son reacios a prestar. Los hogares y las compañías tienen dificultades crecientes no ya para obtener recursos destinados al consumo y a la inversión, sino para refinanciar sus deudas. Esto conduce a quiebras y suspensiones de pago de los deudores que, a su vez, deterioran todavía más la posición financiera de los acreedores (banca y cajas de ahorro), lo que aumenta su aversión al riesgo y restringe de modo adicional su propensión a prestar. El resultado es la creación de un círculo vicioso que se retroalimenta y acentúa las fuerzas recesivas.
A medida que la recesión avance y las expectativas de salir de ella se retrasen, cada vez más deudores se volverán insolventes y las entidades financieras se verán abocadas a un escenario dramático porque tampoco ellas lograrán obtener los recursos necesarios para mantener sus ratios de liquidez y, en última instancia, de solvencia, dañados por el deterioro de la posición económico-financiera de las empresas y de las familias. Esta situación que sería complicada en un entorno de normalidad se vuelve gravísima en el actual. La incertidumbre sobre lo que puede suceder dentro y fuera de España está disparada y se producen dos fenómenos simultáneos: un aumento de la prima de riesgo/país y una restricción de los fondos prestables a la economía nacional. El crédito disponible es mucho más caro pero, aun así, está severamente restringido.
En este contexto, el riesgo para los bancos y para las cajas de perder el dinero prestado y, en consecuencia, su resistencia a renovar la financiación y a conceder nuevos créditos se ve agravada por la ausencia y/o el deterioro de los potenciales colaterales; esto es, de activos que respalden los préstamos en caso de impago. En España, dos tercios de la riqueza de las familias tienen origen inmobiliario. Pues bien, en pleno derrumbamiento del valor de esos activos, cuando nadie sabe cuándo y a qué nivel tocarán suelo, parece razonable pensar que no constituyen una garantía sólida. Así sucede también con las acciones, que ha experimentado una espectacular corrección bajista cuyo final tampoco se atisba. Lo mismo pasa con el capital humano, aval muy frágil, cuando las posibilidades de ir al desempleo son muy elevadas. Esto significa que amplias capas de la población verán restringido su acceso al crédito con mucha mayor intensidad en los próximos trimestres.
La reluctancia de los bancos y de las cajas a prestar a las familias y a las empresas, salvo en presencia de unos colaterales muy sólidos, tiene una racionalidad económica fundamental. Con una recesión de caballo y de imprevisible duración es de una complejidad extraordinaria discriminar la política crediticia. Una compañía y/o una familia con una posición financiera razonable hoy puede no tenerla mañana y la evaluación del riesgo se vuelve muy difícil en un escenario económico-financiero que no tiene precedentes en la historia española. Desde esta óptica, la tendencia de los políticos a convertir a los banqueros en los desalmados Shylocks de El Mercader de Venecia es injusta y ridícula.
Si la actual crisis está causada en lo esencial por un exceso de creación de crédito, superarla exige un proceso de desendeudamiento de las economías domésticas no nuevas inyecciones crediticias.
Si la actual crisis está causada en lo esencial por un exceso de creación de crédito, superarla exige un proceso de desendeudamiento de las economías domésticas no nuevas inyecciones crediticias.
¿Qué tiene que ver esto con los paquetes de estímulos keynesianos? Pues mucho…Si a la brutal deuda del sector privado, se le suma la generada por la desaforada expansión del binomio déficit/deuda pública, el panorama económico-financiero será todavía peor. Los mercados percibirán España como un país de alto riesgo y su crédito será más escaso y más caro. Esto supone que la escalada alcista del endeudamiento del Estado va a empeorar la situación financiera y crediticia de las familias y de las empresas en un doble sentido. Por un lado, porque el Estado competirá con el sector privado por los escasos fondos disponibles, el famoso efecto expulsión; por otro, porque al contribuir a aumentar el endeudamiento total de España, encarece de manera adicional su financiación.
