jueves, 7 de julio de 2005

¡Que sea fácil y ‘diver’¡

¡Que sea fácil y ‘diver’¡



Los rectores de las Universidades europeas reunidos en Bolonia, con ocasión del IX Centenario de las más antigua de ellas, cuatro años antes de la supresión de las fronteras intracomunitarias y ante la perspectiva de una colaboración más amplia entre todos los pueblos europeos, estiman que tanto los pueblos como los Estados deben tomar conciencia como nunca del papel que las Universidades deberán tener en el futuro en una sociedad que se transforma y se internacionaliza, y consideran ...

Principios Fundamentales: 1. La Universidad es una institución autónoma que, de manera crítica, produce y transmite la cultura por medio de la investigación y la enseñanza.

Reconozco que es bonito pero, tan alejado de la realidad, que produce escalofríos. Peor. A mucha gente ni le va ni le viene.

Repasemos algunos datos. Según el reciente informe ‘Pisa’, España está situada en el puesto 23 sobre un total de 29 países de la OCDE. No sólo es que estamos en puestos de descenso (hablando en términos futbolísticos) sino que vamos a peor. ¿Por qué? En dos ámbitos básicos, como las matemáticas o la comprensión lectora, volamos a ras de suelo.

¿A qué se debe el fracaso de nuestro sistema educativo? Hay variedad de causas y no voy a analizarlas a todas. Me centraré en algunas, de la mano de opiniones de adolescentes que son, en general, más de fiar que sus propios padres. Los jóvenes reconocen (en el estudio ‘Fracaso y transición al mundo laboral’, de la Fundación para la modernización de España) que la falta de interés y el aburrimiento son la causa del fracaso escolar. Insisto en que los jóvenes no atribuyen su fracaso escolar ni a la familia ni al instituto sino a su falta de interés y aburrimiento.

Lo siento por los padres superprotectores que imaginan querer más a sus hijos porque los exculpan de todo mal. ¡Angelitos! ¡Qué lección de honestidad dan sus hijos! Pero además de este loable reconocimiento hay fallos del sistema. Una de las peores estupideces ‘progresistas’ es la de eliminar o ‘ver mal’ el esfuerzo. Todo tiene que ser fácil y divertido. De esta manera se ayuda a la infantilización de los estudiantes. ¡Pobrecito, no quiero que sufra lo que sufrí yo! Y es que hay amores que matan. Otra de las idioteces ‘progresistas’ es la igualación por abajo, que castiga a los mejores. ¡No destaques! ¡Podrías humillar a los otros!

Veamos otros datos. Según la Sociedad Española de Matemáticas, en el cómputo del sexenio 1998-2003 (en las Olimpiadas de Matemáticas) quedamos en el puesto 11 entre 14 países de la Unión Europea. Según La Sociedad Española de Física, en el cómputo del decenio 1991-2000 (en las Olimpiadas de Física) quedamos en el puesto 34 de 39 países presentados. Algo parecido sucede en las Olimpiadas de Química. Imagino que si se celebrasen Olimpiadas de las Lenguas seríamos de los primeros, dada la obsesión enfermiza (al menos en ciertos reinos de Taifas) por ‘La Lengua’, objeto de culto. En muchas ocasiones se ha primado más el vehículo de transmisión que los contenidos transmitidos. Así nos va.

Otro aspecto nefasto de nuestro sistema educativo (especialmente en la enseñanza secundaria) es la pérdida de autoridad del profesor. La hipocresía y el autoengaño generalizados ignoran o minimizan este fracaso. Es más, algunos superprogres ni siquiera lo ven mal. Pues bien, muchos profesores resisten. Sí, resisten. Se produce la desmotivación de muchos profesores. En general, esto se ignora voluntariamente. Además, siempre podemos decir que los profesores son vagos y tienen muchas vacaciones. Como decía un cretino inspector de Educación (¿) de Valencia (en un caso de insultos de alumno a profesora): ‘estas cosas van en el sueldo’. ¡Qué se puede esperar! Lo que tenemos.

Otra estupidez ‘progresista’ es la educación en sentimientos más que en conocimientos. La consecuencia es fatal. Mientras que los conocimientos pueden objetivarse y argumentarse (al menos hasta cierto punto), los sentimientos no. Yo tengo los sentimientos que tengo y punto. La consecuencia es que se minusvalora la argumentación y la justificación en favor de afirmaciones o negaciones de sentimientos. Además, no hay nada que justificar. Todo es igualmente respetable. Todo este conjunto de idioteces (que darían risa si no fueran tan perjudiciales) favorecen el que los jóvenes tengan poco respeto al profesor, dificultades para la comprensión lectora, dificultades para expresar lo que piensan, y serios problemas para asumir que el esfuerzo es necesario para el aprendizaje.

Dado que el esfuerzo es antiguo y casposo, mejor soñar con milagros. A este respecto, el director de la Unidad de Calidad de la Facultad de Educación de la Universidad de La Coruña nos ha mostrado el profesor ideal, el profesor 10, el preferido por los estudiantes. Es fácil de encontrar y nos solucionará el problema. Tiene las siguientes características: Es claro y coherente; ordenado; atento y respetuoso; entusiasta con la asignatura que imparte; exigente en su justa medida; interactivo; ‘sabio’ en su materia; puntual; está al día en su materia; divertido (o sea, ‘diver’); accesible y práctico.

Pero hay más. Es participativo; incitador (en el buen sentido); equitativo; activo; con amplitud de miras, y tolerante. Como ven, fácil. Y todo esto sin cobrar mucho porque un buen profesor no se interesa por las cosas materiales. ¡Qué envidia nos tendrán en los otros países!

Antes de que saquen el pañuelo, unos últimos datos. Según la encuesta presentada por el Centro de Innovación Educativa (CIE-Fuhem) y elaborada por el instituto IDEA, los profesores españoles de secundaria atribuyen las causas de los conflictos que viven en la escuela a las familias, sobre todo a la permisividad que tienen con los hijos. Y tanto los docentes ( 66%) como los propios escolares (50’8%) consideran que se debería intervenir más duramente con los alumnos que causan problemas.

Un dato final para la esperanza. El científico español Joan Ginovart ha dicho que si seguimos por este camino, y dado que vivimos (es decir, viven) en la sociedad del conocimiento, ‘España se convertirá en un parque temático para venir a tomar el sol’. Eso sí, con talante dialogante.

