SEXO EN NUEVA YORK.
(No se enteran, o no se quieren enterar.
El artículo muestra unas mujeres que, en opinión de la autora del artículo,
serían, divertidas, libres, ya no más pánfilas, y no sometidas al dominio
masculino. Con gafas color de rosa es posible verlo así. O color violeta.
Pero puede verse de otro modo. Se trata
de mujeres que copian o adoptan modelos parecidos a los masculinos. Nosotras
haremos lo mismo que los hombres. O algo parecido. Probablemente, se trata de modelos masculinos
estereotipados.
Con otras palabras, si los hombres son ‘malos’, unos cabrones
en realidad, les enseñaremos que podemos hacer lo mismo, e incluso más.
Follaremos cada noche con un hombre
diferente, nos contaremos cómo ha ido, (si follaba bien, si la tenía grande o
pequeña y si tenía pelos en el culo, etcétera) gastaremos en moda lo que nos
salga de la entrepierna, y manejaremos a los hombres a nuestro antojo. No se
merecen más. Aunque puedan hacerme pasar una noche agradable. A veces.
Y nos
divertiremos. Consumir, emborracharse, follar, contarse las juergas y vivir al
día.
Si un hombre hiciera esto, sería
considerado- al menos por la gran mayoría de mujeres- como un inmaduro,
egoísta, un cabrón que ‘usa’ a las mujeres a su antojo, y las trata- al menos
en el fondo- como si fueran de usar y tirar.
Pues igual. Ellas son unas zorras
divertidas, consumistas, inmaduras, egoístas, que ‘usan’ a los hombres como si
fueran kleenex, y se cuentan entre ellas sus juegos de alcoba.
O idealizamos a las dos partes, o ninguna.
No me impresiona ser ‘políticamente correcto’.
PD. Por supuesto, cualquiera de las dos partes tiene, a veces, su corazoncito. ¡Faltaría más!)
SEXO EN NUEVA YORK.
Por fin hubo quien dejó de
considerar a la mujer una pánfila que por amor solo sufre y llora.
Me asombra el maravilloso set de grabación que
son los rincones neoyorquinos. Disfruto cuando puedo absorber el ambiente de la
Gran Manzana, pisar Manhattan o pasear por Central Park como una cosmopolita
ciudadana o un extra de cualquier escena. En esta serie, sus
constantes grabaciones en el exterior y en los lugares de ocio más populares
del momento me han apasionado. He llegado a abstraerme tanto buscando los
detalles en las escenas que sucedían en un local que hasta los diálogos me
pasaban inadvertidos.
En realidad es una serie que se basa en la
amistad de cuatro mujeres. Carrie Bradshaw y sus amigas son
personajes exagerados en perfiles estereotipados, es cierto, pero aunque no
creo que existan mujeres exactamente iguales a ellas, sí que muchas mortales
podemos vernos reflejadas en varios de los matices de ellas.
Pero si algo tengo que reconocerle a esta serie,
sin lugar a dudas, son dos cuestiones, y no tienen nada que ver con el lugar
que le da a la mujer trabajadora en la sociedad, ni cómo se trata la soltería
en las mujeres treintañeras, ni siquiera la visión que se planteó de temas de
candente actualidad como el cáncer o las madres solteras.
La primera de esas características que agradecer
es el lugar que le dio a la moda, le quitó la capa de solemnidad y apartó la
alfombra roja. Consiguió que pudiéramos plantearnos andar por la calle con una
blusa de Dolce&Gabbana y unos vaqueros de Zara, y
viceversa. Dejar atrás los pasos ecuestres y exagerados de las escuálidas
modelos de pasarela y trasportarlos a nuestros cuerpos y a la forma de caminar
de los ciudadanos normales que recogen el correo de sus buzones, llaman a un
taxi o tienen un mal día en la oficina. Nos acomodó la conciencia para no sentir
ningún tipo de remordimiento por acabar pidiendo la reanimación cardiovascular
para la tarjeta de crédito en una zapatería. Sacó las revistas de moda a la
calle, crearon tendencia y fomentaron la proliferación de ego bloggers.
La segunda cuestión tiene que ver con los
sentimientos femeninos. Por fin hubo quien dejó de considerar a la mujer una
pánfila que por amor solo sufre y llora, alguien que, como mucho, sólo tiene
arrestos por sus hijos -que también- y que no toma jamás la iniciativa frente
una relación o no asume el control de su vida sexual y sentimental. Tanto
Carrie como sus amigas buscan una pareja que les haga feliz y sea para siempre,
algo a lo que cualquier persona aspira, pero no es fácil, -y ahí es donde está
la sinceridad que reivindico y agradezco-, se admite que hay que conocer a
muchos candidatos, incluso a riesgo de equivocarse, para así descubrir lo que
se espera o lo que horroriza, para a analizar lo que se siente o para dejarse
llevar por lo que apetece sin mirar atrás, sin complejos.
Sexo en Nueva York nos dio un altavoz en
el espejo en el que ya muchas mujeres se miraban en silencio.
(Rocío González Martínez/La Gaceta)
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