Estamos en los inicios de la peor contracción de la economía española desde la guerra civil. En este marco y vista la experiencia de la Gran Depresión sería comprensible que el gobierno actuase para impedir el derrumbe del sistema financiero. Eso sí sería una catástrofe. Ahora bien, la política fiscal expansiva no sirve para eso y además genera, como se ha comentado, desagradables consecuencias inesperadas. Como escribió hace unas semanas Robert J. Barro, la crisis financiera y una posible depresión no invalidan toda la macroeconomía aprendida desde 1936. Algunos se han quedado allí… (Lorenzo Bernaldo de Quirós/ABC)
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Zapatero dice que, después de bajar durante años la presión fiscal, «tenemos una situación nueva». Rajoy: «Perdone, esto parece un circo. No hay quien se aclare»
El Gobierno no renuncia a una subida de impuestos para afrontar la fuerte caída en la recaudación que registran las cuentas del Estado: 19.593 millones de euros en los cinco primeros meses de este año. Cuenta con el «no» de CiU y el PNV en diciembre a las cuentas del Estado, y por tanto sabe que sólo podrá sacarlas con los votos de ocho diputados de seis grupos minoritarios, la mayoría de izquierda. Por eso, fuentes del Grupo Socialista enmarcan el fiasco de la subida fiscal pactada con IU, el martes, en un movimiento táctico sólo para garantizar la abstención de CiU hoy en el Pleno. Esa abstención va a permitir al Ejecutivo sacar adelante el techo presupuestario pero no condiciona nada de la ulterior negociación del trámite de enmiendas, en otoño. Las mismas fuentes reconocen que el pacto fallido sobre la moción de IU-Iniciativa per Catalunya quizá no fue «la forma» ideal para hacer público un aumento fiscal, aunque insisten en no renunciar a los principios, pese a lo que diga CiU. Esto es, a que el cheque-bebe de 2.500 euros se cobre en función de la renta, como los 400 euros de desgravación, o volver a subir del 23 al 45% lo que tributan profesionales radicados en España -deportistas incluidos-.
Ayer, en sus primeras palabras en público tras el vodevil del martes, José Luis Rodríguez Zapatero no desechó la subida. Más bien lo contrario. Fue en el rifirrafe con Mariano Rajoy durante la sesión de control al Gobierno. Rajoy ironizó con el vaivén impositivo y Zapatero respondió recordando que cuando el PSOE llegó al Gobierno la presión fiscal global era del 34% y ahora del 32,8%. El presidente del Gobierno explicó que «hay que esperar al momento de los próximos presupuestos para saber qué vamos a debatir en ellos», y añadió que «ahora tenemos una situación nueva», la del creciente déficit del Estado.
Rajoy, por su parte, hurgó en la herida del fallido pacto PSOE-IU y le espetó: «Aquí, con usted, nada es previsible. Todo es imprevisible y así es imposible generar confianza. Perdone que le diga que esto parece un circo y que no tiene ninguna gracia porque estamos hablando de cuatro millones de parados. En una situación como ésta lo peor que le puede pasar a un país es tener un gobierno sin un criterio claro en materia de política económica».
Preocupación en el PSOE
Muchos diputados del PSOE critican en privado la falta de «fiabilidad» que supone anunciar una subida de impuestos y revocarla en seis horas. No ponen en cuestión la explicación oficial: IU no garantizaba el apoyo, hoy, en la votación del techo presupuestario, pero se preguntan quién decidió dar luz verde al anuncio cuando se estaba negociando, en paralelo, con CiU.
El propio portavoz del grupo, José Antonio Alonso, oficializó ayer la dificultad que va a tener el PSOE para negociar el Presupuesto de 2010 al admitir, en unas breves palabras de despedida a Ramón Jáuregui, que éste se va al Parlamento de Estrasburgo en el peor momento. El PSOE asume que en otoño tendrá que negociar el apoyo de ocho diputados, negociando con seis grupos minoritarios, para lograr la mayoría absoluta, porque CiU pasará de la abstención de hoy al «no». (ABC)
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