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¡ES LA EDUCACIÓN, ESTÚPIDOS!
¿Qué puede aprender España del sistema educativo de más éxito? Xavier Melgarejo
responde a esta pregunta en su libro «Gracias, Finlandia» (Plataforma
Editorial) con propuestas de mejora cargadas de optimismo. «No se trata
del enésimo cambio del sistema escolar, sino de repensar en profundidad el sistema educativo», advierte el experto español en el sistema educativo finlandés.
Las medidas deben dirigirse tanto al ámbito escolar, como al familiar y al socio-cultural.
«Si solo se centran en el subsistema escolar, la reforma, por buena que
sea, naufragará», aventura Melgarejo. El objetivo requiere además de «una estrategia de futuro ampliamente pactada entre todas las fuerzas políticas, sociales, sindicales y empresariales del país». Si fue posible con la Sanidad, ¿por qué no con la Educación en este siglo XXI?, se pregunta.
«La inversión en educación debería situarse en el 6% del PIB durante los próximos diez años para
compensar el estancamiento acumulado de los últimos tres lustros y
acercarnos a la media europea», continúa Melgarejo, que pide dejar de
hablar de «gasto» en educación porque «cada euro destinado al sistema
educativo es una inversión a medio y largo plazo».
El esfuerzo inversor debería ir acompañado «de un esfuerzo por hacer más transparente la financiación escolar,
mediante la clarificación y explicación del precio de una plaza escolar
sin importar la titularidad del centro». La cifra se utilizaría como
base para establecer ayudas para centros o zonas con necesidades
especiales.
Habría que reformar el sistema de selección y formación del profesorado de educación primaria y secundaria.
«A imagen de Finlandia, esta selección se tendría que realizar antes de
la entrada en la universidad, aumentando las notas de corte y evaluando
si el aspirante está realmente capacitado para enseñar a nuestros
hijos, no solo por su nivel de conocimientos», señala. Al recortar el
número de plazas, aumentaría la calidad de las clases.
Los estudios de magisterio deberían pasar del nivel de diplomatura al de máster, a
juicio de Melgarejo, dando mayor peso a la didáctica e inculcando en
los futuros maestros el análisis crítico de la realidad y de su
actividad para investigar e innovar. Los docentes en ejercicio,
continúa, deberían pasar por cursos de formación orientados especialmente hacia la comprensión lectora. «Este énfasis en la competencia lectora fue el primer paso que dieron en Finlandia para alcanzar la excelencia», dice.
La educación debería «desburocrarizarse», continúa Melgarejo, aumentando la autonomía y la descentralización de las escuelas. El Estado y las autonomías «deben definir las competencias básicas de las etapas y no más del 30% de los contenidos», apunta.
«Otro aspecto importante debería ser la profesionalización de la función directiva en las escuelas»
bajo la supervisión de un servicio de inspección «reforzado». Se
tendrían que incentivar políticas de innovación en las escuelas y la
creación de equipos de orientación en los centros.
También habría que aumentar el gasto de protección a la familia para
que se pueda compatilizar la vida familiar, laboral y escolar y
descargar así a la escuela «de las numerosas funciones que no le
corresponden», según Melgarejo.
«En Finlandia tardaron casi veinte años en ver los resultados de las reformas»
Otra medida sería la unificación de todas las redes de bibliotecas,
con una identificación única de acceso o que el Consejo Estatal de
Medios Audiovisuales planificase con las cadenas de televisión la
emisión de programas, series y películas extranjeras en lengua original con subtítulos.
Melgarejo es consciente de que su
«carta a los Reyes Magos» requiere de un cambio cultural y de costumbres
muy arraigadas, pero ve urgente su puesta en marcha. «En Finlandia
tardaron casi veinte años en ver los resultados de las reformas que
decidieron implantar en la década de 1970», recuerda.
Finlandia «nos ha marcado la dirección,
pero nosotros tenemos que encontrar nuestro propio camino», afirma
recordando los versos de Antonio Machado: «Caminante, no hay camino, se
hace camino al andar».
(ABC)
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