Sebastián Urbina.
Mayo 2005.
¡LA CALLE ES MÍA!


No, no me refiero a Fraga. Ahora me refiero a los tics autoritarios de la izquierda reaccionaria. O sea, las manifestaciones de las víctimas del terrorismo han sido fachas, antiguas y casposas. De autobús y bocadillo, como en tiempos de Franco. En cambio, las manifestaciones de la izquierda (la izquierda reaccionaria) son solidarias, espontáneas y progresistas. Ya sé que hay que ser tonto para creérselo, pero esta es la situación.

El presentador de la 2 de televisión española, Lorenzo Milá, comparó las manifestaciones auspiciadas por el PP, a las manifestaciones de Batasuna. Es decir, un partido constitucional, con diez millones de votos, comparado al brazo político de una banda terrorista. El Sr. Milá se retractó, pero ya lo había dicho. ¡Es que somos más listos!

El Fiscal General, Conde Pumpido ha dicho que ‘las actitudes vociferantes les hacen sospechosos de haber intervenido en un delito’. Así pues, dos militantes del PP terminaron en comisaría porque el ministro Bono dijo que le habían agredido. Casi me atrevo a decir que los militantes del PP tienen presunción de inocencia, pero no es seguro. Por cierto, ¿vociferaron mucho las masas de la izquierda reaccionaria con Irak y el Prestige? ¿Terminaron en comisaría? ¿Alguien pidió disculpas por llamar ‘asesinos’ a los políticos del PP? ¿Alguien pidió disculpas por el intento de agresión a Rato y Piqué en Barcelona? Claro que son de derechas y no es lo mismo.

Esta izquierda reaccionaria está convencida de su superioridad moral. ¿Qué superioridad moral? No se sabe bien, pero se consideran ‘los buenos’. Hace pocas fechas el Honorable Rector de la Universidad Carlos III y Alto Comisionado de las víctimas afines al Gobierno dijo, en el homenaje a Carrillo, ‘Aquí estamos los buenos, los menos buenos, y faltan los malos’. Naturalmente, los ‘buenos’ son los suyos (la izquierda reaccionaria) y los ‘malos’ son los del PP. Por cierto, en el libro de César Vidal, ‘Paracuellos-Katyn.Un ensayo sobre el genocidio de la izquierda’, se involucra al joven Santiago Carrillo en la matanza de Paracuellos. Parece que, hasta ahora, éste no ha respondido con una querella criminal. ¿Por qué será? Pero no se crean nada. Es basura de la derechona resentida. Sigamos con los homenajes.

Más superioridad moral de la izquierdona. Muchos intelectuales orgánicos manifiestan en público (¡no faltaría más!) que admiran a Fidel Castro. Por ejemplo, Rosa Regás, Directora de la Biblioteca Nacional. Pero Fidel tiene presos políticos. ¡Qué mas da! Son contrarrevolucionarios pagados por el dólar de Bush y otros imperialistas sin alma.

Consejo: no se atreva a participar en manifestaciones organizadas por la derechona. Participe en manifestaciones de la izquierda reaccionaria, o sea, la izquierdona. Podrá vociferar, insultar, tirar piedras a las sedes del PP y no pasará nada. En realidad se lo han buscado. Son los herederos del franquismo. Así pues, esta es la grandeza moral de buena parte de la llamada izquierda. La sonrisa de conejo les desaparece cuando se manifiestan ‘los otros’. ¡La calle es mía!

PD1. Últimas noticias. El titular del Juzgado de Instrucción nº 42 de Madrid ha dictado auto de sobreseimiento y archivo de la denuncia presentada contra dos militantes del PP por presunta agresión al ministro Bono. ¿Será un juez del PP? ¡Malditos!

PD2. A pesar de que el Presidente Rodríguez inició su andadura con el talante dialogante por delante (con perdón), ahora sigue la máxima ‘¡todos contra el PP!. La estrategia es hacer creer que es un partido de extrema derecha. Ya lo dijo Goebels, Ministro de Propaganda del Tercer Reich ‘una mentira repetida llega a ser verdad’.

PD3. ‘Los colectivistas ... sienten el afán del progreso, la simpatía hacia los pobres; se consumen en un ardiente sentido de lo que está mal y en el impulso hacia las grandes acciones: cualidades todas que han faltado al liberalismo de las últimas épocas. Pero su ciencia se basa en un profundo malentendido ... y sus acciones son, por lo tanto, profundamente destructivas y reaccionarias. Así, destrozan los corazones de los hombres, dividen sus mentes y les presentan alternativas imposibles.’W. Lippmann.


Sebastián Urbina.
Junio 2005.

miércoles, 6 de julio de 2005

AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS


¿Es esta una frase ridícula? De ningún modo, a menos que la diga un político, en su condición de político. Otra cosa sería que la dijera en su condición de ciudadano privado. Como es sabido, el título de este artículo hace referencia a unas palabras de Jesucristo: ‘Os doy un mandamiento. Amaos los unos a los otros como yo os he amado’. La cuestión es si éste es, o debería ser, el lenguaje de la política.

A principios del siglo XVI, Nicolás Maquiavelo trabajaba para la república independiente de Florencia, pero cuando el gobierno republicano fue reemplazado por el gobierno absolutista de los Medici, Maquivelo fue acusado de diversos crímenes. Aunque no fue considerado culpable, se retiró a una pequeña granja y escribió su famoso libro, El Príncipe. En esta obra Maquiavelo separa el problema del poder político, de la moral o de la religión. Su preocupación ya no es, como desde Platón o Aristóteles, el fin del Estado sino que es el poder como un fin en sí mismo. Se trata, pues, de la cuestión de la autonomía de la política.

Pero si pasamos a otras culturas podemos ver, por ejemplo, que el Estado Islámico es un Estado teocrático. O sea, no es un Estado laico que reivindique su autonomía, en la línea iniciada por Maquiavelo, sino que es un Estado religioso. Los progres de salón tal vez dirán que en España o en Italia no hay una separación absoluta y completa entre Estado e Iglesia. Es cierto. Pero hay que ser un sectario enfermizo para no ver la diferencia. De todos modos, lo mejor sería que fuesen por allí, a vivir una temporadita, para comprobarlo.

