(Espero y deseo que lo pronosticado por Vidal Quadras, no se produzca. Es verdad que lo plantea como hipótesis, pero no es descartable que suceda.
La actitud pasiva, de dejar hacer, de Mariano Rajoy, está envalentonando a los separatistas, que ven como sus ilegalidades, desaltades e insultos, no tienen respuesta. Y envalentonando a los terroristas de ETA.
¿Prudencia o cobardía política? En todo caso, la situación se agrava por momentos y no parece que el Presidente de Gobierno vea la conveniencia de dar un golpe de timón. Pero ¿hay timón?
PD. En el hipotético y no deseable caso de que apareciese un conflicto violento en Cataluña, no es probable que se limitase a esta Comunidad Autónoma. ¿Seguiríamos haciendo de don Tancredo, Mariano?
PD. Recuerdo que en el golpe del 23-F, la situación no era tan dramática como ahora.
PD. ¿Qué tiene que pasar para que la autoridad competente actúe, antes de que la situación sea inmanejable?)
La frase.
Si al final se produce una declaración unilateral de independencia
inconstitucional e ilegal, no es descartable la aparición de una
confrontación violenta entre catalanes".
Aleix Vidal-Quadras.
(Crónica Global)
Por si esto no bastara ...
LOS ETARRAS AL BOLLO; LAS
VÍCTIMAS AL HOYO.
Ocurrió en Eibar. En la
plaza del Ayuntamiento, los proetarras envalentonados rodean a los que se
manifiestan en favor de las víctimas del terrorismo para lanzarles el grito
atroz: "Los nuestros están en la calle y los vuestros en el hoyo".
Después profirieron la delicada amenaza: "Fascistas, os ametrallaremos a
todos".
A Mariano Rajoy y a su
ministro Fernández, que están cumpliendo los acuerdos establecidos por Zapatero
en su negociación política de tú a tú con Eta, les habrá parecido el de Eibar
un pasaje más que es necesario superar en aras de la paz y la concordia. Y
seguirán afirmando que Eta está derrotada. Las Asociaciones de Víctimas del
terrorismo saben que la situación es la contraria. Eta está en el poder. Los
proetarras controlan el gobierno de Guipúzcoa y se enseñorean en San Sebastián
y en varias docenas de pueblos de Navarra y el País Vasco.
Conrad Adenauer escribió
para ludibrio de algunos: "La mejor fórmula para aplacar a un tigre es
dejarse devorar por él". Con su tendencia invencible al bóvido y al
pienso, Mariano Rajoy y su ministro Fernández han estercolizado a las víctimas
del terrorismo. Hacen la vista gorda, además, ante la exaltación de los etarras
liberados y la prepotencia con la que se manifiestan en el País Vasco.
El "yo en la calle y
tú en el cementerio" demuestra una chulería elevada al cubo que el
Gobierno de Madrid, sí se sabe por qué extrañas razones, tolera sin la menor
reacción. De arrepentimiento y perdón, nada de nada; de altanería y
agresividad, todo de todo. No es Eta la que se ha rendido. Es el Estado
español. Eta anunciará una entrega simbólica de las armas (conservará, eso sí,
sus principales arsenales) y conseguirá que el Gobierno de Rajoy, conforme a lo
acordado por Zapatero, agrupe a los asesinos etarras en las cárceles vascas.
Allí disfrutarán de toda clase de prebendas antes de que lleguen los permisos,
las excarcelaciones por enfermedad y tal vez los indultos.
Jaime Mayor Oreja anticipó
lo que está ocurriendo y lo que va a ocurrir. Isabel San Sebastián, que escribe
unos artículos admirables por su valor y por su sagacidad, se avergüenza todas
las semanas al denunciar la política marianita articulada por el ministro
Fernández.
Los etarras, en fin, no se
conformarán con el mordisco que han propinado a España en el País Vasco.
Quieren todo el poder y no han renunciado a Navarra. Cuando se consoliden en el
control de las provincias vascongadas exigirán el de la Comunidad navarra y
retornarán al terrorismo si les fuera necesario para conseguir su propósito. El
horizonte etarra, conviene no olvidarlo, es una nación independiente formada al
menos por las tres provincias vascongadas y Navarra bajo un sistema de
totalitarismo dominado por Eta. No les será fácil conseguir sus propósitos
porque España, antes o después, reaccionará. Pero, por lo pronto, Eta está
haciendo camino al andar.
(Luis Maria Ansón/El Mundo)
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