Martes, 21-04-09
En algún lugar deben encontrarse todos los gobiernos de la Tierra y esa es la razón de ser de Naciones Unidas. Si no existiera deberíamos crearla. Pero dado que la mayor parte de los gobiernos de este mundo son repugnantes, más vale ser prudente a la hora de fijar la agenda de actividades y los temas a tratar. Que gobiernos dictatoriales prediquen en el marco de Naciones Unidas sobre el respeto a los derechos humanos es patético, tanto como que condenen el racismo los que apoyan el genocidio que el Gobierno sudanés viene realizando en la región de Darfur o que presidan comisiones de desarme los que proliferan violando tratados libremente asumidos...
Es inevitable que estos gobiernos traten de utilizar la ONU como una coraza para proteger sus tropelías y legitimar sus políticas, pero es perfectamente evitable que lo consigan.
Es inevitable que estos gobiernos traten de utilizar la ONU como una coraza para proteger sus tropelías y legitimar sus políticas, pero es perfectamente evitable que lo consigan.
El espectáculo dado por Naciones Unidas en su Conferencia sobre el Racismo celebrada en Ginebra, con un buen número de delegaciones aplaudiendo al presidente Ahmadineyad cuando éste condenaba la creación del Estado de Israel, es sólo comparable a la recepción del presidente suizo a su homólogo iraní la víspera del día de la conmemoración del Holocausto.
No basta con levantarse e irse, lo sensato es no entrar en ese juego y dejar a esos regímenes solos, expuestos ante el espejo de sus propias miserias. El respeto por la ONU no nos puede llevar a cometer el error de actuar como comparsas de gobiernos detestables, dando así crédito a juicios inaceptables. Para eso ya está la Alianza de las Civilizaciones, ejemplo máximo de dejación de los valores democráticos en beneficio del radicalismo islámico.
No basta con levantarse e irse, lo sensato es no entrar en ese juego y dejar a esos regímenes solos, expuestos ante el espejo de sus propias miserias. El respeto por la ONU no nos puede llevar a cometer el error de actuar como comparsas de gobiernos detestables, dando así crédito a juicios inaceptables. Para eso ya está la Alianza de las Civilizaciones, ejemplo máximo de dejación de los valores democráticos en beneficio del radicalismo islámico.
La ONU se ha puesto al servicio de Ahmadineyad para que éste proclame su discurso extremista en un intento de galvanizar a las masas musulmanas en provecho de su causa. Cuanto mayor el escándalo, mayor la audiencia y el efecto propagandístico. (Florentino Portero/ABC)
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