Hay, además, otro elemento de gran importancia. El que diferencia un régimen democrático de un régimen autocrático. Es decir, la existencia de elecciones libres. Un régimen cuyos políticos no proceden de estas elecciones, no es un régimen democrático. Claro que, si todo es relativo, nada importa. Ya saben: nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira. Democracia, autocracia, qué más da!

Y luego está la cuestión de los Derechos Humanos, esa cosa que hipócritamente utilizan los occidentales frente a los auténticos y honestos no occidentales. En este sentido, la comunidad musulmana ha buscado alternativas a los Derechos Humanos: la Declaración de los Derechos Humanos en el Islam (1981), la Declaración de los Derechos Humanos de El Cairo (1990), y la Carta Árabe de los Derechos Humanos (1994). En todos ellos se trata de dar un fundamento confesional a los derechos humanos. Pero la aplicación de la ley islámica (por ejemplo, en Sudán) permite la pena capital por apostasía, las penas corporales y justifica la superioridad del hombre sobre la mujer.

Dice John Rawls: ‘Los derechos humanos tienen estas tres funciones: 1) Son una condición necesaria de la legitimidad del régimen y de la decencia de su orden jurídico. 2) Cuando operan correctamente, resultan suficientes para excluir la justificada intervención de otros pueblos, mediante sanciones económicas o, en casos graves, la fuerza militar. 3) Fijan un límite al pluralismo entre los pueblos’.

Que cada uno piense si le parece justificado o tiene una alternativa mejor. Pensar por uno mismo tiene riesgos, pero es preferible ser un ciudadano responsable a ser una oveja ensimismada.

Es inevitable hacer una referencia a Samuel Hungtinton y su ‘Choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial’. Dice que las guerras actuales son guerras de civilizaciones en las que la religión juega un papel básico. Esto se parece a lo que sucede actualmente. Y no se trata de la estúpida dicotomía que algunos difunden: o cañonazos, o besos y abrazos. Aunque creo que estamos en una guerra no convencional, tanto la situación como sus posibles soluciones no pasan por eslóganes, frases ingeniosas o escenas terribles llenas de sangre para impresionar al espectador. Todo esto es, aparte de cruel realidad, manipulación de las emociones. Habitualmente va unida a una mezcla engañosa de opinión e información, que suele coger desprevenido al espectador.

Termino con Charles-Maurice Talleyrand: ‘la guerra es demasiado seria para dejarla en manos de los generales’. Yo añadiría, ‘la aventura de pensar por uno mismo es demasiado importante para dejarla en manos de los sacerdotes de lo políticamente correcto’. Creen que están en el lado bueno de la historia. Es falso. No deje que le engañen. Siguen viendo el mundo como los niños ven las películas del Oeste. Sólo que ahora los buenos son los indios y los malos son los blancos. Aunque también hay lugar, cuando conviene, para la equidistancia entre víctimas y verdugos.

PD 1. Ejemplo de ‘objetividad’ políticamente correcta: ‘Aznar es como Bin Laden’. Sigamos el juego: ‘Felipe González es como La Pantoja’. Y así...

Sebastián Urbina.
Octubre 2004.
ANÁLISIS TRAMPOSO

Hace tiempo vi, aunque no entero, un programa televisivo en el que se hablaba de las elecciones norteamericanas. Uno de los contertulios, un analista político de cuyo nombre no puedo acordarme, decía lo siguiente: las elecciones norteamericanas han constituido un enfrentamiento político entre la derecha (Kerry) y la derecha cerril (Bush). Naturalmente, el fino analista político se situaba en el lado bueno, en la izquierda. Traduciré, según mi leal saber y entender, las palabras de este contertulio. Las traduciré porque no es lo mismo hablar por televisión ante, supuestamente, millones de espectadores que hacerlo tomando unas copas con los amiguetes.

En este último contexto, no puede sorprender que este analista de izquierdas calificase a Bush (aunque algunos lo hicieron incluso por televisión) de ‘tonto del culo’, ‘facha’, ‘criminal’ e ‘hijo de puta’. No estoy exagerando nada. Por esto trataré de traducir lo que las palabras del comprometido y fino analista querían decir, en el contexto televisivo. Para una buena parte de lo que se llama ‘la izquierda’, la derecha apesta. Con mayor o menor habitualidad, la derecha española (básicamente el Partido Popular) ha sido acusada de ‘facha’, ‘carca’ y otros calificativos que obligan a taparse la nariz. Esta sería la zona Kerry. Un millonario casado con una supermillonaria. Pero ya se sabe que uno puede ser de izquierdas con yate, avioneta privada, residencia de superlujo y otras menudencias progresistas. Sólo debe leer el periódico correcto, escuchar la radio correcta y decir las frases adecuadas que le identifiquen como un miembro fiable de la tribu.

¿Por qué deberían los progres taparse la nariz y apoyar a Kerry? Porque el otro es peor. Observen el matiz del fino analista político. Bush representa la derecha cerril. Si con la derecha tout court hay que taparse la nariz (como con todas las derechas que en el mundo han sido) ¿qué habrá que hacer con la derecha cerril? Primero hagamos la traducción. Derecha cerril quiere decir ‘extrema derecha’ y extrema derecha quiere decir ‘fascista’. Tampoco exagero. Hace varios meses estaba hablando con un catedrático (de cuyo nombre no puedo acordarme), de estos y parecidos temas, y me dijo que no participaba de la opinión de sus amigos más radicales de que Bush era peor que Bin Laden. Él creía que eran equiparables. Lo que mostraría, supuestamente, su equilibrio y sensatez.

¿Y dónde está el análisis tramposo? En que el fino analista político comparaba una realidad (USA) con una idealidad (el paraíso comunista), aunque ya no se dice así. Ahora se dice ‘otro mundo es posible’, aunque no se explique cómo se llega y cuánto tendremos que pagar. Lo de siempre. Pues bien, la idealidad (sea la que sea) siempre gana a la realidad. Ninguna realidad, con sus inevitables imperfecciones, puede compararse a una idealidad. Supongamos que el fino analista político hubiese decidido actuar honestamente, sin trampa, y hubiese comparado una realidad con otra realidad. ¿Hubiese utilizado los ejemplos de Cuba y Corea del Norte? ¿Hay norteamericanos que tratan de huir a Cuba, o hay cubanos que tratan de huir a Estados Unidos? ¿Hay coreanos del Norte que tratan de huir a Corea del Sur, o coreanos del Sur que tratan de huir a Corea del Norte?

