LA MAYORÍA SILENCIOSA EMPIEZA A HABLAR.
Decía hace poco Francesc de Carreras en un formidable artículo ("Cataluña: la espiral del silencio", El País, 30-12-2013) que el sentimiento separatista había crecido en Cataluña porque la pedagogía del odio –lanzada desde los medios, la escuela, las instituciones de la sociedad civil como el Barça y la mayoría de partidos– había terminado haciendo mella en el ciudadano de a pie. El intelectual catalán apuntaba además a un factor que siempre suele olvidarse y al que se refería como “la espiral del silencio”, un término acuñado por la socióloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann. “¿En qué consiste tal fenómeno?
Consiste en que un punto de vista llega a dominar la escena pública cuando los demás —aunque en el punto de partida fueran mayoritarios— enmudecen. En efecto, ganan aquellos que tienen “energía, entusiasmo, ganas de expresar y exhibir sus convicciones” y pierden quienes callan. En la naturaleza humana hay una inclinación a formar parte del bando vencedor, nadie quiere quedar aislado” ("Cataluña: la espiral del silencio"). Dicho de otro modo, la mayoría de individuos cambian de opinión no tanto por la fuerza de los argumentos racionales como por la amenaza a sentirse solos y excluidos.
John Stuart Mill se refería a ello como la “tiranía de la mayoría”, un fenómeno que puede observarse fácilmente en cualquier reunión donde la voz discrepante suele enmudecer ante el peso de la opinión mayoritaria, y no tanto porque le convenza lo que piensa la mayoría como por el miedo a sentirse aislado y la comodidad de pasar desapercibido. No hay más que recordar la amnesia colectiva que se apoderó de los alemanes tras caer el régimen nazi. Nadie ya se sentía partidario de Hitler.
La reflexión de
Francesc de Carreras no puede ser más oportuna a la hora de analizar algunas de
las consecuencias más inesperadas que ha traído consigo el conflicto educativo
en Baleares. A fin de cuentas, las batallas de los lacitos cuatribarrados y el
TIL –y lo que te rondaré morena– no son más que las sucesivas tentativas de
nuestros quintacolumnistas catalanes –instalados en su mayoría en el búnker
educativo balear– de trasladar la confrontación social que ya se está viviendo
en Cataluña a las Islas, con todas las consecuencias que se derivan para la
convivencia social.
De ahí, las injerencias de todo tipo –incluso las del
parlamento catalán cuestionado al Govern balear y afirmando la existencia de
los “Países Catalanes”– en el conflicto educativo balear y el apoyo entusiasta
de todo el nacionalismo catalán a la marea verde.
(Joan Font Roselló/ElDía/ElMundo)
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