Dado que los ejemplos reales no son presentables, salvo para la izquierda reaccionaria, los finos analistas políticos tienen que comparar un irreal mundo feliz con una realidad, como Estados Unidos. Aún más, no se trata de una descripción de esta realidad sino de una selección de los aspectos más negativos de la misma, para mostrarlos como rasgos sistemáticos y sintomáticos. Ninguna descripción es plenamente objetiva. Pero cuando los finos analistas han descrito previamente a su dirigente político como ‘hijo de puta’, ‘tonto del culo’ y otras finezas, es difícil esperar un mínimo de objetividad. Ni saben lo qué es, porque dividen el mundo en buenos (ellos) y malos (los otros).

El onanismo intelectual de una cierta izquierda (básicamente la izquierda reaccionaria) le hace inmune a los hechos. No se trata de que alguien, legítimamente, diga que la realidad no le gusta y se recluya en sí mismo. Creo que es una opción equivocada pero no me refiero a esto. Me refiero a los sectarios enfermizos que ya no pueden ver los hechos que les disgustan o que perjudican sus proclamas. Sólo ven los hechos que confirman sus recetas. Cuando esta ceguera intelectual va unida a una íntima convicción de superioridad moral, estamos en presencia de un fósil reaccionario de izquierdas. Por cierto, los fósiles reaccionarios de derechas son igual de cretinos.

En resumen, que para el fino analista político si la derecha tout court (representada por Kerry ) huele mal , la derecha representada por Bush, da miedo. Miedo por la satánica mezcla de maldad y estupidez. ¡Si serán tontos los americanos que le votan! Lo mismo piensan de los españoles que votan al PP. Unos diez millones de tontos o fachas. El problema es que la izquierda reaccionaria sólo acepta que les voten a ellos. Les produce urticaria que millones de personas (alienadas, por supuesto) voten a Bush o Aznar. Dado que los dos son fachas, votarles es votar fascismo, no democracia. Sólo se vota democracia si se les vota a ellos, los ‘verdaderos’ demócratas. Es decir, a la izquierda reaccionaria le gusta el partido único. Pero como no es democráticamente homologable, acepta que existan ‘los otros’, pero perdiendo siempre las elecciones, sin alzar mucho la voz y haciendo calceta. Si alzan la voz, serán ‘extrema derecha’.

PD. El escritor Tom Wolfe (autor, entre otros, de ‘La izquierda exquisita’) dijo que votó a Bush para ver a los progres USA huyendo del país. ¡Por favor, que no vengan aquí!.


Sebastián Urbina.
31 Enero 2005.

Izquierdas y derechas

¿Qué quiere decir ser de derechas o de izquierdas? Sobre ello hablo en este artículo publicado en la Fundació Antoni Maura

martes, 5 de julio de 2005

¿SANTIDAD O IRRESPONSABILIDAD?

Acabo de leer, con asombro, las declaraciones del presidente del Parlamento Europeo, el socialista Josep Borrell. Proclamó su firme rechazo ‘al uso de la fuerza’ para erradicar el terrorismo. También dijo que ‘la lucha contra el terrorismo nos obliga a una reflexión sobre sus causas’. Finalmente, abogó por ‘una estrategia antiterrorista basada en la cooperación internacional en materia policial, judicial y de inteligencia así como en la lucha contra las causas subyacentes que alimentan el fanatismo asesino y suicida’.

Empezaré por las declaraciones tercera y segunda, la de la estrategia antiterrorista y la de las causas. Estoy muy de acuerdo con la cooperación internacional en los ámbitos mencionados. Sin embargo, me pregunto si hay una contradicción entre esta tercera parte y la primera, donde proclama su ‘firme rechazo al uso de la fuerza’. ¿Quiere decir que la policía no podrá utilizar la fuerza? ¿Se le exigirá sólo talante dialogante? ¿Acaso significa su expresión que solamente rechaza el uso militar de la fuerza, pero no el uso policial? Si fuera así podría haberlo aclarado. Voy a suponer que Borrell no se contradice y que quiso decir que sólo rechaza el uso militar de la fuerza.

Haré varias suposiciones que, por desgracia, no son absurdas. Supongamos que se producen más atentados terroristas contra civiles. Supongamos que es en España. Supongamos que los servicios de inteligencia internacionales confirman que hay grupos terroristas entrenándose en el desierto (D) del país (P). Supongamos que las mismas informaciones indican que estos grupos preparan nuevos atentados contra civiles. ¿Dejaremos que sigan adelante porque sólo podemos utilizar la fuerza policial? Aparte de ir a los funerales y tener a la policía prevenida ¿qué más haría Borrell? ¿Un seminario para estudiar las causas? ¿Otro seminario por si tenemos derecho a la legítima defensa?

Salvo que uno viva en las nubes (no es el caso de Borrell) tiene que afrontar el problema de uso de la fuerza, el problema de la guerra. Hacer de avestruz sólo está permitido a los ciudadanos particulares, cuando este es el caso, pero no a los políticos. Tomemos el caso de Hitler y luego veamos si es comparable al terrorismo actual. Dice G. Tortella: ‘En este mismo plan se encuadró la conferencia de Munich de 1938, tras haber Hitler anexionado Austria e invadido Checoslovaquia, sin duda envalentonado por la pasividad occidental ante su actuación en España. En la conferencia de Munich el primer ministro británico, Neville Chamberlain, llevó al extremo la política de ‘apaciguamiento’, al dar por buena la agresión alemana a sus vecinos checos y, por supuesto, la anexión de Austria. Un año más tarde quedaba de manifiesto el carácter suicida de esta política británica.’

Alguien podrá decir que una cosa es Hitler y otra el terrorismo internacional. Que no son comparables. Tal vez, pero no me basta que se diga. ¿Y si lo fueran? Yo digo que estamos ante un nuevo tipo de guerra. Además, tampoco está convencido el (políticamente incorrecto) historiador C. Vidal: ‘ El Islam y la manera en que abordemos nuestra relación con él constituye una verdadera prueba de fuego para saber si estamos dispuestos a aprender las lecciones de la Historia y a conducir de manera realista nuestro presente para construir un futuro en libertad o si, por el contrario, llevados por el papanatismo de lo políticamente correcto, nos sentimos más inclinados a enterrar la cabeza bajo la tierra de falsas reconstrucciones del pasado sin preocuparnos por cuál será nuestro futuro y el de nuestros hijos.’

Como dice Rafael Bardají, director del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES): ‘Cuando uno opta por la acción policial únicamente y a lo único a que aspira es a llevar a los terroristas ante la justicia, se está condenado al fracaso... la obligación de todo gobierno no es esperar, sino anticiparse.’ Aunque ninguna persona decente desea más masacres, ¿bastarán para evitarlas nuestros deseos de paz? No puedo extenderme más en esta cuestión, así que diré algo sobre ‘las causas’.

Resulta algo sorprendente la alegría con la que se habla de ‘las causas’ ya que el concepto de causalidad es uno de los más complejos que existen. Supongo que cuando se dice que hay que buscar ‘las causas’ del terrorismo, se quiere decir que, por ejemplo, la pobreza es la causa y el terrorismo el efecto. Otros dicen que hay varias causas, la pobreza y el fanatismo. Aunque puede haber más, supongamos que sabemos que estas dos causas, conjuntamente, producen el efecto del terrorismo. Pero el concepto ‘pobreza’ no es concepto preciso sino vago. Dado que la santidad escasea, supondré que sólo estamos moralmente obligados ( y así lo reconocemos) a aliviar la extrema pobreza.

Usualmente, se entiende que la extrema pobreza está vinculada a los siguientes aspectos: primero, acorta la vida de forma significativa; segundo, produce mucho sufrimiento en forma de enfermedades y hambre; tercero, socava uno de los aspectos básicos del ser humano, su dignidad. Cuando algunos dicen que la pobreza es la causa del terrorismo no sabemos si se refieren a la extrema pobreza o a cualquier pobreza. Y si fuera esto último ¿qué significa ‘cualquier´ pobreza? Estas no son especulaciones para ‘marear la perdiz’ como gustan de decir los que no quieren afrontar en serio los problemas. Hace falta buena voluntad y generosidad pero también inteligencia para detectar adecuadamente el problema y aplicar los remedios más adecuados.

Supongamos que sabemos que las dos mencionadas causas, conjuntamente, producen el fenómeno terrorista. Ahora falta saber, qué nivel de pobreza y qué nivel de fanatismo. ¿O afirmamos que basta cualquier nivel? Burkina Faso, Burundi, Etiopia y otros, no destacan por su aportación terrorista y viven en la extrema pobreza y con el nivel de fanatismo que tengan. Curiosamente, en el País Vasco, con altos niveles de bienestar, abundante fanatismo y grandes chuletones, también hay terrorismo. Esto supondría que la extrema pobreza y cierto nivel de fanatismo, conjuntamente, no producen, necesariamente, terrorismo.

Estas y otras dificultades no deben llevarnos a ignorar que hay circunstancias que facilitan, en ciertos sectores, la aparición del fenómeno terrorista. Pero, tanto en Irak, Irán, Marruecos, etcétera, hay millones de personas que no desean asesinar a los infieles, es decir, nosotros. Si es así, la pobreza y el fanatismo no afectan a todas las personas por igual. En fin, hay que ayudar y colaborar con los que no nos quieren asesinar. Esto me parece básico. Pero también me parece básico no ‘pedir perdón’ a los que nos quieren asesinar. Ya sé que para los ultraizquierdistas, Occidente tiene la culpa de todo, pero esta es una enfermedad que no puedo tratar aquí. Otra cosa es que algunas personas ‘ya saben’ quién es el verdadero culpable desde el principio. En realidad, no necesitan analizar nada. Estados Unidos es el principal culpable (para los más auténticos, el único) del terrorismo internacional. Cuando el atentado de las Torres Gemelas, la diputada de IU, Ángeles Maestro dijo: ‘Se lo habían buscado’.

Estas y otras cosas inducen a pensar que, entre los enemigos exteriores e interiores, estamos ante uno de los más graves retos de las sociedades occidentales. Terminaré con unas palabras de Stefan Zweig: ‘Una y otra vez se pretendía hacer creer que Hitler sólo quería atraer a los alemanes de los territorios fronterizos, que luego se daría por satisfecho y, en agradecimiento, exterminaría al bolchevismo; este anzuelo funcionó a la perfección. A Hitler le bastaba mencionar la palabra ‘paz’ en un discurso para que los periódicos olvidaran con júbilo y pasión todas las infamias cometidas.’ ¿Les suena?

PD 1. Leo con ingenuo estupor las declaraciones de Bernardino León, Secretario de Estado de Exteriores: ‘El 11-M debe hacernos comprender que hay que contribuir al desarrollo de Marruecos’. ¿Quiere decir Bernardino que si no ponemos suficientes pelas podemos sufrir otro atentado? Querrá decir otra cosa. ¡Tranqui!

Sebastián Urbina

Septiembre 2004.

Manifiesto contra la muerte del Espíritu

Manifiesto contra la Muerte del Espíritu

Como sabe el lector atento, Álvaro Mutis (último premio Cervantes) y el editor Javier Ruiz Portella, lanzaron este manifiesto contra la profunda pérdida de sentido que conmueve a la sociedad contemporánea. Es decir, enfatizan, entre otras muchas cosas, que la vida y el sentido del hombre actual se reducen al ‘hombre fisiológico’. Trabajar, producir, consumir y divertirse con los pasatiempos que la industria cultural y los medios de comunicación producen. Nos invitan a rebelarnos contra el desvanecimiento del espíritu y la falta de horizonte que guíe nuestros pasos.

No importa las llamadas que un término, como ‘espíritu’, produzca en nosotros. Debemos tratar de clarificar su significado aunque sea mínimamente. Aquí no entenderemos ‘espíritu’ en el sentido de cosa inmaterial que pueda existir en un instante, durante un período de tiempo, o en algún lugar, como se preguntaba Kant. Pero no porque crea que es aceptable el materialismo metafísico que cree que no existen los ‘estados internos’ y que todo se reduce a conductas o estados disposicionales. En resumen, entenderemos (al menos en el contexto en que estamos hablando) por ‘muerte del espíritu’ lo que nos avisan los mencionados autores, un desvanecimiento de la espiritualidad. Suponiendo que esto sea correcto diré algunas palabras al respecto.

Es cierto que el término ‘espiritualidad’ tiene hondas raíces religiosas que hacen referencia la ‘vida del espíritu’ por oposición a la ‘vida de la carne’ queriendo significar la vida de los que sólo viven ocupados de sí mismos y de sus intereses materiales y naturales. En nuestro contexto socio-cultural no parece muy sensato centrar ‘la muerte del espíritu’ en esta dimensión religiosa dado que la religión ya no inunda nuestras vidas, como sucedía en la Edad Media. La revolución científico-técnica del siglo XVII, especialmente en el ámbito de la física (Galileo, Kepler y Newton) y el cambio filosófico (Descartes, Locke, Leibniz) provocaron nuevas concepciones del mundo, de la racionalidad y de las instituciones.

Situados en este contexto, hablamos de una espiritualidad ‘laica’ lo que no excluye a las personas religiosas. En resumen, lo que pretende decir es que la espiritualidad laica no es dependiente ni esclava de la espiritualidad religiosa. Ya no tiene sentido decir, como tal vez lo tuvo en la Edad Media, que la filosofía (o cualquier otro saber) es esclava de la teología. Pues bien, para delimitar el problema que estamos tratando utilizaré el dicho de Stuart Mill: ‘prefiero ser un Sócrates insatisfecho que un cerdo feliz’. Digamos, para empezar, que la alusión de Mill al ‘cerdo feliz’ coincide con la apreciación de los autores del Manifiesto. Dicen que una característica del hombre actual es la de ser ‘hombre fisiológico’ lo que podríamos traducir por ‘hombre materialista’, al menos en el sentido práctico y no filosófico del término.

Algunas personas, aunque debería entrecomillar tal término, no sólo no se avergüenzan de vivir como ‘cerdos felices’ sino que se vanaglorian de ello. Estamos cerca del ‘hombre masa’ de Ortega y Gasset. Se trataría de un hombre sin inquietud, que se cree como todo el mundo, que no tiene ambiciones auténticas y mantiene arrogantemente su mediocridad. Pero quien mejor representa este tipo no es el patán iletrado sino el especialista. El técnico especializado que sabe de un reducido ámbito y que no le interesa nada más. Este tipo de hombre también ha sido dibujado con palabras parecidas por el lógico y filósofo finlandés George von Wright.

Si la dirección de nuestro planteamiento no es equivocada, ya tenemos los rasgos principales de los que ‘agonizan del espíritu’. Se trataría de individuos que sólo se preocupan por sus propios intereses materiales y naturales, su especialidad laboral y los entretenimientos proporcionadas por las industrias de la diversión. ¿Qué es lo que falta si es que falta algo? Faltaría una cierta insatisfacción por uno mismo y por el mundo entorno. Faltaría preocupación por algo más que por la propia panza. Faltaría un proyecto vital y luchar por él. Si el hombre (y obviamente la mujer) es sólo naturaleza, ya está hecho. Los caracoles ya están hechos. No tienen proyecto vital. El ser humano está, en parte, hecho pero en parte está por hacer. Quién renuncia este quehacer vital es un ser humano empobrecido. Pero ¿vale cualquier proyecto vital? No. Mi proyecto vital, al que dedicaré mi esfuerzo, no puede ni debe violar la dignidad de los otros seres humanos.

Aquí entra en juego la dimensión relacional o social del concepto ‘persona’. La persona es un ser social pero individualizado. No es una oveja del rebaño, como en algunas visiones comunitaristas y colectivistas. Este ser social se configura y se construye en diálogo consigo mismo y con los demás. Para que este diálogo no sea absurdo y estéril debe ser racional. Libertad, dignidad, racionalidad, tres pilares básicos para hablar de ‘persona’. Aunque todo ser humano, por el hecho de serlo, tiene (nos lo hemos dado nosotros mismos) derechos básicos inviolables, no todo ser humano es ‘persona’ en el mismo sentido. Sócrates decía que una vida sin reflexión no merece la pena ser vivida. Con todo respeto para el maestro, añadiré: una vida sin ‘espíritu’ es una vida empobrecida. A lo que el ‘cerdo feliz’ responderá: ‘oing-oing’.

Sebastián Urbina Tortella.

LIBERTAD Y CIENCIA

Procedemos de una tradición judeo-cristiana en la que la libertad humana juega un papel fundamental. Algunos filósofos creen (equivocadamente) que puede haber reflexión filosófica al margen o, incluso, en contra de la ciencia y algunos científicos creen (equivocadamente) que la única racionalidad es la racionalidad científica, entendida como racionalidad empírica o como racionalidad lógico-formal. Siguen soñando con el Círculo de Viena y creyendo que el análisis lógico es el único y auténtico método filosófico y que el conocimiento sólo procede de la experiencia, entendida como lo inmediatamente dado (the «given», como dicen los anglosajones). Pero, ¿qué es lo que percibimos directamente, sin interferencias? Lo que percibimos directamente (si es que es así) ha venido en llamarse sense-data algo así como datos de los sentidos, pero resulta que podemos tener experiencias de cosas que no existen.
La ontología de los ciudadanos normales (como yo) se refiere a sillas, mesas, coches, etcétera, pero la de los científicos (en cuanto científicos) se refiere a electrones, neutrinos, quarks, etcétera. Seguramente no existe una aprehensión directa de la realidad, dado que ya estamos lejos de la metodología de Bacon que suponía al investigador como un observador pasivo que se limita a describir neutralmente la realidad, o mejor, una parte seleccionada de la misma. A este respecto, recordemos que para seleccionar lo «relevante» necesitamos valoraciones, necesitamos teorías. La realidad no es «relevante» en sí misma. La ciencia no trabaja (o no trabaja sólo) con la realidad entendida al modo de una mesa o una silla sino que, entre otras cosas, trata con campos magnéticos, agujeros negros, o la naturaleza granular de la estructura de la materia. En tal sentido dice Hawking que «los agujeros negros son un caso, entre unos pocos en la historia de la ciencia, en el que la teoría se desarrolla en gran detalle como un modelo matemático, antes de que haya ninguna evidencia a través de las observaciones de que aquélla es correcta».
Y la mecánica cuántica no predice un único resultado de cada observación sino que predice un cierto número de resultados posibles y nos da las probabilidades de cada uno de ellos. Además, la ciencia se encuentra, en ocasiones, con hipótesis alternativas que explican igual de bien los mismos hechos. Finalmente, las descripciones científicas no son reflejos completos y perfectos de la realidad sino representaciones esquemáticas que podríamos calificar como «mapas» de la realidad, pero sabemos que los mapas no son la realidad ni la reflejan. Estos breves prolegómenos no pretenden poner en duda la enorme importancia de la ciencia. La ciencia y la tecnología no sólo son importantes hoy sino que, previsiblemente, lo serán todavía más en un próximo futuro. Lo que pretendo es tomar distancias frente a una visión simplista de la ciencia (que algunos mantienen aunque ya han pasado décadas desde el florecimiento y ocaso del Círculo de Viena) que la ve, entre otras cosas, como conocimiento seguro.
Lo mismo digo de su visión del método. Algunos creen (equivocadamente) que la metodología científica es equiparable a un algoritmo, es decir, a un conjunto ordenado y finito de operaciones que permite hallar la solución de un problema. No es cierto. Ni siquiera en la ciencia se puede prescindir del «juicio» humano, que no es deductivo, que es falible. Destacados filósofos de la ciencia como Kuhn o Newton-Smith, entre otros, avalan estas afirmaciones. Y en relación a las ciencias formales recordemos lo que dijo Einstein: «En la medida en que las leyes matemáticas se refieren a la realidad, no son ciertas; y en la medida en que son ciertas, no se refieren a la realidad». Y en cuanto a las ciencias empíricas, no podemos alcanzar, como ya he dicho, la certeza absoluta sino solamente la certidumbre práctica, vinculada a la minimización del error.
Todo lo anterior pretende criticar una visión (simplista) que estipula separaciones radicales entre ciencias (usualmente llamadas maduras) y las llamadas ciencias sociales.
Las primeras serían racionales y objetivas mientras que las segundas serían subjetivas y pseudo-racionales. Este programa simplista ha tratado de naturalizar la sociedad en el sentido de que deberían imponerse metodologías «libres de valores» y, por consiguiente, «objetivas». Esto haría desaparecer la subjetividad humana. De este modo, dicen, el comportamiento de los individuos podría explicarse por medio de leyes causales. Igual que explicamos a los caracoles podemos explicar a los seres humanos. Esto plantea enormes problemas para entender adecuadamente la acción humana intencional, que no voy a comentar aquí. Dice Ph. Meyer, que «la libertad, científicamente hablando, puede ser una ilusión, pero el polimorfismo de las interacciones de la herencia y el medio, la extraordinaria diversidad humana que resulta de ello y la ilusión trascendental de la humanidad judeo-cristiana la hacen necesaria».
Por otra parte, hay que tener en cuenta que el Principio de Incertidumbre de Heisenberg (cuanto con mayor precisión se trate de medir la posición de la partícula, con menor exactitud se podrá medir su velocidad, y viceversa) rompe el sueño de un modelo determinista del universo. Pero terminaré con algo que me parece más importante y tiene que ver con la filosofía pragmatista norteamericana. Suponiendo que los científicos (mejor dicho, algunos científicos) nos dijeran que no hay libertad, no tendría importancia práctica. Ni siquiera estos científicos (aunque mirasen estúpidamente por encima del hombro) podrían actuar como si la libertad no existiese. En otras palabras, no podemos no presuponer la libertad. Todo nuestro esquema conceptual e institucional y nuestra actividad práctica tiene sentido, entre otras cosas, si presuponemos la libertad. Por cierto, podríamos presuponer que hay unicornios, pero no lo hacemos.
Si alguien dijera que esto no prueba su existencia (la libertad) habría que decirle que sí, pero incluso aunque fuese cierto ( y no sé cómo podría probarse y con qué tipo de prueba) no tendría efectos prácticos.
Consejo gratuito: no pierda el tiempo con alguien que afirme que no hay libertad sino determinismo. Me parece más sensato preocuparse por aquellos (como los que viven en el País Vasco -y no son nacionalistas- o en el Irán) que se quejan (¿absurdamente?) por no tener libertad de conciencia, libertad de expresión, libertad de manifestación, libertad de...
Sebastián Urbina Tortella

Diálogo, identidad y nihilismo

DIÁLOGO, IDENTIDAD Y NIHILISMO.

Es sabido que la ética discursiva ( también llamada ética comunicativa) se desarrolla a partir de los trabajos de dos filósofos alemanes: Apel y Habermas. Dicen que el objetivo propio de los lenguajes es la comunicación, como algo contrapuesto a los fines estratégicos, manipuladores. En el primer caso, las personas que dialogan se reconocen mutuamente como seres capaces de argumentación racional, como ciudadanos iguales en derechos. A pesar de que esta ética no se ocupa de los contenidos morales sino de los procedimientos para llegar a acuerdos racionales, tiene atractivo. ¡Qué bonito dialogar, sin imposiciones y con respeto mutuo! ¡Qué feo y autoritario rechazar el diálogo!

Pero estos filósofos saben perfectamente que hay situaciones en las que no se produce un diálogo racional. Esto sucede cuando no hay una situación de simetría entre los hablantes. Es decir, cuando hay una situación de desigualdad que hace que la situación de diálogo sea injusta. Estos casos se alejan demasiado de la ‘situación ideal de diálogo’, en la que los hablantes se reconocen como iguales en dignidad y en derechos. ¿A qué viene todo esto? Por mi parte, que estoy harto de la cantinela indiscriminada de ‘diálogo’. Cuando se habla de diálogo, indiscriminadamente, se están avalando (por ignorancia o maldad) situaciones profundamente injustas.

Una de ellas se produjo en un lugar que debería ser respetable, el Parlamento. En este caso, el Parlamento español. Pero fue un diálogo farsa. Un talante farsa. Un Parlamento de pega. ¿Por qué? Ibarretxe fue al Parlamento a dialogar. Pero quiso hacerlo en unas condiciones no permitidas por la legalidad vigente. El Plan Ibarretxe desborda cualquier marco legítimo de reforma estatutaria si atendemos a las competencias que pueden asumir las Comunidades Autónomas (artículo 148 de la C.E.) y las competencias exclusivas que detenta el Estado (artículo 149 de la C.E.).

¿Por qué ser tan rígidos? ¿Por qué no tener talante y saltarnos a la torera las leyes vigentes? Si alguien hace en serio esta pregunta es que le gustaría vivir (¿) en una sociedad sin reglas, o con reglas-florero. Las aparto cuando me interesa y las acato cuando me conviene. Ninguna sociedad civilizada puede vivir despreciando las leyes vigentes. Decía M.T. Cicerón: ‘Seamos esclavos de la ley para que podamos ser libres’, aunque aceptar las leyes (especialmente las democráticas) no exige que seamos esclavos. Pero creo que la idea de Cicerón queda suficientemente clara. Por tanto, si podemos prescindir de la legalidad vigente cuando nos place y sustituirla por el diálogo y buen rollito cuando un Presidente de Comunidad Autónoma viola la Constitución, ¿por qué una violada no debería ofrecer diálogo al violador? La violada mostraría buen talante si en vez de pedir sanciones (lo que es antiguo y casposo) dialogara con el violador.

El ‘violador’ de turno, Ibarretxe, llevaba en su mochila las ‘razones’de las pistolas. ¿Es que alguien cree que se le tomaría en serio si no hubiese, detrás, una banda terrorista? ¿Se puede hablar de diálogo racional cuando uno de los dialogantes maneja votos de organizaciones que no condenan los asesinatos? ¿Dialogaría usted con alguien que le pegara capones y patadas en la espinilla? Sólo si es un masoquista o se autoengaña por cobardía. Pero, si así fuera, no se trataría de un verdadero diálogo. Sería una farsa de diálogo. Por cierto, no creo que ningún país europeo aceptase este diálogo-farsa en su Parlamento. ¿Será porque no tienen talante?

Y ahora viene la identidad. La cuestión de la identidad personal es compleja y ha dado lugar a diversos planteamientos. Sumariamente, me remitiré a la destacada aportación del fundador de la psicología social, George H. Mead, que rebatió las visiones solipsistas del ‘yo’, y lo hizo a partir de una comprensión social. Es decir, la conciencia no se hace a sí misma por medio de un discurso interior sino que se construye a partir de la interacción con otros discursos. Por tanto, somos capaces de construir un ‘yo’ privado, a partir de una experiencia pública que podríamos llamar ‘interaccionismo simbólico’. Pero aquí me interesa más la llamada ‘identidad nacional’.

Para empezar, no está de más recordar que el nacionalismo no tiene pensadores que puedan compararse, ni de lejos, al pensamiento liberal. Por ejemplo, a Locke, Kant, J.S. Mill o Tocqueville. Dentro de la tradición comunitarista la nación se presenta como un mundo capaz de proporcionar valores, según los cuales puedo vivir. En este sentido, es la comunidad a la que pertenezco la que me proporciona la identidad. Somos lo que somos a través de nuestra identidad nacional. Pero el problema no es si estoy influido por ‘lo social’ sino, si ‘lo social’ me determina, lo que es muy diferente. Una cosa es que seamos seres sociales y otra, muy diferente, que seamos ovejas del rebaño. Las ovejas no tienen identidad personal, salvo para el pastor.

Uno de los graves problemas que esto puede plantear es la oposición entre los valores asociados a una comunidad concreta y los valores asociados a la tradición liberal. Me refiero a los derechos individuales que tienen pretensión de universalidad. Claro que, de la misma manera que Ibarretxe miente cuando presenta su proyecto como un proyecto democrático y dialogante, los nacionalistas pueden afirmar que ellos, también, defienden los derechos individuales. Lo dicen, pero no lo cumplen. Que se lo pregunten a los familiares de las víctimas en el País Vasco, a los que llevan escolta y a los que no se atreven a hablar de política por miedo. Si son de los ‘otros’, claro. ¿Serán derechos humanos sólo para los míos?

¿Por qué, realmente, los nacionalistas tienen problemas con los derechos universales? Porque los derechos universales no discriminan. Se aplican tanto a los ‘nativos de pata negra’ como a los charnegos, forasteros y otra gente de mal vivir. Y es que ‘el origen’ es discriminatorio y sirve para poner a cada uno en su sitio. Los nativos primero, luego, en un escalón inferior, los ‘otros’. El origen de los ‘nativos’ es un signo diferenciador, pero de diferenciada superioridad. No sólo somos diferentes sino, además, superiores. Por ejemplo, el desprecio que sufren (hablaré del País Vasco pero, desgraciadamente, no es el único lugar) los que no tienen el privilegio de ser de ‘pata negra, sector RH’. Recuerdo que en mi niñez algunos niños, en el colegio, insultaban a otros llamándoles ‘chueta’. Los insultadores se sentían orgullosos de su origen, probablemente influidos por sus padres y otros. Se sentían superiores por no estar ‘contaminados’.

Finalmente, el nihilismo. Como todos los conceptos importantes tiene diferentes versiones. Me centraré en algunos aspectos de Nietzsche que nos tocan de cerca. Cuando el mundo se presenta a nosotros como vaciado de valores, entramos en la sensación de desengaño de la Totalidad. Hemos entrado en el nihilismo psicológico, que se manifiesta, al menos básicamente, en los siguientes aspectos: sentimiento del absurdo, pérdida de fe en una totalidad de sentido, y conciencia de que este mundo es sólo una especie de ‘espejismo’. Si esto es correcto y se puede aplicar a buena parte de la sociedad actual, nos encontramos en una situación muy difícil. ¡Ojalá me equivoque!

¿Por qué? Porque se devalúan todos los principios superiores (de carácter ético o político) que podrían dar sentido a la vida. En esta situación aparece un sentimiento de absurdo, de egoísmo y de indiferencia. Una sociedad desmovilizada, desmotivada, es incapaz de luchar por algo que no sea la propia e inmediata satisfacción. Además, al no haber valores superiores la posición ante los problemas es: ¿Qué más da? ¿Por qué no? Todo es relativo excepto la propia relatividad. Aceptemos con talante y buen rollito lo que sea, pero que no suponga esfuerzo. Estoy cansado, no quiero problemas y nada vale la pena, excepto yo. Remedando a los nuevos filósofos franceses podríamos decir: Dios ha muerto, Marx ha muerto, y yo no me encuentro nada bien.

PD. Las democracias europeas, para calmar a Hitler y evitar que un conflicto local se convirtiera en un conflicto general, hicieron concesiones al Fuhrer. Pero las concesiones no amansaron a la fiera. La Wehrmacht invadió Bohemia y Moravia el 15 de Marzo de 1939, preludio de la 2ª guerra mundial, el 1 de Septiembre del mismo año.

Sebastián Urbina. Febrero 2005.